Por Ismael Pérez Vigil, 28/01/2017
Durante
los últimos 40 años, desde finales de los años 70 del pasado siglo, hemos
denigrado sistemáticamente de los partidos y de los políticos. Esa posición que
algunos llaman anti política, ha tenido un resurgir en estos días a raíz de la
aparición de los movimientos de “indignados” en Europa y probablemente explica
en buena medida el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos, aunque allí
actuaron también otros factores, que no viene al caso analizar ahora.
En
nuestro país, esas posiciones se manifestaron de manera muy aguda, hasta
que en 1993 y luego más claramente en 1998 triunfaron las opciones anti
partido; primero con Rafael Caldera, en 1993 –paradójicamente uno de los padres
del Pacto de Punto Fijo, que fue un hito importante del desarrollo de nuestra
democracia– y luego con el triunfo de Hugo Chávez, en 1998. Este último
prácticamente acabo con los partidos, derrotándolos sistemáticamente en
procesos electorales y elecciones amañadas –no necesariamente fraudulentas–
dejándolos sin recursos, denigrando de ellos, persiguiendo y encarcelando sus
líderes. Aún hoy los partidos políticos no se han podido reponer.
Hoy
tenemos un liderazgo político que es muy similar al sistema político que
desarrollamos desde finales de los años 50 del pasado siglo,
“presidencialista”, se caracteriza por liderazgos fuertes, del tipo
carismático, que en muchos casos se convierten en “mesiánicos”. Nos gustan los
líderes que dicen cual es el camino, que tienen todas las respuestas, que
marcan la ruta, aun cuando para crecer, hacia una sociedad moderna, hace falta
otro tipo de líderazgo, más organizacional, más institucional, que nos acompañe
en el camino, que corra “riesgos” con nosotros; pero lamentablemente, el otro
es el que tenemos, con ese hay que lidiar por el momento.
Así,
hoy tenemos –no nos extrañe– una oposición a la que le cuesta unirse y
mantenerse unida, dividida en opciones ideológicas, poco profundizadas por sus
militantes, y fragmentada en liderazgos individuales. Solo nos ha mantenido
unidos un propósito, salir de este régimen; y algunas ideas, casi míticas, que
podríamos llamar “ideas fuerza”, como lo es la idea de la “unidad”.
Claramente,
en las elecciones parlamentarias de 2015, los candidatos que se salieron de la
“unidad” fueron barridos y en algunos casos, con grave deterioro para sus
liderazgos locales y regionales. En 2016, una de esas “ideas fuerza” fue el
“RR”; idea o propósito que una vez “cancelado” inconstitucional e ilegalmente,
no hemos logrado aun reponernos y reemplazarlo, afectando liderazgos nacionales
y en algunos casos hasta la unidad.
Otra
característica del liderazgo de hoy es la tendencia a ser “mediático”. Los
líderes y los medios se buscan, unos tras la noticia, otros tras el espacio y
la notoriedad; probablemente para ahorrarse el trabajo político de recorrer
calles, campos, fábricas, liceos y universidades, para buscar a la gente en sus
ambientes de estudio, de trabajo, donde viven, en la cotidianidad que nos ahoga
a todos. Este tipo de liderazgo enfrenta hoy una dificultad inmensa y
fundamental para la oposición, dado el control de los medios de comunicación
que tiene el régimen.
Quienes
nos oponemos al Gobierno contamos con espacios cada vez más limitados, en
escasos dos o tres periódicos nacionales, sin papel suficiente para mantener
ediciones diarias, con censura velada, cuya lectura alcanza a duras penas al 3%
de la población; unas pocas emisoras de radio, que no pasan de unas quince en
todo el país y contados minutos en tímidos noticieros de TV que escasamente
informan acerca de lo que hace o propone la oposición al régimen y con una
audiencia cada vez menor, que prefiere los canales internacionales. La
alternativa de las “redes sociales”, que muchos sobre estiman, no tiene aún una
penetración importante, sobre todo en la población de menores recursos e
ingresos, por lo que es muy difícil que pueda compensar el abrumador despliegue
que tiene el estado régimen con sus redes de medios impresos, circuitos de
radio nacionales y locales y canales televisivos, toda una red de
desinformación y manipulación de la opinión pública; sin contar con las
múltiples y continuas cadenas presidenciales y de publicidad del gobierno.
Pero
otra característica que tiene el liderazgo político hoy en día, muy importante
para la meta electoral que es preciso desarrollar en 2017, es que es también un
liderazgo “regional”.
Lo
“regional” tiene hoy un espacio; anteriormente, al inicio del desarrollo de
nuestro sistema de partidos y sistema político, había que venir a Caracas para
“triunfar” políticamente, para darse a conocer como opción; hoy es cosa del
pasado. La oposición, por ejemplo, ha tenido varios candidatos regionales con
proyección nacional, aun cuando su característica era que eran líderes
regionales; son ejemplos de esto: Oswaldo Álvarez Paz y Andrés Velásquez en
1993, Salas Romer, en 1998 y Manuel Rosales en 2006. Hoy en la oposición, nos
gusten o no, hay candidatos presidenciales o lideres cuya característica es lo
regional; Henry Falcón es uno y –nuevamente– Manuel Rosales, es otro que
reaparece en escena.
Eso
es posible gracias a otra “idea fuerza” que comenzó a desarrollarse a final de
los años 80 del pasado siglo y que debemos mantener, la idea de la
“descentralización”. Contra esa idea el régimen ha dirigido buena parte de sus
baterías, tratando de impedir el desarrollo de los líderes regionales, propios
y sobre todo ajenos, persiguiendo y apresando gobernadores y alcaldes por todo
el país, despojándolos de facultades y dejando a las regiones sin recursos
económicos y bajo su control.
Por
eso es tan importante que madure y adquiera mayor fuerza el tema de las
elecciones de Gobernadores. Se trata, no solamente de defender el derecho al
voto, hoy vulnerado por el CNE, organismo constitucionalmente encargado de
defenderlo, sino también para proteger, desarrollar esa “idea fuerza” de
nuestro sistema democrático, la descentralización y contribuir también al desarrollo,
fuerte, indispensable, del liderazgo regional. Las elecciones regionales es,
sin lugar a dudas, una oportunidad de “pintar de azul” los 23 estados del país
y fortalecer y consolidar definitivamente nuestra mayoría electoral, nuestra
verdadera fuerza: el voto ciudadano.
@Ismael_Perez
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