Gladys Socorro 18 de junio de 2019
@gladyssocorro
Los
venezolanos no estamos para rodeos. Se nos agotaron el tiempo, la paciencia y,
a muchos, hasta la vida. Bienvenida a mi Venezuela, señora Bachelet, pero a la
Venezuela real, la que se hunde cada vez más en una emergencia humanitaria,
donde no hay agua, ni gasolina, ni electricidad; donde no hay medicinas y la
comida es incomprable. Bienvenida a esta Venezuela donde se violan todos los
días los derechos fundamentales de sus ciudadanos, esta Venezuela que nos
asfixia pero que no estamos dispuestos a abandonar; la que a diario nos saca
lágrimas de dolor, impotencia y desespero, pero que seguimos amando como el
primer día; a esta Venezuela que agoniza pero a la que estamos dispuestos, con
su ayuda o sin ella, a llevarla en hombros a donde sea necesario para
revivirla.
Señora
Bachelet, hoy me atrevo a hablar en nombre de todos los venezolanos. Lamentamos
profundamente que un organismo tan importante como el que usted representa, la
Comisión de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas,
haya esperado tanto tiempo, tanta represión, tantos muertos y tanta injusticia
para voltear su mirada hacia nosotros. Muchas cosas pudieron evitarse si
realmente los derechos humanos se atendieran con la firmeza e inmediatez que
requieren. No obstante, agradecemos su visita de 3 días. Desde ya la alertamos
que si las estadísticas que manejan todos los entes internacionales le parecen
grotescas, estas se quedan cortas en comparación a nuestra cotidianidad.
Pero
para darse cuenta de nuestra realidad, señora Bachelet, debe romper primero el
cerco gubernamental e ir más allá de las oficinas, cárceles y hospitales recién
pintados. Hágalo, se sorprenderá. Se conseguirá con mucha gente caminando por
las calles, pero no porque ahora nos sintamos seguros, sino porque ni siquiera
hay transporte público. Verá que la alegría que alguna vez nos caracterizó, ya
no existe. Cada vez hay más personas famélicas andando con sus ropas sucias y
desteñidas porque el poder adquisitivo se perdió, se lo tragó la hiperinflación
proyectada para finales de año por el Fondo Monetario Internacional en
10.000.000%, la más alta que haya conocido la humanidad. Y antes de que
pregunte, le adelanto que si aún sobrevivimos es porque hemos sacrificado a
nuestras familias. Sí, así como lo lee, todas las familias venezolanas están
desmembradas. No en vano la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas
para los Refugiados (Acnur) da cuenta de la estampida de 4 millones de
venezolanos, cifra que aumentará 2 millones más en los próximos 6 meses de
continuar esta inestabilidad política.
Para
que tenga una idea, señora Bachelet: el sueldo mínimo mensual está en 40.000
bolívares y un cartón de huevos se ubica en 26.000 bolívares, un kilo de carne
en 28.000, un desodorante en 24.000 y un pollo entero llega a los 30.000. ¿Ya
va entendiendo? El hambre, entre otras cosas, los obligó a dejar sus hogares
para poder darle de comer a sus familias. Le cuento más: la última Encuesta
Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) señala que 90% de las familias
venezolanas viven por debajo de la línea de pobreza, y de esa cifra, 65% se
enfrenta a la pobreza extrema. O bien por falta de recursos, por lo caro que
está todo o por la escasez, 6,9 millones de venezolanos no tienen acceso a
medicamentos, 4.800 pacientes renales han muerto y hasta hace un mes habían
fallecido 4 niños esperando por un trasplante de médula ósea en el Hospital
Pediátrico J. M. de los Ríos. ¿Es muy difícil entender nuestra
desesperación?¿Es muy difícil reconocer el evidente fracaso del gobierno de
Nicolás Maduro, quien prefiere aprobar 50 millones de euros para la fabricación
de ametralladoras en vez de atender la salud de este país?
Pero
todavía hay más, mucho más, señora Bachelet. Hay condiciones inhumanas a las
que se nos someten todos los días que seguro usted no se dará cuenta porque no
saldrá de Caracas, la capital. Sepa que disfrutará de energía eléctrica de
manera permanente gracias a los perversos racionamientos que se le aplican al
interior del país. En Maracaibo, la capital del estado Zulia, principal
productor petrolero y en otrora principal abastecedor agrícola y ganadero del
país, pasamos en promedio 14 horas diarias sin luz, situación que se agudiza en
el resto de los municipios, con una temperatura que llega a los 50 grados
centígrados. ¿Y sabe por qué? Porque bajo los gobiernos de Chávez y Maduro se
robaron 9 mil millones de dólares destinados para las termoeléctricas que
garantizarían la independencia energética de la región con el resto del país.
Seguro
tampoco se dará cuenta del caos que hay con la gasolina, señora Bachelet, porque
esa tragedia tampoco se padece en Caracas sino en el interior del país. Si
usted no sale de la capital sólo verá un país maquillado, una porción mínima de
Venezuela en la que intentan hacer ver que todo está bien para minimizar el
ruido internacional. Permítame contarle que en Maracaibo se hacen colas de 2 y
3 días para abastecer apenas 30 litros de gasolina. Para lograrlo, la gente
debe pernoctar a la intemperie, en medio de vías desoladas, oscuras por los
apagones y con una delincuencia desatada.
¡Esto
se cuenta y no se cree, señora Bachelet! Venezuela, firmante de todos los
tratados internacionales de cooperación y respeto por los derechos humanos de
propios y extraños, ahora es cuna de la mayor de las miserias, del acoso a la
libertad de prensa, con más de 700 presos por profezar y practicar ideas
políticas distintas al gobierno y, como guinda, la vejación sistemática del
poder Legislativo, el único legítimamente constituido y reconocido por el mundo
entero. A estas alturas, el caso Venezuela no acepta medias tintas. A los
causantes de tanto dolor y tanta devastación que los perdone Dios, porque
nosotros no podemos.
Gladys
Socorro
Periodista
@gladyssocorro
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