Por Olga Krnjajsky,
01/06/2015
El primer secuestro
a mi familia ocurrió en 1998 cuando dos de mis hijas fueron a la panadería con
el carro nuevo. Que el carro fuera “regulado”, sin vidrios eléctricos ni otras
virguerías significó que las “botaran” apenas una hora después a pocas cuadras
de donde las atracaron. El ladrón tuvo la cortesía de permitir que mi hija
negociara con él la virgencita de su collar. Y luego tuvo el coraje de llamar a
mi casa para pedir rescate por el carro y para “reclamarnos” que hubiéramos
hecho la denuncia.
Creímos que eso era
lo peor…
El segundo le
ocurrió a otra de mis hijas cuando, iniciándose en Derecho Laboral, los
sindicalistas de una planta, “secuestraron” al equipo de abogados, con ella
incluida, durante varias horas.
El tercero ocurrió
en 2009 y fue el pionero de la modalidad de “secuestros colectivos”. Es decir,
un equipo completo de entre 15 y 20 personas secuestraron completo al edificio.
En aquella oportunidad escribí la crónica de la terrorífica experiencia
en ¡Secuestrados!.
Y este viernes 29
de mayo, a media cuadra de mi casa, exactamente a las 11.20 pm de regreso de
una cena con unos amigos, fuimos bruscamente interceptados. Del carro que nos
interceptó por delante salieron dos individuos con armas largas, del de atrás
no sé cuántos; nos sacaron y en menos de un minuto, en una operación flash,
unos se llevaron nuestro carro y otros nos metieron a empellones en el otro
carro, mi esposo y yo en el medio con cuatro secuestradores… y empezó la
odisea.
Unos minutos más
tarde, el cuarto secuestrador se mudó de carro a otro de la banda y quedamos
tres secuestradores y mi esposo y yo.
No iré a los
detalles del horror, del miedo, de la conciencia de absoluta indefensión.
Solo compartiré lo
que, para lo que pueda servirles, son datos útiles en la nada descartable
opción que se vean en el trance.
Hoy mismo, ¡ya!,
ahora
1. Establezca y
acuerde los familiares o amigos a quienes contactarán en caso de ser
secuestrados. Es probable que los secuestradores llamen a más de uno
simultáneamente. Lo harán además desde los teléfonos de los secuestrados –el
suyo- y el receptor de la terrorífica llamada sabrá que no es falso.
2. Los contactos
que establezca deben tener a su vez los datos de los
otros “contactables”para que puedan estar en comunicación entre ellos sin
que los secuestradores sepan. Nunca más de dos. Diga que sus amigos son
unos pelabolas. Que sólo el que le dio primero podría hacer algo. Si la
presión es mucha, dé el segundo.
3. Preparen “el
guión” que regirá la información sobre ustedes mismos y sobre sus contactos.
Deben coincidir en TODO. Lo que diga usted y lo que digan
sus contactables. Cualquier inconsistencia se traduce en amenazas,
agresión y violencia para con los secuestrados. Estos datos son:
* ocupación (de qué
viven).
* tipo de vivienda
que ocupan usted y sus contactos (edificio con vigilante no les resulta
atractivo).
* enfermedades que
podrían dañar “la mercancía”. Sí… usted el secuestrado es la mercancía y sus
contactables deben decírselo al negociador. Ten cuidado que el señor es
cardíaco, o que acaba de salir de una operación… algo. Lo que acuerden.
* les harán
mencionar varios familiares o amigos.
Manténganlo simple.
Cuanto más simple,
mejor. Mejor la profesión que la empresa donde trabaja (ingeniero, economista,
profesor). El vocabulario de los secuestradores es muy reducido y con él, su
capacidad de razonamiento y entendimiento.
De las profesiones
menos apetecibles, la de profesor, por razones tristemente obvias, resulta en
una demanda de rescate baja.
Empleado también
impone limitación de ingresos.
Jubilado… ¿tengo
que explicarlo?
Por el contrario,
la demanda de rescate aumentará si usted dice que tiene un negocio o que lo
tiene su contactable. Téngalo muy presente.
4. Apréndase de
memoria esos teléfonos. En mi caso ocurrió que mi teléfono se cayó en nuestro
carro y ¡oh desgracia! , mal-acostumbrada a confiar en mi aparato no me sabía
de memoria los teléfonos. Afortunadamente mi esposo sí y eso nos salvó.
Durante el
secuestro
Sepa que los
secuestradores también tienen su guión. Uno hace de malo, muy malo, otro hace
de bueno (¿?) y el otro no quiere paja sino plata. Este último es el
negociador. Si son secuestrados en pareja, como nuestro caso, la emprenderán
contra uno, para que el otro “colabore” ante las amenazas horribles que se
repetirán durante “la película” como definen entre ellos el secuestro con sus
secuaces.
