Por Froilán Barrios
En la historia de los
pueblos existen acontecimientos emblemáticos: para el pueblo vasco, la batalla
de Roncesvalles; para el pueblo judío, la constitución del estado de Israel en
1949; la historia del siglo XX de Francia está marcada por aquel Mayo de 1968;
para Portugal, la Revolución de los Claveles en 1974, entre tantos ejemplos
memorables de los cinco continentes.
Si hay una fecha adecuada
para la reflexión nacional es el 23 de Enero, incluso es la jornada política
más importante de toda nuestra historia contemporánea, en primer lugar, porque
reafirmó la democracia como sistema, y luego, al enviar a los cuarteles a
quienes habían ejercido incansablemente el poder desde 1830.
Es, por tanto, oportuno ante
la penumbra que nos oprime y que condena al pueblo venezolano a vivir en las
tinieblas de la desesperanza, la urgente reflexión de la dirigencia opositora
dentro y fuera de la Mesa de la Unidad Democrática, al momento de definir
estrategias para el presente 2017, cuyo inicio ha sido marcado por las
desventuras y resbalones de 2016, luego de haber cerrado con broche dorado el
año 2015.
Causa desazón el diluvio
mediático de declaraciones en las que todos van a ninguna parte, o a su
peculiar punto de vista; donde pareciera que el volumen del centimetraje en los
medios y redes sociales es el pasaporte para un sueño, el convertirse en el
elegido o el salvador de la patria, como si el asunto se resolviera en el
dilema de ser el más radical y rabioso opositor o, por el contrario, el más
conciliador y calmado negociador.
Si el liderazgo opositor se
diera el beneficio de la sensatez y pensara primero en la población que,
hambrienta y secuestrada por la inseguridad personal, votó hasta por 8 millones
el 6-D de 2015 para elegir una Asamblea Nacional victoriosa, ocultaría en el
segundo plano de los archivos sus prioridades de ser gobernador, alcalde,
presidente de la República, y se ocuparía de restablecer la autonomía del
Parlamento y lo convertiría en instrumento de movilización masiva en todos los
rincones del país, por alimentos, salarios justos, empleo digno, medicinas,
servicios públicos decentes, reconstrucción empresarial.
Qué puede pensar un
ciudadano anónimo cuando ve los medios y lee al mismo tiempo el aguacero de
posturas para salir del régimen; unos claman por la reforma; otros, por la
constituyente, elecciones generales, elecciones presidenciales 2019, ya que el
referéndum revocatorio feneció; otros más osados desafían a los militares a que
se pongan los pantalones o las armas, para salir de este terrible trance. En
medio de la tormenta lanzan llamados a paros generales, marchas a Miraflores,
como si se tratara de un casting donde será premiado el más virulento discurso.
Como han planteado algunos,
será posible acordarse en torno a alguna propuesta y empujar, si no todos, la
mayoría en una sola dirección la carreta; seremos optimistas si el diálogo
comienza primero entre la oposición, sin exclusiones, en una encerrona que
permita diseñar la ofensiva final ante un régimen moribundo, cuyo soporte,
además del poder, el petróleo, la ayuda castrista, se identifica en la ausencia
de estrategia unificada del liderazgo opositor.
25-01-17
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