El poder adquisitivo del venezolano se
ha reducido considerablemente en el último año. A pesar de los aumentos del
salario mínimo, el dólar, que el común de los venezolanos logra comprar, se ha
encarecido rápida y fuertemente.
La gente siente que el bolívar no vale
nada. A pesar del control de cambio, ese dólar innombrable ha hecho que el
bolívar se haya devaluado en casi 500% en los últimos doce meses; y en sólo 12
días en mayo, se depreció poco más del 50%.
Esta acelerada devaluación, ha impulsado
la inflación (estimada en más de 100% para este año) por efecto de una
indexación de los precios a ese dólar negro. En cambio, los salarios de los
venezolanos no están dolarizado como los precios.
Frente a esta situación, se viene
suscitando un debate sobre la conveniencia de la dolarización, al estilo de
Ecuador.
Conversamos con el economista Asdrúbal
Oliveros, de EcoAnalítica, para revisar los pro y los contra de esta
controversial medida.
—¿Qué
es la dolarización?
—El tema de la dolarización lo tienes
que ver con varias premisas. La primera, es una opción de política. Tampoco se
puede satanizar. En economía existen diversas opciones de política y cada una
tiene ventajas y desventajas.
A los hacedores de política les toca
evaluar, dependiendo de las características de cada país, cuál es la mejor
opción de política, la óptima. Ese es el gran trabajo de los hacedores de
política económica.
La dolarización tiene una gran ventaja.
Por eso tiene en ciertos círculos mucha popularidad en Venezuela. Es que
efectivamente logra, en un tiempo bastante rápido, reducir la inflación.
Es una medida que en principio parece
sencilla. Sustituir una moneda por otra. No implica mayores esfuerzos y al
asumir el que sea el emisor, en este caso una moneda de amplio respaldo como lo
es dólar, aunque también lo pueda ser el euro, efectivamente las expectativas
de inflación se van equiparando a esos estándares internacionales.
Dado que en Venezuela hay una
aceleración inflacionaria brutal, la gente lo ve como una salida rápida.
Además, porque justamente al asumir que sea la moneda de otro país, renuncia la
nación a emitir su propia moneda y pierde sentido la actuación de un banco
central y de la política monetaria.
Ese es un poco el descontento.
—¿Porqué
duda de que efectivamente la dolarización sea la mejor opción de política para
Venezuela?
—En parte, principalmente, por nuestra
naturaleza rentística, y por la significación que tiene para la economía
venezolana el petróleo.
El petróleo representa más del 97% de
nuestros ingresos. Tenemos una dependencia muy cargada. El petróleo es el
commodity —la materia prima— más volátil de todas. Verbigracia, hace un año
estaba (el precio) por encima de los 90 dólares, ahora estamos entorno a los 50
dólares.
Venezuela no tiene hasta ahora
mecanismos que permitan estabilizar o hacer frente a esos vaivenes, a esos
elementos de volatilidad. De hecho, históricamente eso ha sido parte de la
discusión, cómo Venezuela logra sobreponerse a la volatilidad del precio
petrolero.
El tema es que, al dolarizar, tienes una
economía desnuda. Abres totalmente tu cuenta capital a la libre movilidad de
capitales y se exacerba esa volatilidad en tu principal ingreso y tu fuente de
acceso al dólar.
Eso por supuesto te va a generar otros
problemas en materia macroeconómica, no necesariamente asociados al tema de la
inflación.
—¿Y
la política monetaria?
—Al renunciarse a hacer política
monetaria y quedar supeditado a los Estados Unidos, puedes tener las mejores intenciones
de la Reserva Federal y de su directora, pero el tema es que la Reserva Federal
hace política monetaria para los EEUU y para lograr estabilizar precios o
lograr bienestar en ese país.
No necesariamente, esos objetivos de
política de los EEUU, son los mismos objetivos que tengas acá. Quedas a merced
de una política monetaria que puede ser contraproducente y no se tiene manera
de zafarte de ese tema, porque efectivamente has asumido el dólar.
El otro punto, es que en Venezuela tiene
que darse una discusión más amplia. No es solamente resolver el problema de la
inflación, que es lo que creo que le preocupa a la gente, sino un poco de
cuáles son las reformas que tienen que darse para tener una estabilidad
macroeconómica y, adicionalmente, para restablecer la capacidad del Banco
Central de Venezuela (BCV) con la finalidad de reducir la inflación y hacer
política monetaria.
Lo que ha hecho el BCV en los últimos
años, no te incapacita para decir que no es necesario el tema.