La primera demanda
de rescate es astronómica. A nosotros arrancaron pidiéndonos $50.000, joyas,
Rolex (¿aun existen?). Sin descorazonarlos, debe establecer que esa cifra es
simplemente inalcanzable pero creen que sus contactos “algo podrán
conseguir”. Pero también debe decirles que no está al cabo de saber cuánto
pueden recoger.
Mantenga la cabeza
baja. SIEMPRE.
Cualquier
movimiento debe ser anunciado ANTES (tengo que enderezarme un poco, voy a
acomodarme… pida permiso antes de hacerlo).
No haga drama. Los
asusta, los pone nerviosos y agresivos y eso no le conviene.
No haga
bravuconadas. Ellos están al mando, armados, y lo superan en número y
determinación. No aspiran a pasar de los 40 años. Usted sí.
Hable despacio y en
frases cortas de lenguaje básico. El “hombre nuevo” no maneja las frases
coordinadas.
Lo llevarán a
recorrer la ciudad. De norte a sur, de este a oeste. Del Cementerio a Petare.
La Libertador. La Cota Mil. La autopista. Y vuelta a repetir el circuito.
Durante horas. Le dolerán músculos que no sabía que tenía por la postura
antinatura que le obligarán a tomar. Les taparán la cabeza y respirar será una
hazaña. Sí. También tendrá que pedir permiso para respirar cuando se sienta
asfixiado.
A sus contactables
los llamarán cada 15 minutos para darles tiempo a “recoger” el rescate.
A su vez, el
contacto deberá pedir por usted para saber si están bien para seguir con la
negociación.
Cuando le pongan a
su amigo al teléfono, sea breve. “Sí Fulano, estamos aquí”. No invente argucias
ni claves porque Venezuela no es Hollywood.
Hábleles a los
secuestradores de la “condición” de su contacto. Es una persona mayor… está
enfermo… a su esposa la operaron… Todo lo que les dé la tranquilidad de que su
contacto no llamará a la policía o sobre todo de que él mismo sea una amenaza
para ellos.
Cosas con las que
deberá lidiar durante y después del secuestro
* La culpa: usted
escuchará a los secuestradores amenazar y amedrentar a su familia o amigo.
Sabrá a ciencia cierta que los contactados padecen con usted todo el secuestro
pero a ciegas y sabe cuán injusto es que tengan que lidiar con el horror del
temor a equivocarse y arriesgar las vidas de los secuestrados. Es decir, la
suya. Adicionalmente, estará penosamente consciente del miedo que habrán de
pasar para la entrega del rescate sin garantía alguna que el pago se traduzca
en liberación.
Uno allí, con la
cabeza tapada, sumará al suyo, el miedo por el amigo. Uno sintiéndose culpable
por lo que los amigos están pasando por “culpa” de uno.
No es fácil…
* Dar las gracias:
sépalo. No habrá forma que JAMÁS pueda usted agradecer a su familiar o amigo.
En nuestro caso, sin familia aquí, fueron nuestros amigos. Una deuda de Vida.
Literalmente. Saber que nuestros amigos tuvieron que recibir la llamada de
madrugada que nunca significa nada bueno, llamando ellos a su vez a otros
amigos, a sus hijos, a sus vecinos, a otros familiares para levantar la cifra.
Sabiendo cuán injusto darles la carga de que nuestra vida estaba en sus buenos
oficios.
100 dólares por
aquí, 420 por allá, 310 más allá. 50 euros, 3.000 bolívares ¿Cuánto llevamos?
El que no tenía nada sintiéndose aún peor por no tener nada que aportar. Suma.
Suma. Esperar la llamada de los secuestradores. Temer lo peor si la llamada no
llega a los 15 minutos.
Dato importante: la
cifra NUNCA debe ser redonda para que los secuestradores entiendan que la
colecta es de pequeños montos de mucha gente.
No. Jamás podrán
agradecerles suficiente.
La llamada del
secuestrador
¿Cuánto tienes?
- Llevo tanto.
- Busca más.
- No tengo de
dónde.
- ¿Qué te pasa
**LEA EL DECALOGO DEL FORISTA**? ¿Quieres que los mate? Porque los voy a matar.
-A gritos-. ¿Me oíste mmg?
- Déjame hacer otra
llamada… ya no se a quien llamar… espera me falta una persona.
- Así está mejor.
Te llamo en 15 minutos.
Esa negociación se
repetirá con tantos amigos suyos como hayan contactado. (de ahí la importancia
que sus contactables puedan comunicarse entre ellos). Usted las vivirá todas. Y
escuchará a sus secuestradores “evaluando” si lo recolectado basta. Si su amigo
miente, pichirrea, les toma el pelo o peor aún, si está contactando a la
policía.
La evaluación del
precio de su vida está en manos de unos secuestradores cuyo vocabulario no
llega a 200 palabras.
Es una certeza
arrechamente desmoralizante.
¿Existe manera
humana de corresponder el gesto más sublime de amistad de esos amigos que
negociaron y salvaron tu vida?
