Guillermo Ramos Flamerich 4 de
junio de 2015
Los sucesos de la historia contemporánea
de una nación no se encuentran sólo en los libros y museos con inventarios de
valor documental. También en los recuerdos de quienes los vivieron, en los
hogares y objetos de la cotidianidad. Hace apenas dos semanas conseguí en casa
de mi abuela un trío de papelitos que me parecieron interesantes.
Eran tres cédulas de inscripción
electoral de los años 1946, 1952 y 1968. Ni corto ni perezoso tomé esos
pedacitos de historia contemporánea y me di a la tarea de revisar lo que se
hallaba en su menudo tamaño. La de 1946 era de mi abuelo Victor Guillermo. Las
otras dos (1952, 1968), pertenecían a mi abuela Dilia.
Todas eran intransmisibles y pedían la
escritura a mano del nombre completo de la persona, su edad, el número de mesa
electoral y su circunscripción. La firma, las huellas del pulgar derecho e
izquierdo y la autorización del secretario de la junta mediante su rúbrica. Más
allá de ser piezas curiosas, históricas y del pasado familiar, son testimonio
tangible del país de mediados del siglo XX.
Después de los sucesos del 18 de octubre
de 1945 (golpe de Estado, revolución, golpe convertido en revolución, como se
quiera denominar) el país entra, de repente, en una etapa de libertades presta
para la instauración de un régimen democrático. El 15 de marzo de 1946 se
promulga el estatuto electoral para la elección de la Asamblea Nacional
Constituyente y los venezolanos, parafraseando al historiador Germán Carrera
Damas, adquieren de manera definitiva la ciudadanía. Es así como mi abuelo,
quien ya tenía 35 años para la fecha y había participado en alguno que otro
proceso de segundo grado o en la elección de autoridades locales, se convierte
en protagonista de decisiones nacionales mediante la utilización de su cédula
electoral. Las mujeres y los analfabetas, renegados a la montonera, entran por
primera vez al juego ciudadano. A tener derechos y deberes para con esta
tierra.
El segundo pedazo de cartón data de
1952, también con el calificativo de «intransmisible» impreso en su portada.
Otros actores están en la silla principal del palacio de Miraflores. Nuevos
comicios son convocados para el domingo 30 de noviembre. Se busca la elección
de una Asamblea Nacional Constituyente. El país vive desde 1948 (luego del
derrocamiento de Rómulo Gallegos) bajo el poder de sus Fuerzas Armadas. Los
seis años de la dictadura «desarrollista» (1952-1958) de Marcos Pérez Jiménez
estaban próximos a ser inaugurados.
Participan los partidos COPEI, URD y el
FEI (Frente Electoral Independiente, pro gobierno). Acción Democrática ya está
en la clandestinidad. Jóvito Villalba, el «eterno estudiante», es la figura que
unifica a la oposición venezolana.
El gobierno, al verse perdido
electoralmente, comete fraude. La situación la relata Mario Briceño Iragorry en
su texto Sentido y Vigencia del 30 de Noviembre: «Las elecciones fueron
directamente intervenidas por el Ministro de Relaciones Interiores. A todos los
estados se enviaron agentes que cambiasen las actas. Se trataba de realizar una
cesárea post mortem para dar vida a un feto ya difunto». El 2 de diciembre de
1952 Pérez Jiménez toma definitivamente el poder. Es designado presidente
provisional de los Estados Unidos de Venezuela. Teniendo entre sus primeros
decretos la suspensión de garantías constitucionales.
La tercera cartilla, la más reciente de
todas, da cuenta de otro país. Ese que había regresado a su democracia en 1958.
Era el documento oficial de los ciudadanos para votar en las elecciones
presidenciales de 1968. Los sufragios
de aquel año sirvieron como premio a la constancia a Rafael Caldera. El
candidato de COPEI se impone con 27% de los votos. Son 1.082.941 electores
frente a los 1.051.870 del candidato de Acción Democrática: Gonzalo Barrios.
Lo particular de este hecho, además del
reñido desenlace, es la maduración que logra la democracia venezolana. Se da el
traspaso de poder de un partido con más de una década en el gobierno hacia la
principal alternativa de oposición. Por eso el lema de Caldera: «El cambio va».
La transición no es traumática pero al ser inédita trae pequeños inconvenientes
que logran ser solventados. Sobre eso hablará el nuevo mandatario en su
discurso de toma de posesión en marzo de 1969: «El hecho mismo, por su novedad,
ha puesto de relieve la falta de un instrumento legal adecuado para regular el
breve pero delicado lapso comprendido entre la elección y la transmisión de
poderes». Quienes participaron en las elecciones presidenciales de 1968,
atestiguaron un suceso que hasta la fecha era extraño a nuestra historia
política. Se decía que era el paso definitivo para la consolidación del
sistema.
Son tres momentos de nuestra democracia
representados por objetos cotidianos. Los tres cartones estaban juntos,
ordenados cronológicamente, cuando los conseguí. Arrimados en un rincón de una
gaveta. Muy cerca de una pila de revistas: Resumen, Estampas y Venezuela
Gráfica. Representantes de un país que a pesar de sus aventuras, venturas y
desventuras, ha luchado por encontrar su cauce democrático.
Hoy más que nunca es fundamental que nos
unamos en la exigencia de una fecha para las elecciones legislativas que deben
realizarse en este 2015. No es solo la fecha, también que sean elecciones
libres y verificables por actores confiables. Queremos salir de esta crisis de
abuso de poder, pero hemos aprendido que esto solo se puede superar si nuestro
espíritu democrático, la organización ciudadana, logran barrer de manera
pacífica y contundente a un sistema que lleva más de tres lustros queriendo
someter a todo un pueblo a su arbitraria voluntad.
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