Ismael Pérez Vigil 29 de junio de 2019
La
discusión acerca del proceso de “transición” en Venezuela está, a mi entender,
en un contexto equivocado. La “transición” en Venezuela no se dará porque sea
“justa”, “razonable”, “conveniente”; porque sea un paso “natural” en la salida
de un régimen de oprobio y en la búsqueda de la reconciliación de los habitantes
de un país, polarizados y enfrentados. En otras palabras, la “transición” en
Venezuela se tiene que dar –desde mi punto de vista que creo que comparten
muchos– porque ninguno de los dos grupos en liza está en capacidad de acabar
con el otro. Es tan simple y pragmático como eso. No queda más remedio, para
encontrar una salida, que ir a una etapa de “transición”. Veamos, sin
edulcorantes y con toda crudeza esta situación.
Hay
una larga lista de desafueros por parte de la dictadura y de reclamos que hacer
al régimen chavista/madurista; no voy a caer en elaborar una larga y penosa
lista de todas las razones para salir de esta dictadura, las doy por conocidas;
lo importante es tomar conciencia de que todo eso que estamos pensando, y mucho
más, lo ha hecho el régimen durante más de 20 años, en los que ha destruido el
país, pero no ha logrado acabar con la oposición y en esto radica nuestra
fuerza, ni nos hemos rendido ni nos han dominado.
Por
parte de quienes nos oponemos al régimen, –a través de procesos electorales,
referendos, consultas populares, movilizaciones masivas, protestas callejeras
por cientos y miles, intentos de sublevación cívica o militar, o cívico
militar, o llamando la atención de la comunidad internacional sobre nuestra
desgracia y penurias y solicitando su activo apoyo y ayuda–, hemos hecho varios
intentos para desalojarlos del poder, sin lograrlo tampoco.
En
síntesis, el régimen controla todas las palancas y resortes del poder: la
administración pública; el efímero, insuficiente, pero jugoso, presupuesto; la
mayoría de las gobernaciones y alcaldías y todos los mecanismos de represión y
no ha podido acallar a la oposición. Por su parte, como he dicho, la oposición
ha pretendido –sin una fuerza física similar, con la sola fuerza de la calle,
de la verdad y de la razón–, desalojarlo del poder y tampoco ha podido. Está
demostrado que no es una tarea fácil, doblegar el uno al otro, de allí que
tengamos que convenir en un proceso de “transición” por el cual se desaloje del
poder a la actual dictadura.
Para
el régimen, aunque es el que controla el territorio, ya solo le es posible
mantenerse en el poder por la fuerza; con casi el 90% de la población y gran
parte de la comunidad internacional en contra, el país se le ha hecho
ingobernable; no tiene ninguna viabilidad política bajo su control, por eso
debe cederlo, aunque la oposición no tiene forma de arrebatárselo de las manos
por ninguna vía institucional o de fuerza.
Solo
la renuncia voluntaria o la intervención de una fuerza militar, interna o
externa, podría lograr desalojar del poder a la mafia enquistada en él y abrir
un compás para la “transición” de la que se ha hablado. Ese es el terreno en el
que hay que colocar las cosas, pues no tiene sentido hacer comparaciones
inverosímiles con ninguna situación en otro país, en otra latitud, que pueden
ser parecidas, pero no son comparables.
Sentada
de esta manera la base de la discusión podemos ver otras aristas del tema.
Obviamente
hay que ponerse de acuerdo con quienes dejarán el poder, sobre la forma que
esto ocurrirá y los plazos. Eso será lo que llamaríamos la “transición” y desde
luego, no parece realista pensar que quien tiene todo el poder y la fuerza
física para mantenerlo, lo va a entregar sin más y se va a “retirar” dejando el
terreno libre y despejado, exponiéndose además muchos de sus personeros a ir a
la cárcel, al exilio y entregar sus fortunas seguramente mal habidas. Por el
contrario, es obvio que algunos –o muchos– personajes que ahora están en el
poder, se querrán mantener en él. Esa es la particular complejidad de este
problema en Venezuela, seguir negándose a verlo de esa manera es vivir
engañados, o peor aún, tratar de engañar a otros.
El
chavismo, que controla todo el poder, en todo el país, no desaparecerá, no se
esfumará cuando el actual usurpador deje la presidencia y al día siguiente de
finalizada la usurpación no vamos a tener un gobierno democrático, similar al
de Suiza, Alemania o los EEUU; restos del poder corrupto de hoy y su influencia
permanecerán en los intersticios de la sociedad: en ministerios, empresas
públicas, gobernaciones, alcaldías, en la propia AN, es algo inevitable;
precisamente por eso se necesita una “transición”, mientras se abre paso
nuevamente la democracia y el estado de derecho.
De
allí que tenga que darse entonces un proceso de “negociación” –otra palabra
maldita– para acordar los términos de esa “transición”. Desde luego, y
disculpen la ironía y el sarcasmo, lo mejor sería que este proceso de
“negociación” se diera entre la oposición y la Superiora General de la orden de
las Carmelitas Descalzas de Venezuela, que es una magnifica persona, pero
desafortunadamente la negociación se tendrá que dar con los representantes de la
actual dictadura militar. Sí, militar, no olvidemos eso.
De
nada servirá “retorcerse” en el piso porque se va a negociar con “delincuentes
y maleantes”, porque esa es la realidad: se negocia con quienes tienen el poder
en Venezuela y no hay fuerza nacional –y parece que tampoco internacional– que
pueda hacer que las cosas sucedan de otra forma. Claro, hay la opción de no
hacerlo, de no hacer nada, de cruzarnos de brazos y esperar que el país se
termine de derrumbar por completo y que se vayan varios millones más de
venezolanos a ver si al final de todo, los sustentadores del régimen, no
habiendo más que expoliar, se cansan y se retiran. No creo que sea esa una
perspectiva aceptable.
La
alternativa es negociar, firmemente, sin temor ni vergüenza y sin hacer
concesiones, tomando el tiempo y en el espacio que sea necesario y,
simultáneamente, manteniendo la presión interna e internacional, hasta asfixiar
a la dictadura; si la comunidad internacional no presiona fuertemente, con
medidas severas y amenazas creíbles, al tiempo que nosotros mantenemos la
presión de calle, no vamos a lograr nada con una negociación, sería ir a un
matadero sin opción. El apoyo internacional es crucial, pero no a posteriori,
como paso en República Dominicana, que se limitaron a desconocer el gobierno
salido de las elecciones del 20M de 2018, después de consumado el irrito
proceso.
Mantener
la movilización interna es la parte más compleja, sobre todo por la presión de
opositores “radicales”, internos y en el exterior, que desde posiciones
ideológicas y la distancia lo ven todo muy sencillo y empujan por salidas que
internamente muy pocos están dispuestos a seguir, e internacionalmente, nadie.
Se constituyen en un enjambre de la antipolítica que, en redes sociales, con
sus abejas y reinas, trabajan incesantemente.
Ismael
Pérez Vigil
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