Por Gioconda San Blas
Esta época convulsa por la que
transitamos los venezolanos no parece fecunda para el disfrute de pequeños
logros ni para el solaz de la sonrisa íntima, generadora de paz, matriz de
esperanzas solidarias. En medio de tanta sangre derramada injustamente, tanta
violencia, tantos sinsabores y limitaciones, invitar a celebrar la vida y
cantar por ella parece un contrasentido.
Eso es justamente lo que
siento, un canto a la vida, cuando llega a mis manos el producto final de un
esfuerzo colectivo, el libro “La fortaleza de las diferencias”(Caracas,
2017, Editorial Dahbar). Tras varios años de progreso irregular en su
preparación, a veces sintiendo que el proyecto sería abortado por mil
circunstancias personales y de país, finalmente ofrecemos este trabajo a
quienes deseen compartir con nosotros el mensaje de personas con diversas
discapacidades, que se niegan a incluir la derrota como parte de su vocabulario.
Nueve capítulos, nueve
situaciones vivenciales diferentes conforman la primera parte del libro:
Agustín, con síndrome de Down; Alberto, con paraplejia producto de un accidente
de tránsito; Anita, con retraso mental por problemas de parto; Emmanuel,
autista y sordomudo; Gabriel, con craniosinostosis; “José y los Bandidos de un
Solo Brazo” (agradecida a Leonardo Padrón por permitirnos reproducir su texto,
publicado previamente en El Nacional); Lorena, con paraparesia espástica
de los miembros inferiores; Lucero y su ceguera de nacimiento; y Luis Ernesto,
con retinosis pigmentaria. Además, se incluyen varios capítulos escritos por
especialistas sobre temas ligados a la atención de personas con discapacidad:
los genes, la ciudad, las leyes.
Según informes de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial (2010), alrededor de
1.000 millones de personas, un 15% de la población, sufren algún tipo de
discapacidad en el mundo. Este porcentaje seguirá creciendo en los próximos
años debido al envejecimiento de los ciudadanos. En vista de esa realidad, la
respuesta de las Naciones Unidas ha sido generar la Convención sobre los
derechos de las personas con discapacidad y su Protocolo Facultativo, aprobados
el 13 de diciembre de 2006 en su sede de Nueva York.
Lejos está Venezuela de
cumplir siquiera con una fracción de las obligaciones a que se contraen los
estados miembros en favor de los ciudadanos afectados por alguna circunstancia
discapacitante, mucho menos ahora, cuando la pobreza extrema y las adversas
condiciones sociales han influido en el aumento alarmante de deficiencias
formativas y de crecimiento en sectores numerosos de la población, cuando ni
siquiera las necesidades primarias están siendo atendidas debidamente. En un
país como el nuestro, actualmente en la bancarrota generada por un régimen que
dilapidó a lo largo de casi 20 años la mayor bonanza petrolera inimaginable (un
millón de millones de dólares) y terminó con servicios básicos precarios para
todos, los primeros afectados, los primeros excluidos y desatendidos son las
personas con discapacidades diversas.
Dentro de tales circunstancias
nacionales hostiles, acercarse desde la perspectiva individual a gente como
Alberto, José o Lorena, nutrirnos de su empuje vital y ver la vida bajo el
prisma multicolor de lo realizable sin parar mientes en los obstáculos, nos
obliga a revaluarnos para fortalecer nuestro transcurrir por la vida, más allá
de nuestras propias carencias. Porque como dice Mariana Farías, nuestra
prologuista, “discapacidad es lo que a lo largo de mi historia he sentido en
algunos aspectos de mi vida al no ser capaz, excelente, perfecta… al ser
hermosamente humana.”
Invitamos a nuestros lectores
a acercarse a las historias recopiladas en “La fortaleza de las
diferencias”, testimonios de gente que al decir de Leonardo Padrón tienen como
“principal oficio ganarle la partida a la adversidad todos los días. Justamente
el mismo oficio que nos toca hoy a todos los venezolanos”.
08-06-17
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