Por Luis Manuel Aguana,
30/01/2017
De Rafael Gallegos Ortiz, rescato
las siguientes líneas: “La copla al alzado Joaquín Crespo de su subalterno
Narciso Camero, se baja del rocinante y retrata a cuerpo entero –sin enjalma y
hasta sin ropa interior- a tantos políticos venezolanos de ayer y de hoy y
quisiera Dios que no de mañana: Hombre que tiene talento / brinca pa’lante y
pa’trás, / y como yo no lo tengo, / brinco pa’lante no más…” (1).
Que increíble que desde el tiempo
de Joaquín Crespo a esta parte, aún esta copla retrate todavía con descarnada
exactitud a la clase política venezolana. Los que tienen talento giran y giran
en torno a múltiples maneras de hacer las cosas, van “pa’lante” y “pa’tras” sin
decidirse nunca porque estudian todas las opciones; y aquellos que no lo tienen
simplemente van “pa’lante” porque no les queda otra alternativa.
No en vano Paulo Freire, quien
fuera uno de los educadores y filósofos más influyentes de Brasil y
Latinoamérica, indicaba: “El problema de América latina, es que mientras
el sabio duda, la ignorancia actúa”. Entonces la lección aquí, desde Cipriano
Castro hasta nuestros días, es que debemos tener cierta dosis de audacia y
brincar “pa’lante” y actuar aunque dudemos, así no tengamos todos los elementos
en las manos.
Ese accionar del ignorante tiene
hondas raíces en nuestra cultura. Explica a Chávez y mucho de lo que nos está
pasando, entre otras cosas porque la gente necesita respuestas inmediatas y los
problemas son complejos. El Proyecto País Venezuela no es un compendio de todas
las respuestas. Pero es el primer paso para discutir entre todos el país que
queremos. No es una verdad incontrovertible, ni un dogma; es un sueño, es la
maqueta de una nueva casa para vivir que ponemos a la orden del país para
discutirla. Una vez discutida entonces vendrá la segunda parte de esta historia
que no es otra cosa de fajarnos a construirla entre todos.
Algunos creen que allí se debería
hablar de economía o “de que va a vivir el país”, cometiendo el error de pensar
que el Proyecto es un programa de gobierno. Primero deben existir los cimientos
de la casa, la disposición primaria de las cosas, la estructura política
fundamental donde se van a desenvolver los actores sociales. Esa estructura en
la actualidad está severamente dañada y es por eso que la casa se nos está
cayendo encima, haciéndose necesario hacer otra con urgencia. Para eso es la
Asamblea Nacional Constituyente. La economía que se desarrolle en esa casa,
luego de construida, dependerá de esas definiciones fundamentales, como por
ejemplo la primacía de las libertades políticas (ver La Primacía de las
Libertades Políticas, en http://ticsddhh.blogspot.com/2015/07/la-primacia-de-las-libertades-politicas.html).
Pero en un país lleno de
necesidades como el nuestro, no de ahora sino de siempre, las decisiones se han
tomado sin pensar, porque siempre hay algo urgente que resolver. Antes lo eran
las necesidades agobiantes de un pueblo al que nunca le han cumplido, aun
teniendo con que hacerlo, y ahora –de nuevo- sufriendo ese mismo problema solo
que agravado exponencialmente y sin tener con que hacerlo. Y si no pensamos
agravamos más sus necesidades.
Y en ese escenario de urgencias
llegan unos locos soñadores a decir que “hay que cambiarlo todo” con una
Constituyente. Por eso es que nos gana siempre el que “brinca pa’lante no más”.
Y lo duro de la realidad es que hay que cambiarlo todo. No solo un cambio sino
un Gran Cambio, un cambio tan grande que incluya cambiarnos a nosotros mismos.
¿Será posible hacerlo en la Venezuela de hoy? Tendremos que hacerlo si queremos
salir de esta pesadilla interminable. Demasiada ignorancia de lado y lado.
Demasiada mala calidad en la dirigencia. Pero esa ignorancia y mala calidad actúa
como efectivamente lo padecemos, porque nadie que tenga Poder se lo dejará
arrebatar y menos por alguien que proponga algo nuevo. Y es por eso que debemos
actuar, haciendo un balance entre lo que tenemos, aunque no esté completo, y
las consecuencias de no actuar ya.
De una hermosa película que vi
hace poco me encantaron unas frases que sentí significativas en el grave
contexto de lo que nos pasa en Venezuela: Hay dos lobos que siempre están
peleándose, uno es oscuridad y desesperación, el otro es luz y esperanza. ¿Qué
lobo gana? Al que le das de comer…Hemos alimentado el lobo de la oscuridad y la
desesperación desde que estos delincuentes se apoderaron de Venezuela. Ya es
hora de empezar a alimentar al otro lobo, el de la luz y la esperanza. Pero eso
no es fácil.
Requiere de hacer un esfuerzo
adicional. Requiere de darles una oportunidad a otras personas que salen nuevas
al escenario político con propuestas alternativas, más allá de apoyar lo mismo
de siempre. Requiere de preguntar, de indagar qué es lo que proponen, de ir a
su encuentro y de convencerse. De leer y averiguar en detalle cual es su
alternativa y finalmente darles un voto de confianza. No es fácil porque ha
habido demasiadas decepciones, pero no hay que rendirse. Hay que seguir
teniendo esperanza porque solo de allí nace la luz. No hay nada más fácil que
rendirse y nada más difícil que tener ideas nuevas para solucionar un problema.
Es por eso que convocamos a los
venezolanos a un Gran Cambio, no solo de las estructuras políticas del país que
nos generen un Pacto Social estable para las próximas generaciones, a través de
una nueva Constitución basada en un nuevo Proyecto de País, sino de la manera
en cómo nos vemos a nosotros mismos y como ejercemos nuestra ciudadanía. De
abandonar la oscuridad y la desesperación por la luz y la esperanza. De
movilizarnos sin abandonar el análisis. De que los sabios actúen por encima de
los ignorantes. De que los hombres de talento cambien y “brinquen pa’lante no
más”. Comencemos por cambiar la manera en como ejercemos nuestra Soberanía.
Convoquemos al Poder Constituyente Originario como el primer paso para quitarle
a la ignorancia la iniciativa de actuar, reivindicando el talento y la
sabiduría como los cimientos del gran cambio que se merece Venezuela.
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter: @laguana
(1) Rafael Gallegos Ortiz, San Juan
Vicente Gómez, ISBN 980-07-3233-0, Pág. 5,1996
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