Por Armando Janssens
Cada época tiene sus
enfoques e ideas-clave que sostienen y orientan el trabajo para la convivencia
social. Hace largos años hablábamos de “desarrollo humano e integral” para así
definir el mundo a construir. Era un mundo bastante homogéneo, occidental e
integrador donde los valores cristianos formaban la base compartida de las
grandes mayorías de nuestra población. Centenares de iniciativas, programas y
cursos formativos los expresaban y los resultados se observaron a lo largo y
ancho de nuestro país en muy variadas iniciativas.
Pero el mundo sigue girando
y las percepciones de la realidad circuncidante también. El término de la
“concientización” conquistaba, bajo la influencia de Paulo Freire y su exitosa
acción alfabetizadora, a las amplias capas de la actividad social de América
Latina. Se utilizaba este término a tiempo y a destiempo lo que progresivamente
agotaba lo original de este concepto y se perdió paulatinamente. Apuntaba sobre
la toma de conciencia de cada individuo que, por sí mismo o en grupo, descubría
la realidad global y sus fuerzas transformadoras y aprendía a vivir desde allí
su propia situación. Se trataba de “escribir su propia historia” en hechos y
convicciones que incluían también la dimensión política, lo que en aquel
tiempo se analizaba, algunas veces, en términos de “liberación”.
Pero los tiempos y las
circunstancias cambian. De una sociedad que, en el progreso general se
reconocía, llegamos en estas últimas dos décadas a una crisis general donde nos
cuesta encontrar una comprensión y salida eficaz. No hay sector ni
grupo social que no vive la crisis global en nuestro país con las
consecuencias del desabastecimiento, falta de medicamentos y de atención
médica. En grandes capas de la población la pobreza y la violencia se
instalaron, acompañadas de “cada uno se salve, con actitudes individuales
centradas en la sobrevivencia de sí mismas y de su familia. Pero todas estas
acompañadas de una desconfianza, no solamente en las instituciones, partidos y
grupos, sino además en desconocidos que se nos cruzan en la calle, hasta
en la misma gente cercana en la vecindad. El Tsunami social que nos
afecta también influye en la moral que se degrada, como todos podemos observar.
Lamentablemente, no
disponemos de grandes organizaciones, de gremios, sindicatos y
cooperativas o de partidos diversos como en muchos países occidentales.
Nuestras organizaciones sociales son más bien limitadas y de poco alcance para
impactar en la formación de la opinión pública y para crear nuevas
mentalidades. En medio de todo eso, la modernidad de internet con sus redes,
afianza lo personal y lo egocéntrico con todo su valor y con todas sus
limitaciones. Las opiniones hasta en la vivencia religiosa se construyen
desde la forma individual de ver las cosas. No hay muchos dogmas, ni muchas
verdades absolutas que se observan, ni normas obligatorias que se aceptan. Hay
miles de verdades y sentires, las de cada uno en particular. Así vivimos en
nuestro país, en un mundo sin “norte” donde andamos confundidos.
En este contexto se
revalorizan las palabras “Acompañar con Esperanza” que reflejan mejor nuestra
actitud actual en el trabajo social y sus múltiples programas y actividades. Se
trata, tanto desde la cercanía permanente a la gente y su quehacer que lo
define como de respeto para cada opinión que se formula. Es contrario a la
imposición o a las definiciones cerradas, sino abierto a lo diferente y
diverso. Y, además, con el necesario ingrediente de esperanza que tiñe cada
reflexión hacia el futuro. Pide de parte de los promotores mucha madurez y una
sana humildad. No se trata en este esfuerzo de comunicar nuestra verdad sino
escuchando y respetando la construcción de lo propio, pero siempre
dimensionando con la energía de la esperanza.
No significa que no tenga
mis convicciones y valores y que no los quiera manifestar a los demás. Todo lo
contrario. Son mi sostén de vida. Pero no pretendo imponerlos o declararlos
como santos y absolutos sino como un aporte de valor que amplía la
búsqueda de la gente hacia adelante.
El Papa Francisco insiste
con frecuencia en ir a las fronteras de la realidad humana para estar allí con
la gente y su profundo deseo de crecer en comprensión y responsabilidad.
Pero crecer en esperanza que para todos nosotros es tan importante hoy en día.
22-01-17
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