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sábado, 3 de mayo de 2014

Entre el socialismo y la socialización del progreso, Jesús A. González


Por Jesús Alexis González, 02/05/2014

A manera de introito abordemos un marco conceptual. Socialismo: es un modo de relaciones sociales de producción centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que tiene como base fundamental la recuperación del valor del trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos (Ley Orgánica del Poder Popular). Socialización: promover las condiciones sociales que, independientemente de las relaciones con el Estado, favorezcan en los seres humanos el desarrollo integral de su persona. (Real Academia Española). Progreso: significa etimológicamente (del latín progressus) la acción de ir hacia adelante. El progreso de la sociedad se vincula con el conocimiento (capacidad intelectual de la población) puesto al servicio de la comunidad con el objeto de mejorar la calidad de vida de sus miembros; es decir, satisfacer sus proyectos de vida, sus necesidades fundamentales y más.

De igual modo se hace pertinente una ligera visión retrospectiva referida a cómo era Venezuela. En la década de los 50 la inflación en nuestro país era inferior a la de Estados Unidos (hoy somos la más alta del mundo); en 1958 el ingreso per cápita del venezolano equivalía a 78% del ingreso per cápita en USA mientras que en la actualidad está por debajo del 10% del ingreso promedio estadounidense, con el agravante que desde 1960 la población ha crecido a un ritmo mayor que la economía. A principio del 60 había más inversión USA en Venezuela que en todo el resto de América Latina, e igualmente nuestras exportaciones petroleras representaban más del 60% del comercio petrolero internacional; por otra parte, el bolívar mantuvo su condición de moneda dura durante unos 82 años (1879-1961) en razón a que durante ese lapso conservó su valor de un gramo de oro. En 1998 existían en nuestro país alrededor de 11.500 industrias, mientras que en la actualidad su número no supera las 6.800 con la consecuente caída del empleo en cifra superior a los 620.000 puestos de trabajo. Desde otro ángulo ha de resaltarse que Venezuela ha transitado por 26 Constituciones, y en lo específico a la de 1961 adquirió una orientación socialista al incorporar un amplio abanico de derechos sociales; mientras que los artículos referidos al hecho económico se suspendieron durante 30 años, es decir, a partir de ese momento el modelo económico quedó atado a la presión gubernamental.

El escenario antes descrito (que suponemos leído con tristeza) nos refleja que el Estado venezolano descuidó la formación de capital humano y físico, lo cual se tradujo en un impedimento para el crecimiento y modernización del aparato productivo; induciendo que partir de los 80 se agotara el modelo económico reinante dando paso a la antieconómica y mortal política monetaria (magnificada a partir del 2000) generadora de una indeseable masa de dinero en circulación (fundamentalmente inorgánico) que repercutió (y repercute) en distorsiones y desequilibrios macroeconómicos; lo cual facilitó y propició una creciente participación del Estado en la vida económica (olvidando que generalmente el Gobierno no es la solución sino el problema) con obvia intención por alcanzar desde 1999 una economía centralizada en manifiesto desacato a la historia que ha demostrado que no es Misión del Estado intervenir directamente en la economía. De igual modo se ha renunciado  a la premisa que el progreso y prosperidad de la economía requiere de una estabilidad de los precios y de una moneda fuerte; en un entorno de constante aumento de la productividad y de un elevado rendimiento económico-social. Dentro del campo de la obviedad se hace menester referir que la elevación del nivel de vida responde más a problemas de producción y productividad que a problemas de distribución, dando por válido que la solución no es dividir eficientemente un escaso producto social sino multiplicar dicho producto para poder afectar favorablemente a una mayor cantidad de población, en el entendido que el fin ulterior de la economía  es liberar al ciudadano de la estrechez material. De igual modo ha de resaltarse que las transferencias de renta que se procura mediante programas sociales son sólo posibles y duraderas en el tiempo si descansan sobre la base de un producto social progresivo (economía productiva).

Habida cuenta de la preocupación por nuestra Venezuela, nos permitimos una muy breve visión crítica de su presente. En general se observa que hemos perdido el rumbo del progreso,  a consecuencia de una caída del progreso humano ante la imposibilidad de satisfacer sus necesidades, incluida la movilidad social y una mejor calidad de vida, a la luz de un crecimiento económico con marcados altibajos, de una tendencia decreciente en la generación de empleo y de una escasa producción de riqueza, a pesar de los cuantiosos ingresos recibidos por concepto de renta petrolera en los últimos  años.

Concluimos con una cita: “No te metas tú, Estado, en mis asuntos, sino dame tanta libertad y déjame tanta parte del fruto de mi trabajo que pueda yo mismo organizar mi existencia, mi destino y el de mi familia”.


Econ. Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com

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