Por Yusnaby Perez,
05/05/2014
Se
habla mucho de lo difícil que es vivir en Cuba con el salario que paga el
Estado, y de las mil y una maneras en que las personas “resuelven” para llegar
a fin de mes… Están los que tienen un pariente fuera que les manda dinero de
vez en cuando; están los que roban del centro de trabajo en perfecta
coordinación con el resto del personal, están los que tienen un segundo trabajo
por la “izquierda”, están los que cobran un “regalito” por acelerar una
gestión, están los que se prostituyen, están los que trabajan para embajadas y
ganan su sueldo en divisa, están los que se dedican a actividades delictivas…
Sin
embargo hay muchas familias cubanas que, por convicción o por falta de
oportunidades, no tienen medios para suplementar sus salarios. ¿Cómo vive una
familia que depende únicamente de un sueldo estatal?
Recientemente
conocí a Ana Fernández, profesora de una escuela primaria en Centro Habana y
madre soltera de dos hijas, una de siete y otra de ocho años. Ana no recibe
remesas ni tiene otra entrada de dinero que no sea su salario estatal: 439
pesos cubanos al mes (aproximadamente 18 dólares).
Cada
noche en la mesa de Ana hay algo de comida. La libreta de abastecimiento les
garantiza algo de proteína para siete días al mes. El resto debe ingeniárselo
casi que por arte magia.
“Paso
dificultades, pero sobrevivimos gracias a lo que yo llamo la dieta de la croqueta
y el perrito”- Me comentaba Ana.
En
algunos puntos de La Habana, conocidos como “Mercomar”, venden croquetas de
pescado de agua dulce. Se compran en paquetes de 10 unidades a un precio de 5
pesos cubanos. La comida casi diaria por las noches es croqueta con un poco de
arroz.
El
“perrito” también es otro integrante de la dieta de esta familia. Es una
salchicha de carne de cerdo, grasa y conservantes. Cada perrito cuesta 3 pesos
cubanos; se fríe y se acompaña igualmente con arroz; se sirve uno por persona
al igual que las croquetas.
“Casi
todos los días comemos croqueta y arroz, el día que hay perrito es fiesta y
cuando hay pollo es Navidad”- Comentaba Ana mientras me mostraba su congelador
casi vacío donde sólo había un recipiente con hielo.
En
los “Mercomar” a veces venden la masa de la cabeza de la langosta que no sirve
para el turismo, pero a un precio bastante elevado. Otra alternativa a la
proteína es la carne de puerco de venta libre en los agromercados. Hoy día la
libra está a 30 pesos cubanos, por lo que muchos ni siquiera consideran
comprarla.
A
la profesora Ana le preocupa que sus hijas no estén alimentándose de manera
equilibrada. Son pocos los días que en casa se come fruta fresca, y menos aún
los días en que se consume verdura. Tras gastar 60 pesos cubanos con la libreta
de abastecimiento cada mes, en raras ocasiones le alcanza el dinero para
comprar frutas y verduras. De vez en cuando compra plátano burro a 5 pesos la
mano, y arroz a 5 pesos la libra.
Lo
cierto es que los productores alternativos de alimentos, como los agromercados,
muchas veces cuentan con alguna variedad de alimentos (pepino, tomates,
cebollas, pimientos, plátanos; incluso carne de cerdo y embutidos), pero
fácilmente una persona se puede gastar el tercio de su salario comprando
verduras para 1 semana. Frutas como la piña o el mamey son un lujo (una piña
puede costar entre 15 y 20 pesos y un mamey entre 20 y 25).
Para
freír, Ana utiliza manteca de cerdo, una de las grasas más peligrosas, pues
eleva los niveles totales de colesterol en la sangre. Así y todo, le cuesta 20
pesos cubanos la libra y debe ahorrarla. A veces cuando le da tiempo después
del trabajo hace la cola del yogurt de soja, donde compra 1 bolsa a 1 peso, y
esto debe rendirle para el desayuno semanal de sus hijas. Lamentablemente el
yogurt de soja sale a la venta sólo algunos días al mes y está prohibido vender
más de una bolsa por persona.
Otros
artículos necesarios en la dieta como la leche, la carne roja o el aceite, y
otros muchos productos, sólo se pueden adquirir con pesos convertibles en
supermercados estatales. El salario mensual íntegro de Ana daría para comprar
no más de 2 bolsas de 1 kg de leche en polvo. Por lo tanto, este tipo de
productos no están a su alcance.
A
diferencia de otros maestros, ella no infla las notas de sus alumnos a cambio
de unos pesos. El único “extra” que ella recibe son los regalos por el día del
educador el 22 de diciembre, que consisten en pomos de champú, artículos de
limpieza o similares que ella vende y con ese dinero asegura la comida para
celebrar el fin de año con sus hijas. Así es la dieta de la familia de Ana y
muchísimas otras que dependen del salario. Después de pagar la luz, el agua, el
teléfono y el gas, cada centavo restante es indispensable.
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