Por Antonio Pérez Esclarín
No hay nada más
antidemocrático que utilizar los mecanismos e instituciones de la democracia
para acabar con ella. Ello demuestra un enorme cinismo y una grave
inmoralidad. Después de intentar llegar al poder mediante un golpe militar
violento que ocasionó numerosos muertos, el chavismo una vez que fueron
amnistiados generosamente sus jefes, vio la oportunidad de alcanzar el poder
mediante elecciones. El pueblo compró su propuesta redentora, que iba a
combatir de frente la corrupción y nos llevaría a todos al mar de la felicidad,
de modo que quedaran en el pasado la miseria y las desigualdades. El aumento
sorprendente de los precios petroleros contribuyó a fomentar un populismo
desaforado que se orientó a formar clientes en lugar de ciudadanos. Ebrio de poder,
Chávez soñó con convertirse en una especie de nuevo Libertador, y para ello,
utilizó el petróleo, como si fuera suyo, para comprar conciencias y
fidelidades. Buscando controlarlo todo, destruyó el aparato productivo,
confiscó empresas y tierras, se adueñó del Banco Central y logró que los demás
poderes se volvieran genuflexos y serviles. Mientras los altos precios
petroleros le permitieron conservar el apoyo popular, se multiplicaron en
Venezuela las elecciones y hasta logró vender la idea a nivel internacional del
carácter democrático de su gobierno, pues se legitimaba una y otra vez mediante
elecciones. Además, se afirmaba que se estaba superando la democracia electoral
para gestar una democracia participativa y protagónica.
El hundimiento de los precios
petroleros mostró el verdadero rostro de la supuesta revolución que terminó por
convertirnos en el país de mayor inflación y entre los más inseguros y
corruptos. Si bien Venezuela potencialmente es el país más rico de
América, somos junto a Haití el más pobre, y crece incontenible el hambre, la
miseria, el desabastecimiento, la escasez de comida y medicinas, la
delincuencia, la desesperanza hasta el punto de que más de dos millones se han
marchado por no ver aquí futuro y otros muchos desean irse.
Para superar esta realidad
tan caótica y triste, los ciudadanos, que somos los verdaderos dueños del poder
exigimos que nos permitan votar para decidir si queremos o no cambiarla. ¡Basta
ya de subterfugios leguleyos, de trampas y de interpretaciones amañadas de la
Constitución! No va a ser posible torcer la voluntad de la mayoría de un pueblo
que quiere expresar su voz y reclama sus derechos como dueño del poder.
Nos robaron el referéndum, nos robaron las elecciones de gobernadores, y no
terminan de presentar un cronograma electoral como camino pacífico para salir
de la crisis. No queremos golpes de Estado, pero tampoco queremos que siga la
represión ni esta situación inhumana. Confiamos en el país y estamos dispuestos
a trabajar y sacrificarnos por la reconciliación, la paz y la prosperidad.
¡Queremos votar y tenemos derecho a ello! Ni el Ejecutivo, ni el Poder
Electoral, ni el Tribunal Supremo de Justicia, ni el PSUV son los dueños del
poder. ¡Somos nosotros y exigimos que no nos sigan negando este derecho! Negar
o dilatar las elecciones es afirmar el carácter autoritario y antidemocrático
del Gobierno. Si las impiden, tengan al menos el valor de declarar que
abandonaron la democracia.
20-01-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico