Carlos Vecchio 07 de octubre de 2020
@carlosvecchio
Muchos
se preguntan por qué el Presidente Juan Guaidó no ha terminado con la dictadura
de Maduro. En enero lo acompañé a la Cumbre Antiterrorista 2020 en Colombia.
Durante la conferencia, el Presidente Iván Duque expresó su preocupación cuando
dijo: “muchos especulan sobre por qué el Presidente Guaidó no ha puesto fin a
la dictadura. Esto no debería ser una discusión sobre habilidades personales,
su valentía es bien conocida. Enfrentar una dictadura sangrienta que no conoce
límites es una obra de supremo heroísmo. Todos sabemos que la transición hacia
elecciones libres es nuestro deber colectivo”.
En Venezuela no enfrentamos una dictadura clásica.
Maduro tiene vínculos con organizaciones internacionales narcoterroristas. Una
respuesta adecuada para poner fin a la dictadura es fundamental, no solo para
el pueblo venezolano, sino para la región y el mundo.
Esa necesidad se agudizó con el informe de la Misión
Internacional de Determinación de Hechos sobre Venezuela (FFM, por sus siglas
en inglés), encargado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (16 de
septiembre de 2020).
El informe de la FFM deja claro que hay motivos razonables
para concluir que Maduro, junto con sus ministros de Seguridad y Defensa,
ordenó o contribuyó a la perpetración de crímenes de lesa humanidad,
premeditados y cometidos sistemáticamente a escala masiva.
Funcionarios
activos de Seguridad del Estado venezolano anónimamente contribuyeron con el
informe y acusaron a sus superiores de numerosos delitos. El expediente insta a
que los responsables comparezcan ante la justicia nacional o internacional y
pide a la Corte Penal Internacional investigar los crímenes y hacer justicia
sin demora. Estos son hechos sistémicos y mientras escribo estas líneas
continúan cometiéndose.
El presidente Guaidó, la Asamblea Nacional y el pueblo
de Venezuela han liderado una batalla heroica y épica contra una dictadura sin
escrúpulos dispuesta a todo para permanecer ilegítimamente en el poder. Con el
firme apoyo de Estados Unidos, OEA, Grupo de Lima, Unión Europea y ONU se logró
documentar, denunciar y esclarecer los abusos masivos y sistemáticos a los DDHH
cometidos por Nicolás Maduro y sus secuaces.
La respuesta de la dictadura a la demanda de libertad
y justicia ha sido una escalada de represión y violencia criminal que ha
cobrado la vida de miles de inocentes. Quienes sobrevivieron se vieron
obligados a huir de Venezuela en busca de un refugio seguro. El objetivo de la
dictadura de Maduro es muy claro, como lo sustenta la FFM y lo enfatizó
Francisco Cox, uno de sus miembros: “hay un objetivo claro de eliminar a la
oposición”.
Existe la gran preocupación de que la tragedia, en
pleno desarrollo, del pueblo venezolano se conozca muy poco y demasiado tarde.
Esta preocupación me llevó a dejar mi país en 2014, cuando Maduro ordenó
cobarde e ilegalmente mi encarcelamiento para someterme a un juicio amañado por
mis ideas de lucha, libertad y democracia. Queremos evitar que la historia se
repita, así como la triste y trillada frase: “Lamentamos no haber actuado antes
para detener estos crímenes a tiempo”.
El legítimo Presidente Guaidó llamó a “todos los
representantes de Estados Miembros (de la AGNU75) que asuman la responsabilidad
de asistir al Gobierno legítimo de Venezuela en su misión de proteger al pueblo
venezolano, y considerar una estrategia que contemple escenarios luego de
agotada la vía diplomática”. Como él precisó, “ha llegado el momento de tomar
acciones oportunas y decisivas”.
La tragedia en Venezuela no se puede minimizar ni
ignorar. En su informe más reciente la ACNUDH, Michelle Bachelet, evidenció que
entre enero y agosto de 2020 la dictadura de Maduro asesinó a 2,000
venezolanos. Previamente contabilizó 6,856 inocentes asesinados por agentes de
la dictadura entre 2018 y mayo de 2019.
La tortura del régimen a sus críticos incluye métodos
de asfixia con bolsas plásticas, químicos o “waterboarding” (ahogamiento con
agua), palizas, descargas eléctricas, largos períodos de aislamiento, privación
de agua y alimentos, junto con amenazas de muerte y violencia sexual contra las
víctimas y sus familiares, uso excesivo de la fuerza durante protestas
pacíficas que resultaron en cientos de muertes, tortura psicológica con
privación sensorial, luz las 24 horas, frío extremo y desnudez forzada. Esto habla
mucho de la gravedad de la situación y es probable que cualquiera de los 334
presos políticos restantes todavía esté soportando estas torturas documentadas.
La muerte del capitán Rafael Acosta Arévalo, quien
sucumbió a sus heridas momentos después de ser llevado ante un juez, es reflejo
de este terror. Tenía 38 heridas graves en el cuerpo, sus hematomas eran tan
serias que los analistas forenses compararon sus heridas con las de una víctima
de terremoto aplastada por un edificio.
Es hora de hacer valer la autoridad de Naciones
Unidas, en su 75 aniversario. Lamentablemente, la diplomacia no avanza a la
velocidad y la solidaridad que necesita un pueblo venezolano que sufre.
Clara y enfáticamente decimos que es hora de detener
esta tragedia humanitaria que está ocurriendo en el hemisferio occidental. Los
venezolanos necesitamos el apoyo decisivo de la comunidad internacional para
proteger a millones de inocentes vulnerables y victimizados por la dictadura
más brutal y sangrienta jamás vista en la historia de Latinoamérica. Los países
de nuestra región y Europa, sus respectivas organizaciones regionales e
internacionales, pueden hacer mucho más para ayudarnos a recuperar el respeto
de los DDHH, el estado de derecho, la libertad y la democracia.
Es una obligación moral compartida proteger la vida y
la libertad del pueblo venezolano, poniendo fin a la dictadura de Maduro y su
tiranía.
Carlos
Vecchio
@carlosvecchio
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico