Por Mario Villegas, 07/07/2017
La democracia está en fase
terminal. Ya desde hace unos cuantos años esta ha venido reduciéndose
progresivamente, pero lo poco o poquito que de ella queda se va a convertir en
nada si el autoritarismo se sale con la suya e impone su inconstitucional y antipopular
constituyente.
Con la democracia representativa
establecida en la constitución del año 1961 fue posible que en 1999, bajo la
naciente presidencia del hoy fallecido Hugo Chávez, se realizara un referendo
popular para preguntarle a los venezolanos si estaban de acuerdo en convocar e
instalar una asamblea constituyente, entidad todopoderosa que no estaba
considerada en la ley de leyes vigente para la época. Bastó que el artículo
cuarto de aquella carta magna dijese que “la soberanía reside en el pueblo”
para que, en una interpretación amplia y extensiva, la Corte Suprema de
Justicia, presidida por Cecilia Sosa Gómez, allanase al camino a la celebración
de un referendo con vistas a que el recién ungido Jefe del Estado viese
materializada su oferta constituyente.
Esa es historia patria, digo como
diría mi buen amigo y colega Olmedo Lugo.
Resulta que contra la
constitución de 1999, por la cual yo voté y a la que he defendido de los
sistemáticos atentados y violaciones gubernamentales, las cúpulas oficialistas
cerraron el año pasado las puertas no solo al referendo revocatorio y a las
elecciones regionales previstos en la letra constitucional, sino que ahora han
negado el derecho que el pueblo tiene a ser consultado para saber si quiere o
no un nuevo proceso constituyente y una nueva constitución.
¡Qué duda cabe! En la práctica
hemos pasado de la democracia representativa a una democracia proto-agónica con
negación absoluta de la participación popular, no por causa del texto
constitucional vigente, que teóricamente es mejor que el anterior, sino de
quienes detentan el poder. Hay que concluir que quienes hoy lo hacen son
infinitamente menos demócratas que quienes lo ejercieron ayer.
Y no es solo en cuanto a la
participación y el protagonismo electoral del pueblo que se nos muere la
democracia. Agoniza también en la negación y la brutal represión
policial-militar-paramilitar contra la protesta, contra el elemental y
universal derecho al pataleo.
La democracia agoniza cuando se
impide la manifestación pacífica en territorios permitidos para el
aclamacionismo y vedados para la disidencia. Agoniza la democracia en cada
balazo al pecho de un estudiante, en cada bombazo a la cabeza de un
compatriota, en cada patada al cuerpo de un anciano manifestante, en cada allanamiento
al sospechoso de estar contra el gobierno, en cada detención ilegal de algún
activista político o social, en cada tortura o intento de violación a muchachas
o muchachos presos, en cada arremetida violenta de tanquetas contra viviendas
que albergan a luchadores populares, en cada chorro de agua lanzado contra
adultos mayores o en cada bomba lacrimógena que asfixia a niños y adultos en
escuelas y hospitales...
Todas esas atrocidades se
multiplican y aumentan en salvajismo ante las narices del ministro de la
Defensa, Vladimir Padrino López, quien públicamente pidió a la Guardia Nacional
poner cese a estas aberraciones. En la Fuerza Armada nadie le para o lo dijo de
la boca para afuera. ¡Qué pena con ese señor!
Frente a la violencia represiva,
criminal y provocadora, se impone continuar y profundizar la lucha pacífica y
no violenta del pueblo venezolano. El vandalismo, los saqueos, la agresión
personal y otras formas no pacíficas son precisamente las reacciones que
procura el gobierno de ciertos grupos anarquizados para desacreditar nacional e
internacionalmente la lucha cívica, justificar más represión y cercenar mucho
más las libertades.
La convocatoria para el 16 de
julio de una consulta popular por parte de la Asamblea Nacional con el apoyo de
la Mesa de la Unidad Democrática, gremios empresariales, agrupaciones
sindicales, congregaciones religiosas, federaciones y centros estudiantiles,
organizaciones no gubernamentales, gobernadores de estados, alcaldes, diputados
nacionales y regionales, concejales y líderes comunitarios, apunta justamente
en la dirección correcta. Es una acción absoluta y totalmente pacífica que
convoca a la más amplia participación y protagonismo de cada uno de los
venezolanos comprometidos con la defensa de la constitución y de la democracia.
Enfrentar el zarpazo madurista
disfrazado de constituyente es indispensable para restablecer el orden
constitucional, salvaguardar la paz de la república, parar la agonía de la
democracia y ponerla al servicio de la urgente solución a los gravísimos
problemas sociales que hoy padece el muy aporreado pueblo venezolano.
@mario_villegas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico