Por Simón García
Si a buen ver vamos, en
Venezuela existe unidad de las fuerzas democráticas de cambio. No es
satisfactoria, porque al tener como base la representación en el parlamento, no
incluye a partidos sin diputados. Por distinta razón, también se mantienen por
fuera los opositores extremistas, partidarios de medios no democráticos.
Esa es la diversidad actual
de la oposición. El desafío es lograr que esos bloques, aun actuando
separadamente, encuentren una zona de acción común para reconquistar la
democracia. Los que proponen que cada bloque luche por su visión particular, lo
que piden es llegar a donde estamos.
El sentido común indica que
lograr un grado mínimo de unidad de acción y reglas sagradas para tenerse
confianza y ser eficaces en la obtención de los objetivos compartidos es el
primer deslinde con nuestro cultural egoísmo político. Esa unidad, aún
imperfecta, es una estaca que el régimen teme.
El segundo deslinde es con
la ficción de un tercer polo que nos haría más débiles y vulnerables a todos.
El tercero con el fatal espejismo de un inexistente líder sustituto de Guaidó.
El cuarto, con la sustitución del centro de conducción plural y no monopólico.
Los objetivos unitarios son
los que necesita y quiere la mayoría de la población: salir de Maduro, actuar
para reducir sacrificios y males a la población, tener un gobierno honesto y
capaz de iniciar la reconstrucción del país, ir a elecciones libres, con nuevos
CNE. Tres o cuatro puntos cuya realización obligue a todos y sea plataforma de
un Nuevo Entendimiento Nacional.
Un Nuevo Entendimiento
Nacional con eje en una alianza entre partidos y coaliciones de organizaciones
sociales y liderazgos independientes. Es la vía sana para que los actores
sociales contribuyan al fortalecimiento de los partidos democráticos de cambio,
sin ser simples instrumentos de ellos. Una iniciativa para dejar de asociar la
unidad con uniformidad, prohibición de la diferencia o pérdida de autonomía del
cada uno en el uno mayor.
A ratos, la unidad deseable
no es sólo medio sino también fin: uno que haga de la política actividad
ciudadana y no sólo de los que la representan. Uno que funde la política en la
solución de los problemas de la gente y no en la pura lucha entre políticos por
alcanzar el poder. Una que implique que todos los actores cumplan sus deberes
en la reconstrucción del país.
Un fin posible por
coincidencia progresiva en objetivos parciales. No necesariamente en el 100% ni
tampoco permanentemente. Paradójicamente esto puede permitir mayor amplitud,
profundidad y duración. Podría avanzar por acumulación de solución de problemas
como electricidad, agua, transporte público, hospitales o producción de
alimentos.
Un objetivo general y común
de esa política unitaria progresiva consiste en desatar el primer nudo
conflictivo que es la integración de un Gobierno de Unidad Nacional donde estén
equilibradamente representados chavismo y oposición, actores institucionales y
personalidades independientes.
Los otros dos nudos son
también difíciles, realizar elecciones presidenciales libres y realizar
pacíficamente el transito a la convivencia y la reunificación nacional. Pero
son los verdaderos deslindes para afrontar la destrucción y salir de un pasado
que nos expulsa del siglo del mundo. Tan difíciles como posibles, si hay unidad
aunque sea imperfecta.
30-06-19
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