Omar Barboza Gutiérrez 02 de julio de 2017
Cuando
un Presidente de la República, quien por tanto representa uno de los poderes
constituidos, pretende desconocer al poder Constituyente originario su derecho
exclusivo a convocar una Asamblea Nacional constituyente de conformidad con lo
dispuesto en el Artículo 347 de la Constitución vigente, haciéndolo mediante un
procedimiento que niega la universalidad del sufragio establecido también en la
Carta Magna, desconociendo igualmente el principio de la igualdad del valor del
voto de cada ciudadano cualquiera sea el lugar del país donde se emita, y todo
lo hace para quedarse en el poder en contra de la voluntad de la inmensa
mayoría de ciudadanos que lo rechazan. Evidentemente, estamos ante el intento
de una usurpación golpista del poder.
Aun
cuando la pequeña cúpula que hoy gobierna a nuestro país dice que el propósito
principal de esa iniciativa es la paz, nadie entiende cómo se pueda construir
un clima de paz imponiendo por la fuerza y violando la Constitución, un
proyecto de una minoría a una mayoría que no la quiere. Se nota que no han
entendido a Benito Juárez cuando sabiamente afirmó: “El respeto al derecho
ajeno es la paz”.
Tampoco
tomaron en cuenta que una propuesta de Constituyente, debe estar acompañada de
un gran consenso social para que tenga justificación histórica y política. El
pueblo de Venezuela lo que está esperando son propuestas que solucionen sus
principales problemas, como lo son el alto costo de la vida, la escasez de
alimentos y de medicinas, la inseguridad ciudadana, la corrupción, y el
narcotráfico.
Todos
los venezolanos sabemos que sin la unidad nacional necesaria que rectifique a
fondo las causas de la crisis que vivimos, no será posible salir adelante, y
esta propuesta de Constituyente lo que se convierte es en un gran obstáculo
para lograrlo, ya que le agrega un peligroso factor de mayor confrontación y
división en el seno de nuestra sociedad.
La
cúpula gubernamental, ante la falta de argumentos para justificar esta maniobra
que pretende prolongar la permanencia en el poder de quienes son los verdaderos
responsables de la crisis, lo que se les ha ocurrido es el uso de la
persecución política y la represión criminal para tratar de imponer por la
fuerza el proyecto totalitario que han tratado de disfrazar de una supuesta
Constituyente. Y otra vez el pueblo de Venezuela encabezado por su juventud, se
ha visto forzado a regar con sangre el árbol de la libertad. Estamos
presenciando cómo la ambición del poder y la necesidad de impunidad no tienen
límites éticos entre quienes gobiernan hoy a Venezuela; no les ha importado y
han tratado de descalificar los actos heroicos de los jóvenes que han muerto
defendiendo derechos humanos establecidos en la Constitución. Esas muertes son
razones adicionales obligantes para que nuestros jóvenes con todo el pueblo a su
lado, sigan luchando por tener una patria libre, donde puedan construir su
futuro con verdadera paz y en libertad. Ellos no quieren la paz de los
sepulcros sino la de la vida sin miedo.
Cada
día crece más la duda, sobre si las decisiones en relación a la crisis
venezolana se están tomando en el país o si están dirigidas desde Cuba para
mantener en el poder a quienes garantizan financiar con nuestros recursos al
fracasado proyecto de la revolución cubana. La saña y el odio con el que actúan
los policías y guardias nacionales que ejecutan la represión incrementan esas
dudas. Nos da la impresión de que sí son venezolanos los que están ejecutando
esos actos criminales, están adoctrinados para imponer la Constituyente a
través del terror y nos hacen recordar al Che Guevara en la Tricontinental
comunista de 1967 en la Habana, cuando dijo: “El odio como factor de lucha; el
odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones
naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y
fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así...”
Al
pueblo de Venezuela en su propósito de ser libre, no lo va a detener el miedo.
El gobierno no ha comprendido que la decisión en favor del cambio ya está
instalada, sin retorno, en el corazón y las mentes de las mayorías nacionales,
y que a lo que más le teme el pueblo es a que Maduro y su camarilla lo siga
gobernando.
El
camino hacia la paz es el respeto a la Constitución. Si Maduro quisiera
promover un diálogo serio, debe comenzar por retirar ese proyecto de
Constituyente. El pueblo seguirá luchando en la calles, o en cualquier espacio,
para evitar que esa usurpación se concrete, y si se impone por la fuerza,
desconocerá lo que de allí surja en ejercicio de sus legítimos derechos, incluyendo
los de vivir, comer, tener salud, pensar, y elegir.
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