Por Henrique Capriles
Comencemos por señalar,
porque es relevante, que la visita de la Alta Comisionada para los Derechos
Humanos de la Organización de las Naciones Unidas no es una buena noticia para
ningún país. Su llegada a cualquier nación, hecha en el marco de su labor dentro
de las Naciones Unidas, es sólo un síntoma de que en ese país hay violaciones a
los Derechos Humanos y crisis humanitarias que deben ser evaluadas, confirmadas
y, quiera Dios, atendidas.
De modo que esta visita debe
ser entendida como la consecuencia de una crisis humanitaria que, durante años,
fue negada sistemáticamente por los responsables de este desastre. Y,
duélale a quien le duela, también debe ser analizada como una acción que llegó
con meses de retraso en su itinerario, en especial cuando se considera la
gravedad del informe que presentó su delegación en marzo pasado.
Así, Michelle Bachelet llevó
adelante su breve visita con una agenda que, de manera evidente, tenía detrás
la mano del régimen con intención clara de manipular su percepción. Es la
manera en la que operan los totalitarismos. Una actitud que revela cuán
desconectados de la realidad y cuán peligrosamente disociados están varios
personeros de la dictadura, que son capaces de creer que unas manitos de
pintura y un recorrido vigilado pueden modificar la visión de este desastre.
Cualquiera que haya estado
atento a la visita habrá notado que las primeras imágenes que se hicieron
públicas, salidas de las oficinas de prensa del régimen, mostraban una
distancia enorme entre Bachelet y el desfile de indolentes que posaron delante
de la bandera. Y esa distancia sólo se fue agrandando, metafórica y
políticamente, a medida que avanzaba la agenda de la Comisionada.
Es fácil calcular la
cantidad de mentiras y el tipo de patrañas que deben haber servido de eje a
esas declaraciones. El problema para la dictadura radica en que esa estrategia,
trasnochada y soviética, de hacer que la visita comenzara y terminara con el
discurso “oficial” sólo podía terminar de hundir a la usurpación. Y eso tenemos
que entenderlo como una victoria.
No una victoria de Bachelet,
sino nuestra.
No una victoria de los
partidos, sino de Venezuela.
No una victoria de la ONU,
sino de nuestra ruta política.
¿Por qué es una victoria, se
preguntará más de uno, si la dictadura siempre hace lo que le da la gana?
Bueno: porque las fuerzas democráticas aprovecharon de manera eficaz la
oportunidad que un evento tan penoso y sintomático como la visita de la Alta
Comisionada de Derechos Humanos de la ONU para poner en evidencia que la tardía
visita de Michelle Bachelet estaba justificada, a pesar de la sistematización
de mentira del aparato de propaganda de la usurpación.
Después de hacer de tripas
corazón, haga un repaso de los nombres de los personeros que Michelle Bachelet
tuvo que soportar en la primera fase de la gira y se dará cuenta de que la
indolencia con la que tuvo que enfrentarse debe haber sido enorme. Y aquí no
hay que olvidar que, a pesar de las diferencias ideológicas que pueda tener
cualquiera con la Alta Comisionada, su historia personal involucra haber
padecido el asesinato y la tortura de su familia y de ella misma, bajo las
garras de una dictadura militar.
Se trata de una mujer que
sabe identificar muy bien el descaro y los simulacros que son capaces de montar
las dictaduras con el objetivo de ocultar las violaciones a los Derechos
Humanos.
Eso sí: de manera orgánica y
casi viral, se hizo del conocimiento de la opinión pública la conmoción de
Bachelet y lo afectada que se mostró cuando tuvo que atender, uno tras otro,
los casos de violaciones de Derechos Humanos, encarcelamientos, asesinatos y
torturas que la ciudadanía expuso en un encuentro que, estoy seguro, pasará a
la historia como parte vital de esta lucha.
Eso sí: no confundamos la
gimnasia con la magnesia. Esa conmoción y esa capacidad de empatía aparece en
una ciudadana latinoamericana que presenció el tamaño de la crueldad de estos
déspotas que conducen la usurpación y sus esbirros, pero tenemos que sumarle
haberse tenido que reunir con personeros de órganos inconstitucionales como la
asamblea constituyente e incluso el propio Nicolás Maduro, en una reunión final
que estoy seguro sólo le sirvió para confirmar cuán desfasado y perdido en su
locura está el principal responsable de este caos.
Ahora bien, tengamos cuidado
con lo que aquí llamamos el Efecto Bachelet. Desde el liderazgo
democrático responsable tenemos que vigilar cuáles son las expectativas
políticas que esperamos surjan de esta visita y no permitir que el Pueblo salga
frustrado. Muchos de los organismos multinacionales tienen una capacidad de
acción que resulta demasiado lenta con respecto a las urgencias de nuestra
gente, que contrastan de manera evidente con lo que Michelle Bachelet puede
hacer a corto plazo por Venezuela.
Y, aun así, esto es una
victoria política para esta lucha. Si bien no tendrá efectos inmediatos, es
visiblemente potente en la opinión pública internacional. No es poca cosa que
hayan decidido instalar una oficina permanente de la Alta Comisión en nuestro país:
eso sólo puede tener sentido en una dinámica nacional en la que saben que la
dictadura está dispuesta a seguir violando los Derechos Humanos de nuestra
gente. Y eso, aunque sintomático y doloros, también es una victoria
política.
Aunque
a muchos pueda parecerle que la primera declaración de
Bachelet se haya quedado corta, no hay manera de que la dictadura salga
bien parada de todo esto. Recuerden los hechos de marzo y cuánto se criticó la
ruta de la delegaciónenviada por la Alta Comisionada, pero también cuán fuerte
y certero fue el golpe que le dio el informa final a la dictadura.
Pero los tiempos políticos
de la ONU son distintos a los nuestros. Y nosotros debemos mantener la fuerza y
seguir señalando la crisis social y cotidiana que hace del día a día de nuestra
gente un infierno.
Y es que si soltamos la
causa vital de esta lucha, por dormirnos en los laureles y creer que desde la
ONU ahora sí van a sacar a la dictadura de Miraflores, perderemos el chance de
seguir creciendo y avanzando en una lucha que nos ha puesto más cerca que nunca
de la Libertad.
Esta es una victoria
política de nosotros, de nuestra fuerza. Y la mejor manera
de reconocerla es respetando y luchando por defender la dignidad de
quienes han sido perseguidos, torturados, asesinados. Son ellos nuestra fuerza
y nuestra motivación, el motivador principal para evitar que siga siendo
necesario que nos visita una Alta Comisionada que puede estar llegando tarde…
pero al menos llegó.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela!
23-06-19
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