Creo que también hay unas estructura de
incentivos, que se han creado, que pueden ser cambiadas y que te pueden llevar
a otro set de políticas muy diferentes a las que tienes en Venezuela. Para eso
tienes ejemplos de países latinoamericanos que no han renunciado a sus moneda y
que tienen estabilidad de precios como Colombia, Perú y México. No
necesariamente son suizos o vas a pensar que son mejores sociedades que
nosotros.
—¿Qué
ha pasado en esos países?
—Han ocurrido cambios institucionales
que han blindado instituciones como el banco central y la política fiscal. Eso
es un elemento clave.
—¿Cómo
serían los costos de la dolarización?
—Hacer la dolarización en estos momentos
implicaría unos costos bastante elevados, porque Venezuela está en una posición
muy vulnerable en cuanto a flujo de divisas.
—¿Vas
a dolarizar sin dólares o sin una cantidad suficiente?
—Hay un problema de reservas líquidas
que están por debajo de lo 1.500 millones de dólares. En unos casos están por
debajo de los 1.000 millones. En efecto, en las últimas semanas se han movido
entre 600 y 1.000 millones de dólares. Una posición muy fuerte en oro. Si haces
el proceso de conversión, de los bolívares que circulan en Venezuela contra
esas divisas —incluso la porción que está en oro— el tipo cambio resultante es
bastante elevado y tiene unos niveles de ajuste muy fuerte, en términos de
salario y poder adquisitivo de la gente.
Recordemos que el paralelo está en 400,
pero no toda la economía se mueve a tasa paralela. Hay unos niveles de subsidio
muy fuertes, cada vez menor, pero que todavía existen en términos de diferentes
bienes y servicios. Principalmente, alimentos, medicinas y ciertos servicios,
que hacen que la tasa esté subsidiada.
Un cambio de esta magnitud, vía la
dolarización, genera un costo muy duro para la gente. En la condición actual,
política y social, es una apuesta bastante arriesgada. Es una medida demasiado
drástica para las condiciones actuales que tiene Venezuela.
Luego tienes otros elementos asociados
fuera del ámbito macroeconómico, que son el industrial y el laboral.
Dolarizar no hace desaparecer la
naturaleza de tus empresas, ni las va a hacer más competitivas. Eso te va a
generar en la estructura internacional, una economía que se abre forzadamente,
pero que además no tiene los elementos de competitividad para esa economía.
Igual pasa con la productividad en
Venezuela. Un trabajador que es muy costoso en esos términos, o tiene unos
niveles muy bajos de productividad, para hablar en términos relativos.
El otro peligro que veo, es que puede
llevar a un proceso sutil de voracidad fiscal. Es cierto que cuando dolarizan
–y para los defensores de la política es el argumento que más exponen—ya el BCV
no tiene capacidad de financiar al gobierno, es decir emitir bolívares para que
el gobierno pueda cerrar su brecha fiscal.
En estos momentos, cerca del 60% del
déficit del gobierno es financiado por el BCV. Un número estrambótico que en
parte te explica la aceleración inflacionaria que tiene Venezuela. Pero puede
terminar pasando que, al no existir el BCV, las autoridades fiscales centren su
esfuerzo en dos principales mecanismos: el endeudamiento, para intentar evitar
una caída importante de tu estructura de gastos, y en un proceso que pudiéramos
llamar de extracción interna. Es decir, cobrar más impuestos, con el fin de
sostener mayores gastos fiscales.
El ejemplo de Ecuador, que en estos días
se vende como la gran panacea en términos de dolarización, lo que se está
viendo en ese país es que el gobierno de (Rafael) Correa viene incrementando la
carga impositiva y endeudándose en el exterior —principalmente con China— como
un mecanismo de financiamiento, porque no tiene el banco central.
—¿Qué
implica esto?
—Que no necesariamente dolarizar implica
disciplina fiscal. Lo que pueden cambiar son los mecanismos de cómo se
financian. Pueden ser menos perversos, pero se pueden conseguir otros
mecanismos de financiamiento.
Hemos visto la capacidad del gobierno de
endeudarse de forma ortodoxa y heterodoxa.
—¿Y
en cuanto al tema impositivo?
—En Venezuela, comparativamente con
otros países, el sector privado paga menos impuestos. Con lo cual el Estado
pudiera tener un margen para extraer una mayor cantidad de impuestos.
Eso te perfila, que si no hay un cambio
de paradigma, la camisa de fuerza de la dolarización pueda imponerte disciplina
fiscal. Lo que pueden cambiar son los incentivos y los instrumentos. Pero a su
vez, puede generar otro tipo de problemas. Con lo cual el tema es más grave o
más lento.
