Marta de la Vega 29 de junio de 2019
@martadelavegav
No
es nueva la noticia denunciada en junio de 2019 por el Secretario General de la
OEA Luis Almagro de la presencia de núcleos de terrorismo de Irán y Hezbollá asentados
en territorio venezolano, en alianza con Nicolás Maduro. Las células islámicas
terroristas se hallan sobre todo en la isla Margarita.
A
ello se agregan las posiciones a favor del usurpador Maduro de los gobiernos de
Rusia, Irán, China, Turquía y Siria y, en América Latina, Cuba y Nicaragua,
Bolivia, Uruguay y México. En los primeros, los intereses económicos en el país
y la captura de recursos naturales venezolanos priman sobre supuestas
consideraciones ideológicas.
En
los segundos, o bien por fidelidad a la visión estereotipada de la izquierda
como “redentora” y “progresista”, o bien como resultado de la defensa
doctrinaria más dogmática y sanguinaria, leninista y stalinista, del “comunismo
radical”, como lo llama el Padre Alejandro Moreno, “que tiene 200 años de
atraso”, a ser impuesto con lógica implacable antidemocrática en los gobiernos
de Chávez y la tiranía de Maduro.
Tampoco
es reciente el antisemitismo implícito en el proyecto del socialismo del siglo
XXI. Las declaraciones públicas de Chávez en contra de los judíos en diciembre
de 2005 dieron lugar a la fundación del espacio anti-totalitario “Observatorio
Hannah Arendt”, cuyas actividades formales comenzaron en marzo de 2006 con
Heinz Sonntag como director general.
La
red de narcotráfico y el afianzamiento de carteles internacionales de
producción y distribución de cocaína en coalición con las narco-guerrillas de
las FARC desde la época de Hugo Chávez se ha profundizado, gracias a un Maduro
complaciente y la prolongada presencia en Venezuela de los antiguos jefes de
los grupos criminales supuestamente desmovilizados, que no se acogieron a los
acuerdos de paz con el Estado colombiano.
Hay,
además, disidentes de las FARC convertidos en bandas de delincuentes, al igual
que miembros del ELN en vastas regiones del territorio nacional, que se
disputan el control de la minería ilegal y las extorsiones llamadas “vacunas”
con paramilitares, contrabandistas de gasolina y traficantes de drogas, no solo
en las regiones fronterizas de Venezuela.
Chávez
es artífice de las calamidades actuales, que Maduro ha agudizado. No les ha
interesado hacer un “buen gobierno” sino la “revolución”. No tienen dominio del
hampa desbordada ni pueden detener la violencia; impunidad, represión brutal y
crímenes se volvieron políticas de Estado.
No
hubo profundización de la democracia ni desarrollo con el excepcional aumento
de la renta petrolera, sino imposición de una ideología heteróclita, alineada
con la dictadura cubana y prácticas delincuenciales. Chávez sucumbió a la
magnética seducción del discurso de Fidel. Con una gestión negligente, sin
sensibilidad social ni sentido de la equidad, manipuló las necesidades de la
gente para servirse de los pobres en lugar de servirlos.
Es
lo que hace hoy Maduro, para envilecerlos mediante la dádiva convertida en
mecanismo de control social en lugar de “dignificarlos”, como anunciaba el
difunto después de los miles de damnificados y muertos que dejó la catástrofe
de diciembre de 1999 por los deslaves de las montañas costeras cerca de
Caracas.
Creó
las “Misiones” por consejo de Fidel Castro para contrarrestar su pérdida de
popularidad y el inminente riesgo de perder el referendo revocatorio previsto
en la Constitución a la mitad del mandato presidencial, que retrasó lo más posible
mediante argucias y trampas leguleyas hasta que fue finalmente realizado en
2004 con resultados muy cuestionados incluso hoy. Maduro repitió la historia,
anulando de un plumazo el referendo revocatorio en su contra en 2016 a cambio
de otro intento fallido de diálogo.
El
inmediatismo y facilismo presentes en la mentalidad de los sectores sociales
más vulnerables económicamente y menos educados ha sido estimulado por el
dirigismo y la exacerbada concentración del poder por parte del Estado. Se ha
vuelto un círculo vicioso la dependencia creciente de la población con respecto
al Estado como principal proveedor de empleos, bienes y servicios, no solo
corrupto dada su estructura clientelar sino cada vez más ineficiente por la
sobrecarga de funciones.
En
este contexto, se entiende por qué es tan difícil salir de la pesadilla que es
Venezuela, a pesar de las luchas ciudadanas. Y por qué se trata de un asunto
geopolítico que no se va a resolver sin concurso internacional.
Marta
De La Vega
@martadelavegav
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