Trino Márquez 02 de
abril de 2015
@trinomarquezc
Denunciar
la “agresión” imperialista del presidente Barak Obama se ha convertido en la
nueva obsesión del gobierno de Nicolás Maduro. Con ella busca obtener algunos
laureles nacionales e internacionales. Aspira a llegar a la Cumbre de Panamá
como el nuevo Fidel Castro montado sobre un legajo de firmas recogidas con
amenazas y chantajes de los organismos del Estado.
No
se trata de una obsesión espontánea, desde luego, sino de una apuesta fríamente
calculada. No es el ánimo patriota que animaba a los próceres de la
Independencia lo que está detrás de la alharaca patriotera, sino el deseo de
darle al alicaído mandatario un barniz de grandeza y dignidad del cual carece.
Su lucha antiimperialista representa una tabla de salvación para rescatarlo de
la tormenta en la que metió al país producto de su proverbial ineptitud. Firmar el reclamo contra Obama significa
pasar a integrar el combo que teje la cortina para que el gobernante venezolano
esconda su incapacidad.
La
gestión de Maduro es deslucida. Carece del encanto que tuvo su predecesor y
“padre”. Hay que construirle una leyenda y asignarle un objetivo que le dé trascendencia a tanta
mediocridad. El objetivo lo encontró: rescatar la soberanía nacional y
reafirmar la independencia nacional frente a los intentos de vasallaje
imperial. ¿Es esto verdad? Para nada. Maduro ha aumentado la dependencia comercial
con respecto a los Estados Unidos. El único producto importante que el país
exporta y el único que genera divisas es el petróleo. El crudo que se vende va
en su inmensa mayoría para la nación del norte. Algo más de 900.000 barriles
salen diariamente para USA. Maduro se cuida de decir esta verdad. Sus piruetas
antinorteamericanas son florales. Firmar contribuye a alimentar el fariseísmo
de unos señores que pretenden ganar popularidad interna e internacional cuando
en realidad saben que sin los Estados Unidos no pueden mantenerse en el poder,
y que ellos necesitan mucho más a los gringos, que estos a los rojos.
El
decreto de Obama se dirige específicamente contra unos funcionarios que
violaron los derechos humanos durante las protestas de 2014. Esos excesos
fueron públicos y notorios. Los medios de comunicación nacionales e
internacionales mostraron en numerosas oportunidades cómo los agentes de la
Guardia Nacional, de la Policía Nacional y del SEBIN se ensañaban contra
jóvenes desarmados, y cómo la Fiscalía justificaba el encarnizamiento. Este
aspecto esencial del decreto de Obama ha sido soslayado por el gobierno de
Maduro. Ninguno de sus seguidores, incluida la Fiscal General y el Defensor del
Pueblo, se han referido a la nuez del asunto. Para ellos, obviamente, no hubo
violación de los derechos humanos el año pasado. Todo transcurrió en total
normalidad. Algunos de los responsables directos de que los actos de barbarie
cometidos ni siquiera deben ser señalados. Sin embargo, los alcaldes Daniel
Ceballos y Enzo Scarano fueron destituidos de forma arbitraria y encarcelados,
a pesar de que sus esfuerzos se encaminaron a evitar que la violencia se
desbordara. Firmar la carta antiimperialista contribuye a ocultar la violación
de los derechos humanos por parte del gobierno, darles un voto de confianza a
esos funcionarios que aparecen mencionados y justificar los atropellos contra
Ceballos y Scarano.
Los
problemas reales del país –inflación, desabastecimiento, escasez, inseguridad,
deterioro de los servicios públicos, corrupción- no han sido provocados por los
Estados Unidos. Todo lo contrario. El mercado seguro que representa este país
para nuestro principal producto de exportación, ha contribuido a evitar que la
abrupta caída de los precios del crudo durante el último año tenga
consecuencias aún más negativas para los venezolanos. Imaginemos por un momento
que USA se comportara como República Dominicana u otros países de Petrocaribe,
que no pagan la factura petrolera, o lo hacen tardíamente y con enormes
descuentos (para no mencionar a Cuba, que es un caso excepcional de
zanganería). Venezuela estaría hundida en la peor de las miserias. Las colas
que vemos no serían sino pequeños contratiempos frente al desastre que sufriría el país. Firmar la
carta antiimperialista es lo mismo que morder la mano de quien nos da de comer
y darle artificios a Maduro para que enmascare los problemas que ha creado,
amortiguando las consecuencias de sus graves errores, entre ellos haber
destruido a PDVSA.
Piense
en Venezuela. Sea un verdadero patriota. ¡No firme!
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