Por José Guerra
La temperatura en la calle
sube cada día debido a la intensificación de las protestas motivadas tanto en
la falta de alimentos como en el colapso de los servicios públicos,
especialmente en lo relativo al agua, la electricidad y la salud. Al
incrementarse las protestas y el tono desesperado de las mismas, el gobierno le
exige a los cuerpos policiales que acentúen la represión. Ello ha llevado a que
la Guardia Nacional, el componente de la Fuerza Armada Nacional entrenado para
garantizar el orden público, ahora se encuentre trabajando sobretiempo
procurando ahogar las protestas que surgen a diario en todos los rincones del
país. No se trata en este caso de las típicas protestas estudiantiles en las
cuales la Guardia Nacional tiene una experticia ganada en años de represión y
control de situaciones de alteración del orden. En este caso las protestas son
del pueblo más humilde, que hoy hambriento, sale desesperadamente a buscar sus
alimentos y no los consigue o de los habitantes de barrios y urbanizaciones que
pasan días sin agua ni electricidad.
El empleo de la fuerza
pública para contener el descontento por el hambre está llevando a que cada vez
más los integrantes de la Guardia Nacional sean vistos como enemigos del pueblo
y como represores por parte de la gran mayoría descontenta que clama por
alimentos, agua o electricidad. Esa es la realidad. Lo más grave de todo esto
es que la gente común y corriente cuando ve un uniforme militar la mayoría de
las veces no puede distinguir cuál componente de la institución armada es quien
reprime sus ansias reivindicativas. Por tanto, la imputación que hace el
ciudadano sobre las acciones de la Guardia Nacional se generaliza hacia la
Fuerza Armada Nacional como un todo, arrastrándola al desprestigio. Por ello es
que apenas cerca de un 30,0% de la población mantiene una valoración positiva
en las encuestas sobre esta institución tan fundamental para Venezuela.
El oficial de la Guardia
quien dirige a los efectivos en el control de las manifestaciones por comida
muchas veces se preguntará cuál será la situación de sus familiares que tampoco
tienen alimentos en sus casas. O también el caso de quienes en los hechos tienen
que aplicar el gas lacrimógeno o usar el bastón para contener a los
manifestantes que simplemente exigen comida. Por otra parte, son muchos los
casos donde desafortunadamente se observan vehículos militares transportando
indebidamente alimentos que se extraen de los centros de abastecimiento. Todo
esto ha creado un clima de opinión en contra la FAN, que desde el punto de
vista de la opinión pública no vive su mejor momento. Hay un trabajo que hacer
para recuperar el prestigio del hombre de uniforme.
Entre tanto, ahora el
gobierno, después de haber ensayado con Mercal, Pdval, Abastos Bicentenario,
las capta huellas, el número de la cédula de identidad y las restricciones en
la cantidad de bienes que se puede comprar, ensaya con los Comité Locales de Abastecimiento
y Producción (CLAP) para asignar los alimentos. Esto es muy peligroso porque se
le estaría entregando a un brazo del PSUV la distribución de la comida. Ello
obviamente lejos de resolver el problema lo agrava por las discriminación y la
corrupción intrínseca cuando se usa la discreción para entregar una bolsa de
comida. Mientras no se entienda que lo que fracasó fue el sistema de controles
no habrá solución al hambre de los venezolanos.
05-06-16
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