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lunes, 24 de junio de 2019

Bachelet. La fuerza de la verdad, por @AmericoMartin




Américo Martín 23 de junio de 2019

No fue especialmente efectiva, como pudo temerse, la ciega campaña contra la unidad nacional; esa confluencia que se había terminado de ensamblar el 5 de enero de 2019, y cuyos emblemas actuales son Guaidó, la Asamblea Nacional y aproximadamente 500 organizaciones nacionales, regionales y locales de la sociedad civil que nacieron o se revigorizaron resistiendo las acometidas del mítico “antiderecho” revolucionario; y seguramente más todavía por la destrucción de la capacidad productiva del país, que ha hundido en tenebrosas profundidades la vida de los venezolanos. Fenómenos como el hambre, la desnutrición de las franjas sociales más vulnerables, la inseguridad social y personal, la profunda crisis de los servicios públicos, la agonía de la educación en todos sus niveles, y de la salud, el desempleo masivo y la carestía derivada de una absurdamente crónica hiperinflación.

Pese a las consideraciones que se hagan sobre la geopolítica o los intereses insoslayables de cada país la solidaridad internacional comprometida con el nuestro ha levantado vuelo de cóndor. Nunca el mundo fue tan solidario con Venezuela ni respetó tan escrupulosamente el sólido cimiento constitucional de la AN y del presidente interino, guardando por supuesto un lógico límite racional: la solución debe ser pacífica y electoral. Y en eso y para eso se concentra la lucha democrática.

Una síntesis del “antiderecho” proporciona un ensayo solicitado por el Club de Roma, capítulo venezolano, al jurista y pensador del derecho Nelson Socorro.

·                En los últimos años se aprobaron –dice Socorro- una Constitución, una enmienda, 270 instrumentos legales y cientos de instrumentos sublegales, además de sentencias de rango constitucional que en su conjunto cambiaron la base misma de la constitucionalidad, dando lugar a un “nuevo Derecho” cuyos fundamentos niegan los ordenamientos legales del mundo civilizado.

·                Pudiera pensarse que una élite de excelsos juristas ha tomado por asalto a Venezuela para enseñar al mundo el Derecho del futuro. El problema es que este asalto nos ha devuelto a una etapa oscura de la civilización. El fundamento del poder es divino. Las autoridades no responden de sus actos. Hostil al hallazgo de la división del Poder, el antiderecho hace del vicio de su concentración una insólita “virtud”, para que de sus entrañas fluya la dictadura.

Para cumplir con la obligación de profundizar en el conocimiento del drama venezolano, tomar medidas que contribuyan a superarlo y escuchar informes serios y documentados acerca de sus agresivas deformaciones ha llegado a Venezuela Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y tradicional luchadora en defensa de tales derechos y del progreso continental, quien, con la seriedad del caso, ha venido trabajando la situación de Venezuela, testimonio de lo cual son las importantes consideraciones de su personal técnico, vertidas en cuando menos dos informes preliminares

Su visita ha sido recibida con notable interés por las instituciones democráticas reconocidas en el país y el mundo, incluidas las estranguladas universidades y el ilustrado pensamiento que reúnen las mencionadas organizaciones civiles, los partidos democráticos y esa amplia mayoría que lucha por el estado de derecho, la verdadera inclusión y la urgente prosperidad.

Todos hubieran querido que se prolongara la estada de la Alta Comisionada. Pero el tiempo es corto, aunque la esmerada organización civil y democrática y la propia Comisionada han extremado sus movimientos con el fin de recoger una síntesis apropiada de las dimensiones de la crisis. Con la atención universal sobre nuestra abrumada realidad y la musculatura organizacional proporcionada por la constante expansión de la organización democrática, Bachelet dejará una estupenda huella en el camino hacia la libertad de Venezuela.

Américo Martín

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