Por Alberto Lovera
No cabe sino la indignación
general ante el salvaje robo y pillaje al Palacio de las Academias.
Lamentablemente no es un hecho nuevo ni infrecuente, hemos sido testigos de
innumerables arremetidas del hampa a las universidades nacionales.
En todos estos casos no se
han resumido a un simple robo, han actuado con una saña inmensa, destruyendo
las instalaciones, mandando un mensaje de odio al saber que alguien ha
sembrado.
Antes de escribir esta
líneas, nos topamos con un artículo de Laureano Márquez en TalCual, el
28-6-2013, www.talcualdigital.com/Nota/88272/muera-la-inteligencia que
recuerda un episodio en la Universidad de Salamanca, donde hace ya 80 años, se
protagonizó un aireado debate entre los fascistas y Miguel de Unamuno, a la
sazón, rector de esa universidad, donde le increparon a este con el grito
¡muera la inteligencia! o ¡mueran los intelectuales!, y donde Laureano no sólo
nos describe el acontecimiento sino que lo relaciona con esta mezcla de acoso
financiero y violencia física que se viene operando hacia las instituciones de
cultivo del conocimiento en nuestro país.
Hay demasiados indicios que
apuntan a sospechar una mezcla de delincuencia común con bandas con
motivaciones políticas, uno de los signos de un régimen en metástasis, que se
hace la vista gorda ante las repetidas agresiones a las instituciones
académicas, consideradas como enemigas, además de sus propias políticas y
ejecutorias que trata de asfixiarlas, frustrado por el liderazgo intelectual
que mantienen, a pesar de la situación de precariedad material a que han
conducido a las instituciones y al personal que trabaja en ellas.
Atacar o dejar que agredan a
las instituciones dedicadas a la formación del talento humano y a la producción
de conocimiento no sólo es un crimen, es también conspirar contra unas de las
conquistas democráticas del pueblo venezolano, que defiende la posibilidad del
debate plural entre los distintos puntos de vista. Es tratar de socavar uno de
los elementos claves para el progreso de las naciones: el conocimiento, que se
convierte en incómodo cuando pone al descubierto las raíces de nuestros males e
ilumina el camino para corregirlos y enrumbarnos en un futuro mejor y más
equitativo para todos.
En aquel suceso de la
Universidad de Salamanca, Unamuno les advirtió a los fascistas: “para vencer
necesitáis fuerza bruta que os sobra, para convencer se necesita la razón”. Con
represión y agresión se puede intimidar y alargar la sobrevivencia de un
régimen agónico, pero no evitar que el pueblo que sufre deje de luchar por una
mejor calidad de vida, apoyado por esos intelectuales incómodos que tanto le
molesta al oficialismo porque ponen al descubierto, como ha dicho Benjamín
Scharifker, a “un sistema totalitario que se basa en un obra de ficción”, solo
que su guión maltrata a la gente, menos a los enchufados.
20-01-17
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