Por Wolfgang Gil Lugo
“La libertad y la democracia
son sueños a los que nunca renuncias”
Aung San Suu Kyi
Una marcha de ciudadanos
humildes camina por los senderos de un país empobrecido. Los manifestantes son
pacifistas que exigen democracia para su país ante la opresión de una dictadura
militar. Un piquete de soldados les cierra el paso y les apunta con sus
fusiles. De la multitud se desprende su líder, una mujer menuda, esgrimiendo
una sonrisa bondadosa y una serenidad imperturbable. Lleva una orquídea en el
cabello. Camina hacia los fusiles. Los soldados no se atreven a accionar los
gatillos. La mujer logra atravesar la formación de soldados, quienes se sienten
sobrecogidos por la majestad de su estatura moral.
La libertad no se reduce a
hacer lo que queremos. El sentido más sublime de libertad es hacer lo que
debemos. La lucha por la democracia es una de las cosas que da más sentido a la
existencia. Luchar por la democracia no es solo un derecho, también es un
deber, un deber que produce una satisfacción intrínseca. Como decía Carlos
Fuentes: “No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa
búsqueda es la que nos hace libres”.
Birmania, conocida hoy como
Myanmar, ha tenido una historia de altibajos. Durante mil años fue un imperio.
En 1886, cayó bajo el yugo del colonialismo británico, hasta que, en 1947, Aung
San, quien es reconocido como el padre de la patria, negoció la independencia
con los británicos. Ese mismo año fue asesinado por un grupo antagonista de
militares. De 1948 a 1962, el país se convirtió en una república democrática,
hasta el golpe de Estado que instauró la junta militar que gobernó por
cincuenta y tres años.
La historia de Aung San Suu
Kyi, la hija del prócer birmano Aung San, constituye una las gestas más
inspiradoras de finales del siglo pasado y lo que va de este. Está inscrita en
el registro de la no-violencia. Su historia es apasionante y ejemplar. La
película The Lady (2011) del maestro francés Luc Besson relata la
vida de la activista más importante de Birmania.
La dama de la orquídea
La primera secuencia de la
película que cuenta la saga de la luchadora pacifista arranca con el asesinato
del líder Aung San. De seguidas salta en el tiempo al año 1988, momento en que
Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh) regresa a visitar a su madre enferma. Así
sabemos que vive en Londres, está casada con el historiador inglés Michael Aris
(David Thewlis) y tiene dos hijos.
Cuando Suu Kyi pone el pie en
Birmania su vida cambia radicalmente. Su visita coincide con una serie de
revueltas populares que piden la salida del gobierno de facto impuesto por los
militares, y ella, sin buscarlo, se convierte en el emblema de la rebelión por
ser hija del mártir nacional, cuya memoria es venerada en todo el territorio.
El film narra, por
un lado, la historia política que la dama protagoniza a lo largo de años de
privaciones, intimidaciones y castigos por parte de la autoridad ―que prefiere
dejarla con vida antes de hacer de ella otro mártir como su padre―. Vive,
durante quince años, en arresto domiciliario.
Cuando en 1991 Suu Kyi gana el
premio Nobel de la paz, tiene que escuchar la ceremonia a través de la radio,
encerrada en su casa. Por otra parte está la trágica historia familiar, pues
uno de los métodos de intimidación de las autoridades birmanas consiste en
mantenerla alejada de su esposo e hijos, esperando quebrar su espíritu, con el
fin de que regrese a Londres y se olvide de su país natal.
Por otro lado está la historia
romántica. Besson muestra el amor calmado y respetuoso que existe entre ella y
su esposo, el doctor Michael Aris, un académico inglés especialista en budismo,
solidario con las posiciones de su esposa, aunque ello represente que la
dictadura los separe.
Este biopic es una
excepción en la filmografía de Besson, quien nos tiene acostumbrados a
electrizantes thrillers, como El Profesional (1994) y Nikita (1991),
e imaginativas aventuras de ciencia ficción, como El Quinto Elemento (1997)
y Lucy (2014). Hay que reconocer que en su filmografía existe un
lejano precedente: Besson ha explorado el drama histórico en su sugestiva Juana
de Arco (1999), en la cual explora los límites entre la fe y la locura.
En The Lady, Besson
muestra madurez moral. Más allá del personaje histórico, la esencia es la lucha
por la justicia en el mundo real, donde los seres humanos muestran su valentía
y su libertad interior frente a la adversidad. En el film, su estilo dramático
es muy sobrio. Las fuertes emociones que tienen lugar se manejan de forma sutil
y contenida. Es como que todo girase sobre la fuerza que se obtiene por medio
del autocontrol. Por otro lado, los crímenes de la dictadura son expuestos sin
alardes, sin truculencia.
La película, en general, es un
gran homenaje al liderazgo genuino que se construye a través de valentía,
determinación y sacrificio personal, reafirmando la convicción de que los
medios pacíficos de resistencia son una poderosa fuerza contra el abuso, la
opresión y la injusticia.
Más allá de la película
Las elecciones generales de
Myanmar se celebraron el 8 de noviembre de 2015. Fueron las primeras elecciones
abiertamente disputadas en ese país desde 1990. Los resultados dieron a la Liga
Nacional para la Democracia, el partido de Suu Kyi, una mayoría absoluta de
escaños en ambas cámaras del parlamento, lo que permitió asegurar que la
presidencia. Lamentablemente, los militares arreglaron previamente la
constitución para negar la presidencia impidiendo ejercer el cargo de
presidente a quien tuviera hijos extranjeros. Una restricción diseñada a la
medida para cerrarle al paso a Suu Kyi a la primera magistratura.
