Por Vanessa Rolfini A.
Las estimaciones para el
segundo semestre de 2016 son desalentadoras: el descenso drástico en la
producción nacional y en las importaciones de alimentos y cualquier rubro
relacionado, dibujan un fin de año sin suficientes alimentos para todos.
Los anaqueles están cada vez
más vacíos y no hay indicios de que la situación mejorará en el corto ni
mediano plazo. La tormenta perfecta se gesta y las consecuencias son
inimaginables. Por una parte está la caída de las importaciones y el descenso
de la producción nacional en casi todos los rubros alimenticios. Por la otra,
la falta de disponibilidad de dólares para seguir supliendo la diferencia entre
lo que se produce y lo que se necesita.
La llamada declaración de
San Felipe emitida por la Confederación de Asociaciones de Productos
Agropecuarios – Fedeagro –, en abril de este año, señala que en los últimos dos
años los incrementos de los costos de producción han sido supereiores al
ingreso de los productores. “No hay garantía de suministro de agroinsumos,
repuestos y equipos necesarios para adelantar el proceso productivo”, establece
el documento que además agrega falta de acceso a divisas y deudas del gobierno
con el sector agrícola, que dada la elevada inflación agravan la situación.
Hay varios frentes abiertos.
Por una parte está el tema de las semillas. Desde hace dos años no se aprueban
divisas para el sector, solo hay semilleros para algunos cereales como arroz y
maíz, pero el resto se trae del exterior. “Adquirir semillas no es como comprar
un carro, que tú vas y dices me gusta este modelo y ya. Hay que tomar
consideraciones importantes como el lugar donde se va a sembrar, adaptación,
resistencia a las plagas y hongos, agua disponible, humedad, entre otros
factores. Además los pedidos se hacen con un mínimo de dos años de antelación”,
afirma Pedro Vicente Pérez, director ejecutivo de Fedeagro.
Pérez pone como ejemplo el
caso del tomate. Estas semillas tienen que ofrecer plantas resistentes a los
nueve factores que pueden afectar la producción en Venezuela. “Las compañías
que las producen ponen un costo, pero el gobierno insiste en que se compren
otras más económicas aunque no ofrezcan garantías que la cosecha llegue a buen
término. Entonces, simplemente, no hay semillas”, por lo que se espera un
fuerte desabastecimiento de tomates para el segundo semestre de 2016.
Extraoficialmente. algunos
productores están trayendo semillas desde Colombia, las pagan a precios de
libre mercado y tienen que afrontar los costos que implica pasarlas por la
frontera.
Pero la situación de las
semillas se repite con los agroquímicos, insecticidas, repuestos, maquinaria.
Esto explica porqué cada vez disminuye la variedad y calidad de los
vegetales y hortalizas en los anaqueles, que van de la mano del incremento
en los costos.
- El récipe de la escasez -
Los ingredientes para tener
la escasez perfecta están servidos desde hace tiempo: ausencia de semillas,
agroquímicos y equipos, sequía, deficiente calidad del agua, matraqueo en las
alcabalas, inexistencia de políticas públicas que incentiven la producción,
inseguridad, inflación y exceso de burocracia para los permisos
correspondientes.
El ciclo de siembra en la
mayoría de los sectores comienza con las lluvias de mayo, pero dado que este
año no hubo suficientes semillas ni agroquímicos, y muchos productores no han
podido tramitar el permiso para utilizar urea, cuyo manejo amerita un permiso
especial, la siembra disminuyó considerablemente.
En octubre de 2016,
cuando se deba cosechar, se espera que bajen considerablemente los volúmenes
con respecto a 2015, lo cual coincide con los pagos de los compromisos de la
deuda, así que posiblemente no habrá dinero para suplir el déficit en la
producción nacional. Mientras hubo dólares disponibles se iban solventando las
carencias.
Pérez afirma que le preocupa
2017: “Si no damos muestras de honrar nuestros compromisos con los acreedores
nadie va a vendernos semillas”. La deuda según datos suministrados por Fedeagro
–los oficiales no están disponibles– apuntan a 260 millones de dólares en
semillas, más de 500 millones en productos de medicina veterinaria, alrededor
de 200 millones de dólares en agroquímicos y más de 500 millones en equipos.
Como bien resume el directivo, “a todos se les debe”.
En 2014 el entonces ministro
de Agricultura y Tierras, José Luis Berroterán afirmó que se esperaba un
aumento de 17% en la producción agrícola nacional, lo cual fortalecería “la
soberanía alimentaria del pueblo venezolano”. Pero sucedió todo lo contrario,
las cifras de Fedeagro señalan que los incrementos en los costos de producción
han superado por mucho sus estimaciones.
Por ejemplo, en 2014 para
comprar un saco de semillas de maíz se necesitaban Bs 964, ahora tiene un costo
de Bs 21.000. Un saco de fertilizante en el mismo período pasó de Bs 31 a Bs
3.803, y lo mismo sucede con otros rubros que incluyen insecticidas, discos de
rastra, baterías para camionetas y tractores; cauchos, fletes, además de otros
gastos que no aparecen en las cifras como matracas en las alcabalas y
protección personal y a las fincas.
El gobierno nacional y
expertos reconocen que para lograr cubrir las necesidades alimenticias de
Venezuela, se debe registrar una tasa de crecimiento sostenido de entre 4% a 6%
en el PIB agrícola.
Cuando se le pregunta a
Pérez, cuáles son los rubros que el país se autoabastece, dice que son mango,
cochinos, cacao, plátano, cambur y fresas, las cuales señala hasta se pierden.
Todo lo demás está en déficit.
09-06-16
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