Por Vladimiro Mujica, 27/06/2013
El tema es tan importante para la sociedad
venezolana que es necesario insistir. Lo que está en juego en el actual
conflicto universitario es la decisión de un sector talibán del oficialismo de
imponer a como dé lugar un modelo de pensamiento único en las instituciones de
educación superior del país. La hojita de parra que durante años mantuvo el
chavismo para alcanzar lo que consideran un objetivo inalienable de la
revolución se ha caído, y lo que queda es la conducta brutal que combina la
violación descarada de la Constitución y las leyes del país con el terror
sembrado por las hordas vandálicas de motorizados y bandas armadas que han
atacado la UCV y otras instituciones.
En un sentido muy profundo, la universidad
que defiende el chavismo es una institución confesional, donde a los
estudiantes se les exige un juramento de fidelidad a la doctrina socialista y a
los principios revolucionarios. Si uno logra vencer la repulsión casi física
que se siente al escuchar a nuestros jóvenes graduados, por ejemplo, del
programa de médicos comunitarios integrales proferir un voto de alineación
mental, de abandono de la libertad de pensar a cambio de un título y la ayuda
del Estado para sus estudios, verá con claridad el verdadero horror de lo que
nos espera si esta pelea decisiva del oscurantismo contra la libertad se pierde
en Venezuela. Por supuesto que esto no es una crítica a nuestros jóvenes,
algunos obligados, algunos adoctrinados, que participan en estos programas como
su única opción para avanzar, sino para quienes pretenden castrar la libertad
de pensar en nombre de un programa de poder inviable y corrupto.
Como se enfatizó en el reciente acto de
lanzamiento de la Alianza Social por la Defensa de la Educación Democrática, el
conflicto no se restringe al ámbito universitario sino que involucra a todos
los niveles de educación en nuestro país. El totalitarismo mental defendido por
el chavismo y sus herederos no se detiene ante las puertas de la universidad,
sino que pretende extender sus tentáculos a todos los ámbitos del sistema
educativo. Se trata en definitiva de imponer la hegemonía de pensamiento desde
las aulas de clase, a nuestros niños y jóvenes. Por eso se reescribe la
historia, por eso se cambian los símbolos patrios, por eso se enseñan cuentos
infantiles cubanos. Estamos pues frente al intento más peligroso que cabe
imaginarse por imponer la colonización mental de nuestra gente manejada por una
oligarquía que no tiene ningún respeto por el talento y, si a ver vamos,
tampoco por nuestra historia o nuestra propia identidad como nación. Frente al
grito desaforado de Elías Jaua de que tenemos patria y que por tanto qué nos
importa el papel tualé (no se si se escribe así), conviene preguntarse:
¿Estamos hablando de la misma patria? La universidad que pretende el chavismo
más troglodita es la universidad del partido.
Una universidad destinada a formar cuadros
políticos para la revolución y no hombres de pensamiento libre. A ella hay que
oponerle la defensa de la universidad del pueblo. Una que está obligada a
renovarse para responder a su compromiso con la sociedad venezolana pero que en
este momento todos debemos defender.
Mucha gente se pregunta por qué las protestas
de los brasileños sí son escuchadas por su gobierno y las de los venezolanos
son ignoradas por un gobierno que pretende gobernar solamente para una mitad
del país. Debajo del país rojo vive un país multicolor que grita que Venezuela
somos todos y que exige que los destinos del país se discutan.
La diferencia con Brasil, entre muchas, es
que el gobierno allá no controla todas las instituciones y tampoco pretende
arrogarse la representación del pueblo, a pesar de que ha hecho mucho más por
combatir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de la gente que el
gobierno venezolano.
Quizás haya que insistir en que quienes no
escuchan necesitan ser sacudidos por la fuerza de la rebeldía pacífica y
democrática que cada vez se respira más en la conducta indómita de nuestros
estudiantes. Quizás en algún momento tendremos éxito en construir una narrativa
del país posible que verdaderamente capture la imaginación de la gente y que
obligue a la oligarquía chavista a negociar con la otra mitad del país la
conducción de los destinos de Venezuela. A la búsqueda de un lenguaje que la
gente entienda sobre la importancia de que la universidad no se pierda
contribuye que el liderazgo de la alternativa democrática, encabezada por
Capriles, haga suyo este conflicto decisivo para el país.
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