Por Simón García
Estamos en presencia de dos
finales opuestos: el del modelo totalitario del gobierno y el de la fase de
acumulación de fuerzas de la MUD.
El primero expresa el fracaso del comunismo a la cubana. El segundo, la gran victoria que reconquistó para la democracia al poder legislativo. Uno es irreversible. El otro, lleva a una necesaria transformación del discurso y su comunicación, las alianzas, la delimitación del adversario, la recreación de las formas de lucha o cómo abrir la transición de la dictadura a la democracia.
La acumulación de fuerzas
debe ceder a la acumulación de condiciones, ampliación de actores y
movilización eficaz de factores de cambio. Se cuenta con uno, fundamental por
su poder espiritual y cultural, la Iglesia católica venezolana. Se inició, con
el discurso de Julio Borges, un llamado a la reorientación constitucional de la
Fuerza Armada, otra institución decisiva.
Falta hablarle al chavismo
descontento y al sector que ha decidido observar o eludir el conflicto entre
cambiar o mantener al gobierno que genera y prolonga las crisis. Dos minorías
relevantes para derrotar la desunión y falta de confianza en el futuro.
La competencia entre
respuestas diferentes sobre cómo encaminar el cambio y su manejo fuera de
normas, erosiona la unidad y compromete su eficacia. Han emergido, con
distintos matices, las inevitables disyuntivas entre ruptura o transición,
entre choque frontal o acuerdo con quienes sostienen una aspiración
revolucionaria.
Pesan fallas como la falta
de asertividad para centrar a las fuerzas del cambio en su propia Agenda, la
desarticulación entre demandas políticas y la sociedad que protesta y rechaza
con fuerza al régimen o la rediscusión de los roles para preservar a la AN y
evitar que actúe exclusivamente como una parcialidad, así sea la mayoritaria..
Se han hecho concesiones al pensamiento radicalista que exige cambio
instantáneo, desprecia objetivos importantes como la elección de gobernadores y
empuja, tras el atractivo Maduro vete ya, directo al 2019.
En medio de la no
combinación de los medios de lucha, los round restantesno dan para ganar por
nocaut. Tal vez tengan razón los que insisten en intensificar el choque
frontal. Pero la relación de fuerzas y la disposición a mantenernos en el
cuadrilátero constitución, democracia, paz y elecciones aconseja debilitarlo al
máximo y ganarle al régimen por decisión de un consenso con participación de
sectores que lo han apoyado y cuya participación agregará aportes, minimizará
rebotes de los que tendrán que abandonar el poder y ampliará la base de nueva
gobernabilidad.
Apostar por la unidad es fortalecer a los partidos y contribuir a la cooperación solidaria entre la élite política desafiada por la misión de reconstruir un país destruido. Una apuesta que exige que la MUD se rediscuta y se cuide a sí misma.
Para ganar, hay que saber
llegar a un final abierto, con muchos más sectores, distintos a la MUD.
22-01-17
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