FÉLIX PALAZZI 01 de julio de 2017
@felixpalazzi
Posiblemente
haya alguno que piense que reflexionar sobre el corazón de Jesús en medio de la
situación de conflicto y de carestía que estamos atravesando sea algo
trasnochado, obsoleto o cursi; ligado a formas de piedad pertenecientes al
pasado. Lo cierto es que Venezuela en el año 1900 fue uno de los primeros
dieciséis países consagrados a esta advocación.
Corazón
es una palabra primordial en nuestra cultura. La palabra nos remite a lo
profundo y vital de nuestra esencia y existencia. Muchas veces nos referimos a
la realidad que vivimos sosteniendo que el corazón “se nos parte”, “se hiela”,
“se ensancha”, “se encoge”, o nos referimos a una persona como aquel que “no
tiene corazón”. Ante la crisis que estamos atravesando, muchos no ven salida.
Por esta razón reflexionar hoy en torno al corazón tiene vigencia. Es la
literatura la que nos recuerda aquella ya famosa y extendida frase del capítulo
veinticinco de El Principito: “Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es
invisible a los ojos”. Para muchos los ojos sólo muestran el conflicto y la
violencia. Por ello la urgencia de ver con otros ojos.
Pero
todavía todo esto nos podría sonar idílico. El teólogo jesuita Karl Rahner,
hace algunas décadas atrás, retomaba en consideración el culto al corazón de
Jesús. En su reflexión consideraba tres aspectos fundamentales de la advocación
al corazón de Jesús. Según su criterio, esta advocación nos llama a la
interiorización, a una fe intensa en el amor de Dios y a la reparación de este
corazón injustamente afrentado.
Regreso al espacio interior
Hoy es
imperativo volver a nuestro espacio interior. El espacio profundamente
deteriorado por el odio y la inhumanidad promovida adrede. Sólo un regreso al
interior puede permitir conectar con los valores e ideales que genuina y
libremente mueven nuestra vida. Nuestra vida individual y comunitaria como
grupo social. No se puede ser indiferente frente a la realidad y refugiarse en
el ghetto egoísta de la tranquilidad mezquina. Al referirnos a la palabra
corazón siempre nos referimos a una interioridad que tiene una referencia a
algo o alguien. Nuestro corazón nunca está totalmente volcado en nosotros
mismos. En tal sentido, la advocación al corazón nos lleva a lo más profundo y
genuino de nosotros. Aquel espacio que tenemos que salvaguardar de la
inhumanidad descorazonada que pretende imponerse como el criterio total y
dominante.
Pero
también es cierto que hoy a la comunidad creyente le es urgente una fe intensa
en el amor de Dios. El discurso imperante ha pretendido convertirnos en unos
lobos contra otros lobos. La lógica reinante nos lleva a percibir a todo aquel
que nos adversa como nuestro enemigo. Que como tal debe ser reducido y
eliminado. El Sagrado Corazón, desde el principio, representó la humanidad y la
cercanía de Dios a lo creado y a lo humano. El eje del cristianismo consiste
fundamentalmente en que “Dios nos amó con corazón humano”. Dios nos amó con y
desde el corazón de Jesús. De esta forma venció el mal. Quien vive desde este
amor entiende y vive según su lógica.
Por
último, hablamos de reparación. Una palabra extraña para nuestros oídos
modernos. Pero que hoy parece más urgente que nunca en nuestra realidad tan
fragmentada. Vivir desde el amor y desde el corazón no puede dejarme
indiferente ante el dolor en los corazones quebrados de nuestra historia.
Implica amar a los demás como somos amados por Dios. De esta forma, el corazón
se transforma en el centro que nos libera de toda esclavitud y opresión.
Félix
Palazzi
Doctor
en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi
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