No. No la habrá.
Sepan que la Vida no les bastará para agradecerles la vida. Asúmanlo y honren
la amistad.
El pago de rescate
Ese será otro
episodio que le atormentará mucho…y por mucho tiempo. Una vez que los
secuestradores estimen que no van a sacar más, indicarán a su amigo dónde ir.
Lo harán identificar su vehículo y usted sabrá que lo están siguiendo y
hablando de él.
Evalúan si están solos
o si alguien los sigue.
Usted será mudo e
impotente testigo de las órdenes que recibe. Le indicarán si acelerar o reducir
la velocidad. Le indicarán el rumbo a seguir, la salida que debe tomar. Le
dirán amenazantes.
- No vayas a
colgar.
Le pedirán que baje
los vidrios. Un momento de terror cuando nuestro amigo dice que sus vidrios de
atrás no bajan. Usted imaginará a su amigo manejando y con el teléfono pegado a
la oreja tratando de cumplir las órdenes.
- ¿Quién cñ está
contigo, ah? ¿Quién es ese?
- Es mi sobrino,
tranquilo.
- Avisaste a la
policía, ah? ah?
Imagina a su amigo
tranquilizando al secuestrador.
- Chamo, aquí hay
dos patrullas.
- ¡Verga, hay
patrullas!
- Sigue, no hagas
nada raro (es una amenaza). Coge el canal de la izquierda. Pásate a la derecha.
Suavecito… ¡te dije que suavecito wbon!
- ¡Párate! ¡Párate!
Saca la funda con los reales y ten la mano estirada afuera.
Sentirá el acelerón
desquiciado por un lado, sentirá simultáneamente el ruido del arrebatón con el
golpe de aire que le entra, el negociador ordenando a su amigo marcharse
acelerando y el grito de triunfo con el primer rescate en sus manos.
Se repetirá una
escena similar con los contactos a quienes decidan llamar los secuestradores.
Usted se preguntará
muchas veces cuando los van a dejar. Si los van a dejar salir con bien. Si el
rescate los satisfizo.
Uno de los
secuestradores contó billetes y puso 1.000 bolívares en el bolsillo de mi
esposo “para que agarren un taxi”.
Créanme, a las
cuatro de la mañana no hay taxis. Los protagonistas de la madrugada son otros.
Nos soltaron en La
Campiña. Desorientados, mareados y asustados y sin seguridad que el tiro
llegara por la espalda. ¡NO VOLTEES CARAJO! Caminamos hacia donde nos indicaron
y resultó ser la Libertador. Vi llegar una camioneta y le hice señas. No culpo
al conductor por acelerar y marcharse a toda prisa a pesar que me puse en la
mitad de la calle.
Detrás de ellos
llegó una moto con parrillero.
Una nueva angustia
al pensar que si eran ladrones, no teníamos nada. Resultaron ser dos buenos
hombres… o dos hombres que vieron que ya no había nada que quitarnos. Nos
prestaron su teléfono para llamar a nuestro amigo que vive cerca.
Justo les estaba
agradeciendo que fueran los ángeles de nuestra pesadilla cuando en su cara se
pintó el terror. Corrieron a su moto. Cuando me giré, cinco individuos venían
caminando hacia nosotros. Pensé en aquella cuña de Gillette “Lo que a la
primera se le pasa, la segunda lo repasa”. Nos sentimos tan, pero tan
vulnerables , tan a la buena de Dios…
Cuando se tiene
miedo, no se tiene más nada. Solo miedo.
Resultaron ser
cinco hombres que volvían de algún trabajo… tan asustados ellos de la noche,
como nosotros de ellos. Nos cruzamos. Ni una palabra.
Miedo en estado
puro.
Caminamos hasta
Pdvsa La Campiña.
Nuestro amigo llegó
unos minutos más tarde. Sentarnos en su carro es la experiencia más cercana de
entrar al cielo que vaya a tener jamás.
A 48 horas del
evento, estoy como si me hubieran vaciado.
¿Llorar? No he
podido. Yo que soy de lágrima fácil, no he podido llorar. Pero tampoco puedo
reír. Sonreír es un esfuerzo sobrehumano.
Le decía a una de
mis hijas, que me iba a convertir en Amish. Así tendré leche fresca todos los
días sin hacer cola, no tendré que recordar ningún número porque no usan
teléfono, y en vez de carro, andaré en carreta. Pero lo más importante: no
tendré miedo de mis semejantes.
Pero soy venezolana
en Caracas. Ya no tengo carro, ni tengo teléfono, tengo miedo de mis semejantes
y tengo una deuda inmensa con mis amigos. Espiritual y monetaria.
Lo otro que nos
quitaron no queda a la vista como una herida que impresione a nadie. Es un roto
por dentro.
Otra vez.
Otra vez.
Olga Krnjajsky
@OlgaK26
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