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lunes, 8 de junio de 2015

Tres momentos de nuestra democracia, por @gjrflamerich

Guillermo Ramos Flamerich 4 de junio de 2015

Los sucesos de la historia contemporánea de una nación no se encuentran sólo en los libros y museos con inventarios de valor documental. También en los recuerdos de quienes los vivieron, en los hogares y objetos de la cotidianidad. Hace apenas dos semanas conseguí en casa de mi abuela un trío de papelitos que me parecieron interesantes.

Eran tres cédulas de inscripción electoral de los años 1946, 1952 y 1968. Ni corto ni perezoso tomé esos pedacitos de historia contemporánea y me di a la tarea de revisar lo que se hallaba en su menudo tamaño. La de 1946 era de mi abuelo Victor Guillermo. Las otras dos (1952, 1968), pertenecían a mi abuela Dilia.

Todas eran intransmisibles y pedían la escritura a mano del nombre completo de la persona, su edad, el número de mesa electoral y su circunscripción. La firma, las huellas del pulgar derecho e izquierdo y la autorización del secretario de la junta mediante su rúbrica. Más allá de ser piezas curiosas, históricas y del pasado familiar, son testimonio tangible del país de mediados del siglo XX.

Después de los sucesos del 18 de octubre de 1945 (golpe de Estado, revolución, golpe convertido en revolución, como se quiera denominar) el país entra, de repente, en una etapa de libertades presta para la instauración de un régimen democrático. El 15 de marzo de 1946 se promulga el estatuto electoral para la elección de la Asamblea Nacional Constituyente y los venezolanos, parafraseando al historiador Germán Carrera Damas, adquieren de manera definitiva la ciudadanía. Es así como mi abuelo, quien ya tenía 35 años para la fecha y había participado en alguno que otro proceso de segundo grado o en la elección de autoridades locales, se convierte en protagonista de decisiones nacionales mediante la utilización de su cédula electoral. Las mujeres y los analfabetas, renegados a la montonera, entran por primera vez al juego ciudadano. A tener derechos y deberes para con esta tierra.

El segundo pedazo de cartón data de 1952, también con el calificativo de «intransmisible» impreso en su portada. Otros actores están en la silla principal del palacio de Miraflores. Nuevos comicios son convocados para el domingo 30 de noviembre. Se busca la elección de una Asamblea Nacional Constituyente. El país vive desde 1948 (luego del derrocamiento de Rómulo Gallegos) bajo el poder de sus Fuerzas Armadas. Los seis años de la dictadura «desarrollista» (1952-1958) de Marcos Pérez Jiménez estaban próximos a ser inaugurados.

Participan los partidos COPEI, URD y el FEI (Frente Electoral Independiente, pro gobierno). Acción Democrática ya está en la clandestinidad. Jóvito Villalba, el «eterno estudiante», es la figura que unifica a la oposición venezolana.

El gobierno, al verse perdido electoralmente, comete fraude. La situación la relata Mario Briceño Iragorry en su texto Sentido y Vigencia del 30 de Noviembre: «Las elecciones fueron directamente intervenidas por el Ministro de Relaciones Interiores. A todos los estados se enviaron agentes que cambiasen las actas. Se trataba de realizar una cesárea post mortem para dar vida a un feto ya difunto». El 2 de diciembre de 1952 Pérez Jiménez toma definitivamente el poder. Es designado presidente provisional de los Estados Unidos de Venezuela. Teniendo entre sus primeros decretos la suspensión de garantías constitucionales.

La tercera cartilla, la más reciente de todas, da cuenta de otro país. Ese que había regresado a su democracia en 1958. Era el documento oficial de los ciudadanos para votar en las elecciones presidenciales de 1968.   Los sufragios de aquel año sirvieron como premio a la constancia a Rafael Caldera. El candidato de COPEI se impone con 27% de los votos. Son 1.082.941 electores frente a los 1.051.870 del candidato de Acción Democrática: Gonzalo Barrios.

Lo particular de este hecho, además del reñido desenlace, es la maduración que logra la democracia venezolana. Se da el traspaso de poder de un partido con más de una década en el gobierno hacia la principal alternativa de oposición. Por eso el lema de Caldera: «El cambio va». La transición no es traumática pero al ser inédita trae pequeños inconvenientes que logran ser solventados. Sobre eso hablará el nuevo mandatario en su discurso de toma de posesión en marzo de 1969: «El hecho mismo, por su novedad, ha puesto de relieve la falta de un instrumento legal adecuado para regular el breve pero delicado lapso comprendido entre la elección y la transmisión de poderes». Quienes participaron en las elecciones presidenciales de 1968, atestiguaron un suceso que hasta la fecha era extraño a nuestra historia política. Se decía que era el paso definitivo para la consolidación del sistema.

Son tres momentos de nuestra democracia representados por objetos cotidianos. Los tres cartones estaban juntos, ordenados cronológicamente, cuando los conseguí. Arrimados en un rincón de una gaveta. Muy cerca de una pila de revistas: Resumen, Estampas y Venezuela Gráfica. Representantes de un país que a pesar de sus aventuras, venturas y desventuras, ha luchado por encontrar su cauce democrático.

Hoy más que nunca es fundamental que nos unamos en la exigencia de una fecha para las elecciones legislativas que deben realizarse en este 2015. No es solo la fecha, también que sean elecciones libres y verificables por actores confiables. Queremos salir de esta crisis de abuso de poder, pero hemos aprendido que esto solo se puede superar si nuestro espíritu democrático, la organización ciudadana, logran barrer de manera pacífica y contundente a un sistema que lleva más de tres lustros queriendo someter a todo un pueblo a su arbitraria voluntad.


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