José López Padrino 04 de julio de 2017
Al
margen de las acepciones historicistas, el término izquierda ha estado asociado
a la construcción de un imaginario libertario y humanista. Lamentablemente, una
izquierda que nació en las jornadas revolucionarias del siglo XVIII y ha
terminado ahora abrazando a lo peor: al militarismo, al nacionalismo, y a la
reacción. Paradójicamente ha escogido defender lo que cuestionaba en el pasado,
los autoritarismos opresores, viveros de irracionalidad y de despotismo. Una
izquierda miserable que ha caído en una desideologización vergonzosa.
Es esa
izquierda falsaria y reaccionaria la que le ha brindado apoyo al gorilismo
bolivariano, un proyecto militarista y reaccionario que promueve un capitalismo
de Estado explotador, la institucionalización de la represión y la tortura, la criminalización
de la protesta, el secuestro de la autonomía de los movimientos sociales, y ha
entregado nuestros recursos mineros (arco minero) y energéticos (empresas
mixtas) a las trasnacionales.
Es una
izquierda bastarda que apuntala la militarización de la justicia, y la
impunidad de milicos criminales involucrados en masacres como la de Cantaura,
Yumare, El Amparo, barrio Kennedy. Son unos farsantes que guardan un silencio
cómplice ante la sistemática violación de los DDHH por parte del régimen, incluyendo
la existencia de escuadrones de la muerte (paramilitares) que operan
impunemente en coordinación con las fuerzas represivas del Estado. Son los
cínicos del siglo XXI que hablan del respeto de los derechos fundamentales,
pero son tolerantes ante la barbarie facho-madurista que promueve arquetipos de
pinochetistas como Benavides, Lugo Armas, González López.
Una
izquierda farisea que asume una postura celestina frente al falaz
antiimperialismo bolivariano. Antiimperialismo que inexplicablemente le inyecta
más de un millón de barriles de petróleo diario a la economía del tío Sam y que
contribuye con importantes sumas de dinero para la ceremonia de la toma de
posesión del ultra reaccionario Donald Trump, así como para la celebración del
día de la independencia del “detestable imperialismo".
Son
unos timadores ideológicos que han apoyado las políticas antiobreras del
proyecto bolivariano, como la intervención de los sindicatos, la tercerización
laboral, la judicialización de la protesta laboral, la penalización del derecho
a huelga, y la eliminación de la seguridad social. Además, la supresión de la
mayoría de las contrataciones colectivas y su sustitución por convenciones
únicas (visión corporativista de claro sello nazi-fascista). La falsificación
de estos vándalos ha sido tan profunda que han convertido al viejo Marx en
alcahuete de sus políticas antiobreras.
Es una
izquierda decadente que ha avalado la manipulación de nuestra historia para
imponer su verdad, para justificar sus barbaridades e inconsecuencias
ideológicas. Son los Iglesias, Monedero, Lopez Obrador, Gonsalves, D'Elía,
Bonafini, y Petras entre otros, quienes falsean la realidad al ponderar al
socialismo del siglo XXI como la esperanza para los pueblos del continente. Son
los lacayos que mienten al publicitar éxitos “sociales” de la revolución
inexistentes, y apego y respeto a los DDHH, cuando ocurre todo lo contrario.
Son los mismos tarifados de conciencia prestos para calificar de fascistas a
cualquiera que se atreva criticar a la peste cívico-militar bolivariana.
Para
vergüenza de quienes hemos militado en la izquierda venezolana, hoy vemos a esa
miserable izquierda internacional apoyando al decadente neogorilismo de maduro
y su pestilente logia cívico-militar. Son los mismos cínicos que se cansaron de
cuestionar -con razón- la represión de los gobiernos anteriores y hoy apoyan y
hasta elogian las violaciones de los DDHH implementada por el
facho-gangsterismo bolivariano.
Lamentablemente
el facho-bolivarianismo ha desdibujado ideológicamente a la izquierda
venezolana, la ha arruinado políticamente al adueñarse perversamente de su
discurso e iconos, la ha empantanado con el pestilente militarismo represor.
Todo ello con la complicidad de los tartufos de una izquierda tribal,
excluyente y totalitaria.
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