El 15 de marzo de 2016 el
nuevo parlamento eligió a Htin Kyaw como el primer presidente no militar del
país desde el golpe de 1962. El 6 de abril de 2016, Suu Kyi asumió el recién
creado papel de Consejera del Estado, rol similar al de un primer ministro.
Si bien su liderazgo continúa
consolidado, durante los últimos años ha perdido arrastre por no defender la
causa de la minoría musulmana rohingya, compuesta por cerca de un millón de
personas, quienes no cuentan con el derecho a voto por no ser considerados
ciudadanos.
A la Liga Nacional para la
Democracia le ha costado mucho gobernar, por tres razones. La primera, que una
cuarta parte del parlamento está reservada a los militares, lo cual obliga a
obtener una mayoría aplastante para poder dirigir al país. Segundo, los
militares se han reservado el veto sobre cualquier intento de cambio a la
actual constitución. La misma carta magna impone que el presidente no sea
elegido por votación popular sino por los parlamentarios. En tercer lugar, los
militares se han reservado así mismo, el nombramiento de los más importantes
cargos ministeriales.
La política de la compasión
Para comprender la actitud de
Suu Ky ante la vida y la política, hay que esclarecer el concepto clave de su
pensamiento: la compasión activa o metta, termino de origen Pāli (Mettā),
que se traduce como “simpatía,” “benevolencia,” “amistad,” “buena voluntad,”
“amor,” o “interés activo por los demás”.
La compasión activa es una de
las principales virtudes (paramitas) para purificar el karma. El mettā bhāvanā
(cultivo del mettā) es una forma de meditación budista muy popular. Para Suu
Kyi, la metta interviene cuando los seres humanos “intentamos
alcanzar la iluminación y utilizar la sabiduría adquirida para servir a los
demás, con el fin de que también ellos puedan ser liberados del sufrimiento. No
todos podemos ser budas, pero siento la capacidad de hacer todo lo que puedo
para alcanzar un cierto grado de iluminación y emplearlo en aliviar el
sufrimiento de los demás”.
Dicho de otro modo, se trata
de una aproximación a la figura del bodisatva, que en el camino hacia la
iluminación se detiene para entregarse por entero al ejercicio de la compasión.
Una vez asumida esa responsabilidad, sostenerla se coloca por encima de todo
dolor y de todo sentimiento privado.
En julio de 1989, Suu Kyi se
declaró en huelga de hambre. Lo hizo no como protesta por su condición de prisionera,
sino para conseguir la liberación de sus jóvenes correligionarios detenidos y
torturados.
El campo de aplicación
de metta debe extenderse a nuestros enemigos. En el caso de Suu Kyi,
la compasión no se limita a sus seguidores o al conjunto del pueblo de
Birmania, sino que comprende a los miembros de la Junta Militar, a quienes
ofrece una reconciliación basada en el pleno restablecimiento de la democracia.
“Nunca aprendí a odiar a mis carceleros”, explica Suu Kyi. Más bien opta sin
reservas por la no violencia para ella y su partido.
Para ella, la compasión no es
solo un camino para rescatar la democracia; también impregna su concepción
misma del Estado. El problema de la Birmania actual radica en la división. Está
marcada por la separación total entre los privilegiados y los no privilegiados.
Entre el ejército y el pueblo. La solución es una democracia donde los derechos
del individuo sean respetados y se cumplan las condiciones que en el
pensamiento budista hacen del gobernante un ejecutor del contrato social que
salva a la sociedad del caos, dentro del respeto a la ley.
Pero la clave del proceso para
llegar a ese fin es “la fuerza interior, la firmeza espiritual que procede de
la convicción de que tu acción es justa, aun cuando no obtengas un beneficio
concreto inmediato”.
En la paz está la fuerza
Durante todo este tiempo, Suu
Kyi ha mostrado una clara conciencia del poder criminal de los dictadores
birmanos, quienes han sometido a su pueblo a homicidios, torturas y toda clase
de tratamientos inhumanos. A pesar de ello, en el curso de la lucha por la
libertad, nunca cayó en las provocaciones e intimidaciones de la junta militar.
Muy por el contrario, se mantuvo dueña de sí misma para demostrar que la no
violencia no es cobardía sino valentía adornada de gracia y paz.
En el contexto de la búsqueda
de la libertad de todos los pueblos oprimidos, el enfoque espiritual de Suu Kyi
trasciende las fronteras geográficas y toca el valor fundamental de la
humanidad donde la violencia no tiene lugar. Como en el caso de Mahatma Gandhi,
Nelson Mandela y Martin Luther King, Jr., Suu Kyi sirve como ejemplo a quienes
luchan en paz en todo el mundo.
La forma no tradicional de
hacer política de Suu Kyi pavimentó el camino de la liberación para el pueblo
birmano. La suya es la gesta del liderazgo basado en principios. Los principios
son sutiles, como los de esta dama sabia y delicada, pero pueden exhibir un
poder muy superior al de la violencia y la brutalidad. Es muy significativo que
ante los fusiles de los soldados ella solo oponga una sonrisa y una orquídea.
02-07-17
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