Por Andrés Cañizález
La visita de Michelle
Bachelet a Venezuela esta semana, rodeada de altas expectativas por parte de
diferentes actores políticos y sociales, genera una interrogante central:
¿marcará alguna diferencia en este país, signado por una profunda y extendida
crisis humanitaria y de derechos humanos, la presencia en Caracas de la Alta
Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos?
En el imaginario de muchos
venezolanos, tanto opositores como chavistas, prevalecen aun las imágenes de
una cercana Bachelet con los difuntos Hugo Chávez y Fidel Castro. Aquella
cercanía y pública simpatía de la dos veces presidenta de Chile con estas
figuras le generan a los adversarios del chavismo el temor de que la visita, en
este junio de 2019, sea una suerte de salvavidas para un chavismo notablemente
menguante. Y no pocos funcionarios del régimen de Nicolás Maduro apuestan,
también, a que esto sea así.
Desde las organizaciones de
la sociedad civil, en tanto la medida en que conocen el funcionamiento de los
órganos de Naciones Unidas y que han analizado la trayectoria previa de la
oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, esperan que
Michelle Bachelet se mantenga en lo que ha sido su discurso previo, así como en
la evaluación ya difundida con sendos informes dedicados a Venezuela.
Este país está atravesado
por una crisis compleja que impacta a la población, especialmente a los más
pobres, y prevalece una vulneración generalizada de los derechos humanos.
Aun cuando la Bachelet de
años atrás haya simpatizado con Chávez y Castro, la Bachelet de ahora
difícilmente podrá contradecir la documentación previa emitida por su propia
oficina, los informes de otras agencias de la ONU y las propias palabras del
secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien ha manifestado
su preocupación por la crisis generalizada del país y su impacto humanitario y
en los derechos humanos.
Sin ir muy lejos, la Agencia
de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en coincidencia con la visita
de la alta comisionada, ha difundido una cifra concreta que retrata la grave
situación venezolana. En 2018 los venezolanos, por primera vez en la historia,
sumaron la mayor cantidad de solicitudes de asilo de todo el mundo, por encima
de países como Siria o Sudán.
Han sido un total de 341,800
venezolanos los que han pedido protección, de un total de 4 millones de
migrantes. Esta cifra también aportada de forma conjunta por ACNUR y la
Organización Internacional de Migraciones (OIM), otra agencia de la ONU. Según
estas entidades, en sólo siete meses entre noviembre de 2018 y mayo de 2019 un
millón de venezolanos han huido de este país en crisis.
Y ha sido justamente la idea
de que la gente huye de Venezuela la que ha usado exactamente Bachelet en su
última declaración sobre Venezuela, en marzo pasado. Conviene volver sobre este
discurso, donde la alta comisionada retrata un país de ejecuciones
extrajudiciales, de persecución a la disidencia, de una crisis humanitaria
extendida y de un gobierno, el de Maduro, que no entiende la magnitud de los
problemas que asolan a la nación.
El peso político que tiene
Bachelet juega a su favor ante el régimen de Maduro, para que ella haya podido
organizar su agenda de manera autónoma, sin interferencias estatales. Su
antecesor en el alto comisionado el jordano Zeid Ra’ad Al Hussein nunca logró
concretar una visita al país sudamericano durante su gestión.
Si bien el chavismo le ha
dado un marco narrativo a la visita de Bachelet, usando su aparato mediático y
de propaganda, haciendo ver que la alta comisionada ha viajado a Venezuela
porque así lo dispuso el régimen, en realidad esta visita es un mandato dado a
ella por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
El clima generalizado de
violaciones a los derechos humanos en Venezuela ha sido tema de discusión en
dicho Consejo, incluso con una decisión histórica que condenaba tal situación
aprobada en septiembre del año pasado.
Con los insumos y
apreciaciones sobre el terreno que pueda recoger Bachelet, así como de una
misión técnica previa realizada en marzo, se espera un informe completo, para
cumplir con el mandato que emanó de la decisión en Ginebra, de septiembre 2018,
por parte del Consejo de Derechos Humanos.
Bachelet podría jugar un rol
positivo en Venezuela si durante esta visita a Caracas logra al menos tres
cosas: 1) abrir definitivamente el país para el ingreso masivo de ayuda
humanitaria, sin condicionamientos políticos del régimen; 2) instalar una
oficina local del alto comisionado para el monitoreo in situ e independiente de
la situación de derechos humanos en Venezuela; 3) dar un aliento público a las
organizaciones de la sociedad civil, cuyo trabajo es estigmatizado por el
régimen, y lograr garantías para su desempeño con libertad.
Una liberación masiva de
presos políticos, que en Venezuela son cerca de 700, es improbable que ocurra
por el solo hecho de que Michelle Bachelet visite Caracas. Los presos políticos
son una moneda de canje que Maduro usará en cualquier instancia de negociación,
tal como acaba de ocurrir en Nicaragua.
Si la visita de Bachelet
concluye sin nada más que actos protocolares, si nada ocurre en el campo de los
derechos humanos y de la crisis humanitaria tras su estadía, no sólo se habrá
perdido una oportunidad. Será, en verdad, una clara señal de que Venezuela seguirá
envuelta en una crisis que no parece tener fin, y confirmará el rol limitado de
la comunidad internacional para incidir positivamente en este duro
contexto-país.
Fuente: https://theglobalamericans.org/2019/06/michelle-bachelet-en-venezuela-marcara-una-diferencia/
22-06-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico