Luis Manuel Esculpí 30 de enero de 2017
@lmesculpi
El
régimen está cumpliendo la mayoría de edad. Dieciocho años, el doble del tiempo
de la dictadura de Perez Jiménez y solo superado por los veintisiete años del
gomecismo a principios del siglo XIX.
La
alternancia democrática fue una de las virtudes propias de la República Civil.
Constitucionalmente no estaba permitida la reelección indefinida. En este
tiempo el país cambio, no se transformó en la dirección del progreso y el
desarrollo; por el contrario hemos retrocedido dramáticamente en aspectos
fundamentales de nuestra calidad de vida y se deterioró drásticamente todo el
funcionamiento institucional.
Estamos
en presencia de una nueva peripecia histórica, si para Mariano Picón Salas en
su magistral ensayo La Aventura Venezolana afirmó: “podemos decir que al final
de la dictadura gomecista, comienza apenas el siglo XX en Venezuela”. Con este
mal llamado “proceso revolucionario” pudiéramos hacer el símil y decir que entraremos
con retardo al siglo XXI.
Ingreso
al metro en una estación donde no funciona la escalera que baja, tampoco la que
sube. No falta la propaganda oficial, mendaz como la vocería gubernamental. Un
aviso gigante con una imagen de un tren afirma palabras más, palabras menos:
esto solo es posible en revolución. Este mes se cumplieron 34 años de su
inauguración, cuando llegaron al poder ya estaba construida la línea 1 en su
totalidad y la línea 2 parcialmente.
En
este sistema de transporte masivo se puede observar-para bien o para mal- los
cambios ocurridos con el tiempo, incluso en el comportamiento de los usuarios;
hay quienes eluden pagar pasaje usando la entrada preferencial, con desdén
algunos cómodamente colocan el pie en las paredes mientras esperan la llegada
del tren, otros comen en los vagones, ya los llamados por los altavoces no son
frecuentes, incluso a veces no anuncian la llegada a las estaciones.
El
desorden caracteriza la entrada, estamos en una estación de las más
concurridas, con nosotros entra un vendedor que anuncia como una oferta que es
necesaria aprovechar -según sus palabras- dos chupetas por trescientos
bolívares. Ahora la gente viste menos de rojo, solo dos empleados de un banco
del estado llevan camisas de ese color. Se inicia una conversación entre varios
pasajeros, hablan de la escasez y del costo de la vida, todos critican al
gobierno y responsabilizan a Maduro. La mayoría asiente, algunos aportan
pequeños comentarios, también críticos. Si hay quienes apoyan al gobierno, no
lo manifiestan, se inhiben.
Si nos
retrotraemos apenas unos pocos años, en el metro la situación era totalmente
inversa. La conformación de la una nueva mayoría en el municipio Libertador
(donde Jorge Rodríguez es Alcalde) se evidencia también en este sistema de
transporte masivo.
Recientemente
en otro viaje, presencié un debate subido de tono entre dos señoras de la
oposición, sobre la conveniencia o no de marchar, el intercambio se caldeó
tanto, que cada una le decía a la otra que si no le gustaba la discusión se
bajara del vagón. Pensé con algo de sarcasmo que las divergencias en el campo
opositor ya trasciende las manifestaciones de sus voceros nacionales.
Enero
es un mes de aniversarios también el trece cumplió años Copei y el diecinueve
el MAS, ambos partidos lo celebraron sin el esplendor de otrora, no sólo por la
situación del país, sus tiempos luminosos son obra del pasado.
También
se cumplen 57 años de la caída de Pérez Jiménez y de la conquista de la
democracia, hoy mientras escribo estas notas, me dispongo a ir a la marcha, no
sé si el metro funcionará, ya es costumbre el cierre de estaciones en la ruta
de las convocatorias de la Mesa de la Unidad.
El cambio
por venir tiene que sintonizarse con la época, colocarse a tono con los tiempos
y entrar de lleno a este siglo de la modernidad. Contamos con los recursos
humanos, la mayoría de los hoy ausentes regresaran para asumir ese compromiso.
Ya alguna vez fuimos el país de mayor desarrollo en América latina. Eso solo
será posible al producirse el cambio político.
@lmesculpi
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