Por Antonio Pérez Esclarín
Quienes hemos dedicado nuestras
vidas a la lucha política democrática sabemos que cuando diseñamos una
política, si nos convencemos de su justeza, no cejamos en su implementación
hasta que la misma, mediante la persuasión, se lograr imponer en el colectivo a
la cual va dirigida. En el tránsito de esa idea, lanzada al viento, no podemos
caer en chantajes de ninguna naturaleza que se le opongan, porque de lo
contrario la misma pierde fuerza y se desvanece. Triunfando así, obviamente, la
política del adversario o al menos otra diferente a la propuesta por nosotros.
La política diseñada por la
Mesa de la Unidad Democrática es la de acumulación de fuerzas, para ir ganando
espacios, por la vía electoral, hasta lograr alcanzar el poder para producir el
cambio que requiere una Venezuela destruida por una política radicalmente
contraria a la nuestra, que ha destruido a la nación y se quiere mantener a la
fuerza en el poder sin consultar al soberano.
Esta confrontación, que desde
la MUD ha querido ser constitucional, electoral y obviamente pacífica,
consultando al pueblo su desenlace, se ha encontrado con dificultades de todo
tipo. La obvia del gobierno, que sabe que saldrá derrotado en cualquier
consulta popular y también, hay que reconocerlo, de parte de sectores que hacen
suyas las urgencias de las mayorías nacionales, pero equivocan el camino con su
voluntarismo inmediatista e infecundo. La MUD no puede plantearse ningún atajo,
diferente al electoral, porque no es una vanguardia armada que puede imponer
sus deseos, sino un conglomerado plural y pacífico, por lo democrático, que
para triunfar tiene que convencer antes de vencer (Unamuno dixit).
Dicho esto, si no somos una
vanguardia armada ni queremos serlo, no hay un camino distinto al pacífico y
electoral. En ese camino, hacia nuestro triunfo definitivo, debemos dialogar
con el adversario. Lo hacen los contendientes en una guerra, ¿cómo no van a
hacerlo, entonces, quienes no tienen un arma de fuego en la mesa de debates,
sino la palabra para buscar mecanismo de transición? Ah, pero el adversario
pretende utilizar ese diálogo, no como un mecanismo que evite la confrontación
sino como excusa para diferir, nadie sabe hasta cuándo, una crisis
insostenible. He aquí el nudo gordiano del problema.
No dudamos de la buena fe de
los mediadores, que ahora proponen nuevos mecanismos de diálogo en búsqueda de
entendimiento. Lo que dudamos es de la buena fe de un gobierno que ha engañado
a los mediadores, a sus interlocutores y al pueblo venezolano con las argucias
que pretenden esquivar la consulta popular. La MUD pagó un altísimo costo
político al aceptar sentarse en la mesa de diálogo y lo hizo a conciencia,
porque necesitaba demostrarle a la comunidad internacional civilizada, a la
UNASUR, a la OEA y al mismísimo Papa Francisco, representante máximo del Estado
Vaticano, la calaña de este gobierno mentiroso.
Ah, pero ya está bueno.
Demostrada la falaz conducta del Ejecutivo Nacional y sus representantes, cuya
única intención es la de correr la arruga de las urgencias que se reclaman con
justeza, no hay cabida para otra ronda de diálogo sino ha habido cumplimiento
de ninguna de las exigencias del primer acercamiento frustrado.
El Ejecutivo Nacional tiene en
su poder las propuestas formuladas por la MUD y si tiene alguna intención de
dialogar, solo tiene que comenzar por dar cumplimiento a lo ya plateado,
comenzando con el cronograma electoral. Tan sencillo como eso, no hay más
exigencia, cumplan y nos sentamos a seguir buscando mecanismos de solución de
este conflicto, causado por un gobierno que se empeñó en seguir una política
fracasada en todas partes del mundo donde fue ensayada.
Después de leer el documento
presentado por los mediadores, buscando un segundo round, parece que la nueva
trapisonda que prepara el gobierno es obtener, de una oposición que creen ingenua,
los votos en la Asamblea Nacional para que se les reconozcan los compromisos
ilegales que han contraído, con otros países, para hipotecar el futuro de los
venezolanos. Si esa es la nueva tratativa, al menos con Acción Democrática, no
van a contar para su nueva marramuncia*. Diálogo sí, pero sin trampa. Recuerden
a Francisco Pimentel (Job Pim): “los venezolanos somos unos más vivos que
otros, pero los pendejos… se nos mueren chiquitos”.
Notas:
*Marramuncia para el
Diccionario social de regionalismos latinos es: “una trampa, vagabundería,
bribonada, sinvergüenzura, pillería, cochinada, ardid, trampa, trastada,
tramposería, triquiñuela, trácala, trapisonda, marrullería, picardía, enredo,
embrollo, mañosería, malas artes, mala maña, bellaquería, artimaña.
30-01-17
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