Por Daniel Fermín
2016 pasará a la historia
como el año en el que se oficializó la dictadura de Nicolás Maduro. Varios
hitos lo confirman: el desconocimiento de la Asamblea Nacional y, con ella, de
la voluntad popular; la usurpación de funciones de un TSJ cooptado que, además,
acelera un proceso, ya en marcha, de judicialización de la política; el
incremento de la persecución y la represión.
Pero quizás el hecho que más
retrata la erosión democrática y el avance de la autocratización sea la
suspensión del derecho al sufragio.
Dos hechos evidencian la
supresión del voto en Venezuela: el aborto a la convocatoria de un referéndum
revocatorio presidencial y, sobre todo, la suspensión de las elecciones para
elegir a gobernadores de estado y diputados a las asambleas legislativas. Las
“regionales”, como se les conoce, han tenido menos protagonismo que la
activación del revocatorio como mecanismo de cambio del régimen, y quizás por
eso, sabiéndolas desde el poder sin mayores dolientes, resulta oportuno
empezar, con ellas, la cancelación definitiva del hecho electoral en el país.
Con el mismo ímpetu con el
que criticamos el exacerbado presidencialismo venezolano, somos prestos a
descartar la importancia de las elecciones regionales. “Hay cosas más
importantes”, decimos. “No es momento para defender parcelas”. Subestimamos,
así, una de las conquistas democráticas más importantes de finales del siglo
XX, la elección directa de gobernadores, y abrimos camino al régimen para
consolidarse aun más.
El pasado 16 de diciembre
venció el período de los gobernadores de estado. Lamentablemente, la
legislación venezolana otorga absoluta discrecionalidad al Consejo Nacional
Electoral para convocar elecciones, no hay una fecha fija para los comicios.
Así que el CNE, saltándose la Constitución para servir a los intereses de una
casta que se sabe incapaz de ganar elecciones, decidió otorgar una ñapa a los
gobernadores que no sabemos cuánto durará. El CNE prometió, a finales de 2016,
convocar a elecciones el primer semestre de 2017, pero a esta fecha no se ha
discutido cronograma alguno en el directorio del Poder Electoral.
Descartar la importancia de
las regionales es castigar al pueblo que sufre el mal gobierno del PSUV. El
abuso, la corrupción, la ineficiencia: ese modelo nacional se reproduce en cada
estado donde gobierna la coalición oficialista. El continuismo de esa gestión
lo paga, como siempre, el pueblo. Pero subestimar la importancia de las
regionales es, también, no comprender la sociología política del chavismo.
El modelo oficialista está
basado en el clientelismo rentista. Engordaron el tamaño del Estado, con una
nómina que sobrepasa las tres millones de personas. Un número significativo de
esos millones no trabaja en el gobierno, sino que cobra
por el gobierno. La diferencia es significativa: es la que existe entre el
funcionario de carrera y el parásito del erario. Y esta dinámica perversa, que
vemos en PDVSA y en tantos organismos “nacionales”, se reproduce, aguas abajo,
en las gobernaciones y alcaldías.
De modo que sacar al
chavismo del poder en las gobernaciones no sólo es la oportunidad para que la
buena gestión remplace a la ineficiencia, sino que es desmontar la base
clientelar de apoyo del oficialismo en las regiones. Si creemos en la probidad
de los candidatos alternativos, eso significará que el dinero que hoy va a
pagar activistas políticos, colectivos y agitadores irá, en cambio, a escuelas,
hospitales, infraestructura y programas sociales. Pero, más aun, perder las
gobernaciones, y con ellas la plataforma clientelar, socava desde abajo las
bases del poder chavista.
De modo que no, no se trata
de unos “carguitos” que la oposición busca negociar a cambio de la estabilidad
del régimen. No opera una lógica del “o”, sino que se impone la lógica del “y”.
El planteamiento regionales “o” salida del gobierno nacional es engañoso, y es
utilizado astutamente por el poder para dividir las aspiraciones ciudadanas.
Todo lo contrario, la lucha por las gobernaciones está en el marco de
recuperación de las instituciones democráticas y de una manera distinta y mejor
de hacer política y gestión. Lejos de ser incompatibles, regionales y salida
del gobierno, las regionales representan una oportunidad más, un paso más, para
el desalojo del chavismo del poder que hoy tiene secuestrado en función del
control y los privilegios.
Asumamos, pues, la senda por
las regionales como una reivindicación de la democracia, de la
descentralización y del cambio. Eso sí, exijamos también democracia a los que
se dicen demócratas, y pongamos la decisión en manos del pueblo: primarias para
una unidad fuerte, legítima; gobernadores democráticos como punta de lanza del
gran proyecto democratizador.
25-01-17
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