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lunes, 1 de julio de 2013

La universidad del partido


Por Vladimiro Mujica, 27/06/2013

El tema es tan importante para la sociedad venezolana que es necesario insistir. Lo que está en juego en el actual conflicto universitario es la decisión de un sector talibán del oficialismo de imponer a como dé lugar un modelo de pensamiento único en las instituciones de educación superior del país. La hojita de parra que durante años mantuvo el chavismo para alcanzar lo que consideran un objetivo inalienable de la revolución se ha caído, y lo que queda es la conducta brutal que combina la violación descarada de la Constitución y las leyes del país con el terror sembrado por las hordas vandálicas de motorizados y bandas armadas que han atacado la UCV y otras instituciones.

En un sentido muy profundo, la universidad que defiende el chavismo es una institución confesional, donde a los estudiantes se les exige un juramento de fidelidad a la doctrina socialista y a los principios revolucionarios. Si uno logra vencer la repulsión casi física que se siente al escuchar a nuestros jóvenes graduados, por ejemplo, del programa de médicos comunitarios integrales proferir un voto de alineación mental, de abandono de la libertad de pensar a cambio de un título y la ayuda del Estado para sus estudios, verá con claridad el verdadero horror de lo que nos espera si esta pelea decisiva del oscurantismo contra la libertad se pierde en Venezuela. Por supuesto que esto no es una crítica a nuestros jóvenes, algunos obligados, algunos adoctrinados, que participan en estos programas como su única opción para avanzar, sino para quienes pretenden castrar la libertad de pensar en nombre de un programa de poder inviable y corrupto.

Como se enfatizó en el reciente acto de lanzamiento de la Alianza Social por la Defensa de la Educación Democrática, el conflicto no se restringe al ámbito universitario sino que involucra a todos los niveles de educación en nuestro país. El totalitarismo mental defendido por el chavismo y sus herederos no se detiene ante las puertas de la universidad, sino que pretende extender sus tentáculos a todos los ámbitos del sistema educativo. Se trata en definitiva de imponer la hegemonía de pensamiento desde las aulas de clase, a nuestros niños y jóvenes. Por eso se reescribe la historia, por eso se cambian los símbolos patrios, por eso se enseñan cuentos infantiles cubanos. Estamos pues frente al intento más peligroso que cabe imaginarse por imponer la colonización mental de nuestra gente manejada por una oligarquía que no tiene ningún respeto por el talento y, si a ver vamos, tampoco por nuestra historia o nuestra propia identidad como nación. Frente al grito desaforado de Elías Jaua de que tenemos patria y que por tanto qué nos importa el papel tualé (no se si se escribe así), conviene preguntarse: ¿Estamos hablando de la misma patria? La universidad que pretende el chavismo más troglodita es la universidad del partido.

Una universidad destinada a formar cuadros políticos para la revolución y no hombres de pensamiento libre. A ella hay que oponerle la defensa de la universidad del pueblo. Una que está obligada a renovarse para responder a su compromiso con la sociedad venezolana pero que en este momento todos debemos defender.

Mucha gente se pregunta por qué las protestas de los brasileños sí son escuchadas por su gobierno y las de los venezolanos son ignoradas por un gobierno que pretende gobernar solamente para una mitad del país. Debajo del país rojo vive un país multicolor que grita que Venezuela somos todos y que exige que los destinos del país se discutan.

La diferencia con Brasil, entre muchas, es que el gobierno allá no controla todas las instituciones y tampoco pretende arrogarse la representación del pueblo, a pesar de que ha hecho mucho más por combatir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de la gente que el gobierno venezolano.

Quizás haya que insistir en que quienes no escuchan necesitan ser sacudidos por la fuerza de la rebeldía pacífica y democrática que cada vez se respira más en la conducta indómita de nuestros estudiantes. Quizás en algún momento tendremos éxito en construir una narrativa del país posible que verdaderamente capture la imaginación de la gente y que obligue a la oligarquía chavista a negociar con la otra mitad del país la conducción de los destinos de Venezuela. A la búsqueda de un lenguaje que la gente entienda sobre la importancia de que la universidad no se pierda contribuye que el liderazgo de la alternativa democrática, encabezada por Capriles, haga suyo este conflicto decisivo para el país.



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