Gladys Socorro 26 de junio de 2019
@gladyssocorro
Razón
tenía mi abuela cuando decía que el muerto y el arrimado a los 3 días hieden.
Ella no tenía instrucción académica pero sí la vasta sabiduría que sólo se
adquiere en la universidad de la vida. Los hechos hoy demuestran que mi vieja
no tenía nada que envidiarle a los ilustrados Newton, Galileo ó Copérnico. ¡No,
que va! Tan cierto como la Ley de Gravedad, como que los días mueren, que el
mundo gira y que el sol sale por el este y se oculta por el oeste; así de
cierto es que el muerto y el arrimado a los 3 días hieden.
Este
dicho, que proviene de la más genuina expresión popular, es el fiel retrato de
los venezolanos en la diáspora. A estas alturas todos los organismos
internacionales, Estados Unidos y más de 56 países en el mundo se conduelen de
nosotros, denuncian el rápido y profundo deterioro de las condiciones humanitarias,
políticas, económicas, sociales y de derechos humanos provocado bajo el mandato
de Chávez, en primera instancia, y elevado a niveles sin precedentes con
Nicolás Maduro, pero ya hedemos, estorbamos, somos una carga que no están
dispuestos a seguir manteniendo.
Cada
vez más países están poniendo barreras para impedir que el flujo migratorio
venezolano llegue a sus tierras. Los nuevos en la lista son Chile y Perú, que
ahora exigen una visa para poder entrar. Ecuador también hará lo propio en las
próximas semanas, una vez concrete su salida de Unasur. Anteriormente ya lo
había hecho Panamá y seguramente, Colombia pronto implementará algo similiar
por ser el país más afectado por el éxodo masivo tricolor. Y no les quito
razón, están en todo su derecho de resguardar a sus connacionales. Sus sistemas
de salud, educación y servicios públicos han colpasado. Si ya no tenían
capacidad para cumplirle a su gente, imagínense después de recibir una
estampida desproporcionada de migrantes que se cuenta en cientos de miles y que
promete con acelerarse aún más ante la inestabilidad política que pareciera no
tener fin dentro de nuestras fronteras.
Colombia
da cuenta de la entrada de 2 millones de venezolanos, mientras que en Perú,
segundo país más afectado con la diáspora venezolana, suman 750.000. Puestos
relevantes ocupan también Ecuador, con 300.000 y Chile con 228.000. Según
estimaciones de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los
Refugiados, Acnur, 4 millones de venezolanos han huido de la crisis sin
precedente que se vive en Venezuela, convirtiéndose en uno de los grupos de
poblaciones desplazadas más grandes del mundo. Se estima que de continuar la
pugna política interna, a esta escandalosa y preocupante cifra se le sumen 2
millones más al cierre de este año.
Sin
embargo, lo que al mundo no se le puede olvidar nunca es que Venezuela siempre
los ha apoyado cada vez que la han necesitado. Entre 1948 y 1961 le abrimos las
puertas a 800.000 desplazados de España, Portugal e Italia que dejaban sus
tierras por las graves secuelas de la segunda guerra mundial; más adelante,
durante el boom petrolero de los años 70, le dimos cobijo a chilenos,
argentinos y uruguayos que huían de las dictaduras instauradas en sus países, y
en lo sucesivo a peruanos, ecuatorianos, dominicanos y colombianos que
escapaban, algunos de grupos violentos irregulares, y otros de la crisis
económica que los asfixiaba.
Hoy
el caso Venezuela se debate entre la realidad y la retórica, entre el deber ser
y lo que es, entre la teoría y la práctica. Las dilaciones diplomáticas acortan
la vida de muchos, y las recientes medidas migratorias asumidas por países de
la región atentan en contra de la supervivencia de miles. Bien lo dicen voceros
de Acnur: “la mayoría de los venezolanos que huyen de su país se encuentran en
necesidad de protección internacional como personas refugiadas. Reiteramos el
llamado a los Estados a permitir el acceso de venezolanos a sus territorios y
provisión de protección porque sus vidas, seguridad o libertad se vieron
amenazadas por circunstancias que están perturbando gravemente el orden público
en Venezuela”.
Reitero
mi respeto al derecho que tiene cada país de defender sus espacios y controlar
la entrada de extraños en sus territorios, pero ante la magnitud de la tragedia
venezolana me pregunto: ¿por qué algunos gobiernos se muestran tan indignados
cuando se habla de la opción militar, pero guardan silencio ante la barrera
infranqueable que ponen algunos para cerrarle las puertas a quienes huyen de su
país en resguardo de sus vidas? ¿Acaso no es más inmoral e hipócrita aquel que
obliga a sus hermanos a morir de hambre, por falta de medicinas o torturados al
negarles una posibilidad de protección? Pongamos nuestras barbas en remojo.
Lamentablemente hoy nos tocó a nosotros, los venezolanos, suplicar por
compasión mundial. Ojalá nadie deba pasar por lo mismo nunca más, porque como
decía mi abuela, el muerto y el arrimado a los 3 días hieden.
Gladys
Socorro
@gladyssocorro
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