Editorial El Nacional
No hablaremos hoy de nada
sorpredente, por desdicha. Forma parte de la rutina de insultos a las que
somete el madurismo a la colectividad, se inscribe en el libreto habitual de
los vejámenes a los cuales someten los mandones a todos los miembros de la
sociedad civil y a quienes la representan por su mandato. Pero se trata, debido
a su pavorosa protuberancia, de una señal de ignominia sobre cuyas
consecuencias se debe insistir sin fatiga.
El gorila que permitió el
atentado contra la Asamblea Nacional y contra los representantes del pueblo, el
pasado 27 de junio, ha sido condecorado por Maduro. Su "hazaña" ha
sido refrendada en un acto público con una presea que ahora exhibirá ufano en
su guerrera. El poder más alto del Estado, si es que se puede hablar de
cúspides y alturas en las pavorosas circunstancias que padece Venezuela, hizo
la aclamación del protagonismo de uno de los atentados más vergonzantes contra
la civilidad de que se tenga memoria entre nosotros.
Antes, en su programa de
televisión, el capitán Cabello invitó al gorila para representarlo como un
héroe ante las cámaras, pero también para que muchos de sus compañeros de armas
lo aplaudieran de pie en uno de los besamanos más escandalosos que se haya
transmitido en un medio de comunicación. El acto presidido por Maduro fue
apenas la continuación del bochorno promovido por el individuo del mazo ante la
mirada de los televidentes.
Nada sorprendente, decíamos
arriba, nada que se pueda considerar como una sorpresa, dada la estofa de los
protagonistas del oficialismo a quienes nos referimos ahora, pero debemos
recordar que el alabado gorila permitió la violación del recinto del Capitolio
y después tuvo la avilantez de propinarle un empujón al presidente del
Parlamento ¿Qué significa significa el reconocimiento y la bendición de su
atropello, en medio de las convulsiones que el pueblo experimenta?
A parte de comprobar la índole
antidemocrática del régimen, a parte de demostrar en toda su magnitud el
desprecio de una militarada ante el poder civil, el episodio inicia una crisis
puntual que puede agudizar la situación de querella institucional en el cual se
mueven las aguas.
La Asamblea Nacional, en
salvaguarda de su dignidad y como depóstito de la soberanía nacional
mancillada, tiene la obligación de ordenar que el chafarote sea explusado de su
seno, debe jugarse el pellejo para que un sujeto de tal índole no impida con su
presencia la continuidad de un irrespeto y de un deshonor sin parangones.
Pero, después de sus groseros
gestos, luego de ponerle un galardón y de aplaudirlo como héroe de la patria,
¿cambiará la dictadura su conducta ante un gorila a quien considera como protagonista
admirable de la "revolución"?, ¿el capitán Cabello guardará el mazo y
reconocerá que su apología de gorilismo no tiene ya cabida entre nosotros?
Estamos ante una vicisitud
crucial, debido a que se puede dejar mal parada a la Asamblea Nacional si no
logra el éxito en la defensa de los atributos del Poder Legislativo; y a que
puede demostrar, ahora con mayor elocuencia, por si se tuvieran todas las
dudas, que la dictadura no retrocederá ni un milímetro en sus posiciones de
prepotencia y arbitrariedad frente a los valores de la democracia.
02-07-17
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