—
Algunas medidas alternativas
—La dolarización pareciera ser una
medida extrema y de muy rápida aplicación. Pero si no se cambia la estructura
de paradigmas que tiene la clase política en Venezuela, lo que se tiene son
algunos mecanismos donde el Estado, que es muy poderoso, busque otros
mecanismos para bypassear esa camisa de fuerza. Eso es posible.
—Pero
estamos viviendo una especie de dolarización
—Es muy peligroso lo que estamos
viviendo. Tenemos una dolarización informal. La moneda de curso legal sigue
siendo el bolívar, pero dado la restricción cambiaria y todos los problemas que
estamos teniendo en el acceso a las divisas, cada vez un mayor número de bienes
se viene transando en dólares, o está indexado al valor del dólar negro. Eso
viene creciendo en la economía.
Lo negativo de este proceso informal, es
que no obtienes los beneficios que tiene la dolarización.
Una parte de la economía se está
dolarizando, pero con una inflación que sigue disparada. Ese es uno de los
elementos que estamos viendo en esta coyuntura.
—¿Están
dadas las condiciones para la dolarización?
—No. Todavía es posible corregir los
desequilibrios que tiene Venezuela con medidas menos drásticas que una
dolarización.
El peligro que se tiene con la
dolarización, son las condiciones que se están sembrando para que se de un
proceso hiperinflacionario. Ese es un peligro latente que no hay que despreciar
en estos momentos, es una amenaza certera de riesgo de hiperinflación.
Una vez que se entra en esa
hiperinflación, probablemente la opción más rápida de detenerla se la
dolarización, porque ensayar otro tipo de política, implicaría decisiones más
lentas.
Todavía estamos a tiempo de poder hacer
algún tipo de reformas en áreas fundamentales.
—¿Cuáles
serían esas reformas?
1) Restituir el sistema de mercado y
precios. Eso pasa por el desmontaje de los controles, tanto el control de
precios como el control de cambio.
En el caso del control de precios, el
desmontaje debería ser relativamente rápido. A lo sumo quedarse con una canasta
de productos muy básicos y con ajustes de precios por lo menos trimestrales.
Que sea algo transitorio, muy agresivo, para restablecer los mecanismos de
mercado, resolver los problemas de escases y desabastecimiento y de
expectativas y operatividad del sector privado.
2) Se tiene que ir a un desmontaje del
control de cambio, que ha sido bastante pernicioso. Separar, lo que ha sido un
error en la Venezuela chavista y en la anterior, eso de convertir la política
cambiaria, a través del anclaje del tipo de cambio, como una política anti
inflacionaria. Es un terrible error.
La política cambiaria debería estar
pensada en términos de competitividad. Eso genera la tentación de fijar el tipo
de cambio para subsidiar importaciones.
3) En lo fiscal se tiene que generar un
proceso de reforma del Estado. También un proceso de reducción del gasto
público —que a los políticos no les gusta— y de reducción de la política de los
subsidios.
4) Cambiar la relación del Estado con el
sector privado. Tiene que pasar por un proceso de construir confianza mutua.
Hoy eso no existe. Se necesita al sector privado para que se incremente
producción y genere empleo. Eso permite lograr mayor oferta de bienes e incluso
hacer más competitiva a las industrias. Lo que hoy no se tiene, porque el
sector privado cuyo único fin en si mismo es sobrevivir y magnificar ganancias.
Sobre estas reformas necesitas un
rediseño institucional. Lo que pasa por un acuerdo político, lo que hoy no está
presente.
—¿Con
estas medidas se lograría equilibrar la economía?
—Esos son los mecanismos con los que
pudieras lograr los equilibrios macroeconómicos, sin tener que renunciar a tu
moneda.
Reitero que cuando se entra en la
vorágine de la hiperinflación —que es un peligro latente— los niveles de
empobrecimiento son muy fuertes, los mecanismos de tensión social se exacerban,
también se puede entrar en niveles de conflictividad política muy exacerbada, y
eso entonces puede llevar, a que todo esto que cabo de describir, no se pueda
hacer. Ahí surge la dolarización como una salida rápida a un problema que está
enfrente.
Una vez se entra en una medida como la
dolarización, hay un riesgo a futuro, porque revertirla cuesta mucho.
Eso habla de la rigidez que tiene como
política. Es un camino sin retorno, o un proceso difícil de salir de esa vía.
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