Américo Martín 23 de junio de 2019
No fue especialmente efectiva, como pudo temerse, la
ciega campaña contra la unidad nacional; esa confluencia que se había terminado
de ensamblar el 5 de enero de 2019, y cuyos emblemas actuales son Guaidó, la
Asamblea Nacional y aproximadamente 500 organizaciones nacionales, regionales y
locales de la sociedad civil que nacieron o se revigorizaron resistiendo las
acometidas del mítico “antiderecho” revolucionario; y seguramente más todavía
por la destrucción de la capacidad productiva del país, que ha hundido en
tenebrosas profundidades la vida de los venezolanos. Fenómenos como el hambre,
la desnutrición de las franjas sociales más vulnerables, la inseguridad social
y personal, la profunda crisis de los servicios públicos, la agonía de la
educación en todos sus niveles, y de la salud, el desempleo masivo y la
carestía derivada de una absurdamente crónica hiperinflación.
Pese a las consideraciones que se hagan sobre la
geopolítica o los intereses insoslayables de cada país la solidaridad
internacional comprometida con el nuestro ha levantado vuelo de cóndor. Nunca
el mundo fue tan solidario con Venezuela ni respetó tan escrupulosamente el
sólido cimiento constitucional de la AN y del presidente interino, guardando
por supuesto un lógico límite racional: la solución debe ser pacífica y
electoral. Y en eso y para eso se concentra la lucha democrática.
Una síntesis del “antiderecho” proporciona un ensayo
solicitado por el Club de Roma, capítulo venezolano, al jurista y pensador del
derecho Nelson Socorro.
·
En los últimos años se
aprobaron –dice Socorro- una Constitución, una enmienda, 270 instrumentos
legales y cientos de instrumentos sublegales, además de sentencias de rango
constitucional que en su conjunto cambiaron la base misma de la
constitucionalidad, dando lugar a un “nuevo Derecho” cuyos fundamentos niegan
los ordenamientos legales del mundo civilizado.
·
Pudiera pensarse que
una élite de excelsos juristas ha tomado por asalto a Venezuela para enseñar al
mundo el Derecho del futuro. El problema es que este asalto nos ha devuelto a
una etapa oscura de la civilización. El fundamento del poder es divino. Las
autoridades no responden de sus actos. Hostil al hallazgo de la división del
Poder, el antiderecho hace del vicio de su concentración una insólita “virtud”,
para que de sus entrañas fluya la dictadura.
Para cumplir con la obligación de profundizar en el
conocimiento del drama venezolano, tomar medidas que contribuyan a superarlo y
escuchar informes serios y documentados acerca de sus agresivas deformaciones
ha llegado a Venezuela Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos y tradicional luchadora en defensa de tales derechos
y del progreso continental, quien, con la seriedad del caso, ha venido
trabajando la situación de Venezuela, testimonio de lo cual son las importantes
consideraciones de su personal técnico, vertidas en cuando menos dos informes
preliminares
Su visita ha sido recibida con notable interés por las
instituciones democráticas reconocidas en el país y el mundo, incluidas las
estranguladas universidades y el ilustrado pensamiento que reúnen las
mencionadas organizaciones civiles, los partidos democráticos y esa amplia
mayoría que lucha por el estado de derecho, la verdadera inclusión y la urgente
prosperidad.
Todos hubieran querido que se prolongara la estada de
la Alta Comisionada. Pero el tiempo es
corto, aunque la esmerada organización civil y democrática y la propia
Comisionada han extremado sus movimientos con el fin de recoger una síntesis
apropiada de las dimensiones de la crisis. Con la atención universal sobre
nuestra abrumada realidad y la musculatura organizacional proporcionada por la
constante expansión de la organización democrática, Bachelet dejará una
estupenda huella en el camino hacia la libertad de Venezuela.
Américo
Martín
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