Américo Martín 17 de junio de 2019
Elogia Mario Vargas Llosa a la oposición venezolana
por su capacidad de reponerse y volver a la carga. De nuevo está en todas las
agendas de modo que líderes del mundo pasan de la solidaridad moral al
activismo, ayudando a que Venezuela salga del trance asida a tres banderas:
libertad, democracia, prosperidad.
Había retomado la marcha el 5 de enero del presente
año cuando fue respetado el pacto de renovación de la Asamblea Nacional,
conforme al cual la presidencia le tocaría a Voluntad Popular. Juan Guaidó,
figura joven del liderazgo emergente, asumió el cargo con aplomo, serenidad y
mano tendida, desmintiendo el rumor de que los firmantes del pacto se las
ingeniarían para no dejarlo pasar.
Obvia la reacción madurista. Ordenó infructuosamente
destruir la solidez mundial de Juan Guaidó y de la Asamblea Nacional. La
impopularidad del socialismo del siglo XXI es abismal. Tomemos la más reciente
encuesta (mayo 2019) de Datanálisis. Maduro es evaluado negativamente por
84,5%. Retiene un 10.1, que no ha mucho alcanzaba el 20 y luego el 15. De cinco
en fondo es la regresión. Adicionalmente, 95% considera que el país va mal o
muy mal. Imposible ignorar que el descontento es universal: 82% rechaza la
Asamblea Constituyente
Con su escaso 10.1 Maduro es ampliamente superado por
Guaidó (¡56.7%!) López (48.8) Machado (36.7) Capriles (27.8) y Falcón (19.4).
Aunque a la luz de esos números la unidad no sería
necesaria en función de un cambio democrático, creo y mucho en la urgencia de
fortalecerla. No es simple asunto de números sino de construir una fuerza
considerable alrededor de líderes de rico caudal. Las diferencias son parte de
la unidad plural, única digna de ese nombre. Aprender a manejarlas no es
asignatura nueva en Venezuela.
Permítanme citar ahora a Narciso López, un
venezolano-cubano cuya ejecutoria histórica extrae ejemplos válidos de la
tradicional relación entre dos países fuertemente enfrentados, al tiempo que
curiosamente conectados.
El artículo 1 de la Constitución de Cuba elaborada en
1851 por este bravo hombre de acción, dice: “Cesa (…) la autoridad de la Corona
de España en Cuba, y ésta se constituye en República libre e independiente
(…)”.
López luchó por la independencia de Cuba recibiendo
nacionalidad y reconocimiento. La bandera de la Isla, con su estrella
solitaria, fue obra suya. Pero en su país de origen había simpatizado con la
monarquía. De modo que con su viraje de 180 grados dio lugar a una lección
política al demostrar que los actores suelen protagonizar cambios
considerables, lo que hace aconsejable aplicar políticas inteligentes para el
tratamiento de sus contradicciones. Es cuestión de ponderarlas con cabeza fría.
Fidel Castro solía extraviarse en especulaciones
constitucionales. En “La Historia me absolverá” se empujó a sí mismo a seguir
el juego, si bien trucándolo. La Ley Fundamental de 1959, dictada por su
socialismo con sabor a palma o más bien a acíbar, fue por el contrario un
instrumento engañoso destinado a fundar un totalitarismo sin precedentes en una
región ya pródiga en dictaduras. Comenzó derogando normas emblemáticas de la
Constitución de 1940.
- Art 29 Todo el que
se encuentre preso o detenido sin las garantías previstas en la
Constitución y las Leyes será puesto en libertad mediante un sumarísimo
procedimiento de habeas corpus.
- Art 175 Se
instituye la carrera judicial. El ingreso se hará mediante juicios de
oposición…
Abolidos el habeas corpus y la independencia
judicial, la justicia, el derecho y la libertad murieron de rebote.
Una bola de nudillos (knuckle ball) divorciada del
plato. Así de torcida resultó aquella revolución.
Américo Martín
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