P. Juan José
Paniagua 05 de abril de 2015
Evangelio: Juan 20,1-9
El
primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando
aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue
donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les
dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos,
pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al
sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó
también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el
suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con
las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta
entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre
los muertos.
Reflexión:
Hoy
celebramos la Resurrección de Cristo. Hoy Jesús ha vencido a la muerte. Y Jesús
resucita porque quiere que le creamos. Nadie más que Dios podía vencer a la
muerte. Viene el Señor a llenarnos de esperanza.
Y
nos invita a que creamos, a que le creamos a Él, que levantemos la mirada, que
no nos dejemos aplastar por la roca inmensa que cubría el sepulcro. Por eso
también nosotros necesitamos que el Amor se nos aparezca y nos diga: “¿Por qué
buscan entre los muertos al que está vivo? Jesús ha resucitado.”
Esa
es la invitación en este Domingo de Resurrección: Creerle al Señor. Porque la
fe no es solo creer que Jesús existe. Es sobre todo creerle a Él, creer en su
obra, en su camino y en sus planes.
Como
nosotros que, muchas veces, hay personas que ni conocemos pero creemos en sus
obras y confiamos en ellas. Por ejemplo, cuando uno está en un templo, nadie
conoce al ingeniero que lo construyó el templo, pero confían en que este hombre
sabía lo que hacía y que por lo tanto van a entrar al templo y el techo
no les va a caer encima.
O
cuando uno se sube a un avión. Todos confían en que el avión va a despegar y va
a volar y no se va a estrellar. No es que antes de subirte al avión estás
pidiendo los planos de la nave para calcular el peso que tiene, la
envergadura de las alas, la potencia del motor y sacar tus cálculos para
ver si efectivamente se va poder elevar o no. Eso significa tener fe.
No
solamente es creer que en la persona, que la persona existe. La fe no es
solamente creer en Dios porque hasta el diablo cree que Dios existe. Hasta
quizás cree más que nosotros, lo ha visto cara a cara.
La
fe en realidad es creerle a Dios. Es confiar en Él, es confiar en sus promesas.
Es subirnos a su avión, es meternos en su templo sin miedo, sin pedirle que
primero nos muestre los planos. Eso sería absurdo. Es comprometernos con Él.
Por eso Jesús ha resucitado.
Eso
fue lo que hicieron los apóstoles. Escucharon el testimonio asombroso de las
mujeres que Jesús había resucitado y dice que fueron corriendo. No esperaron ni
un segundo y nos dice el Evangelio que vieron y creyeron.
¡Que
palabras tan poderosas! Creyeron. Miren esto, ¡qué increíble! Ya habían
pasado 3 años con Jesús y recién con Jesús ya muerto, le creen a Él.
Sabían
perfectamente que Jesús existía, pero recién creen en sus palabras. Eso es
tener fe. Es jugársela por Dios, es darle todo. Por eso te pregunto a ti el día
de hoy: ¿Cómo has vivido esta Semana Santa? ¿Te has comprometido? ¿Has hecho
como los apóstoles que fueron, se metieron y creyeron o la hemos vivido de
lejitos nomás esta Semana Santa?
En
estos días, Jesús lo ha hecho todo para que le creamos: ¡Ha resucitado!
Acerquémonos entonces a Él y llenos de Jesús, hagamos como hicieron estas
mujeres y como hicieron luego los apóstoles: salieron a anunciar con alegría a
todo el mundo que Jesús había resucitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico