Por Gregorio Salazar
Del coronel Vladimir Lugo,
jefe de la unidad de la GNB que supuestamente tiene a su cargo la protección de
las instalaciones de la Asamblea Nacional y de quienes allí deben desarrollar
su actividad política y profesional, los periodistas tenemos amplias
referencias, una peor que la otra, tanto que donde digo referencias bien
pudiera colocarse “prontuario”.
Hace unos meses, a las puertas
del CNE, despojó de su celular a una colega en plena cobertura periodística y
se lo regresó a las horas, dañado el equipo y borrado el material informativo.
Poco después se encontraba presente e impasible mientras una gavilla de sus
subalternos arrastraban y cargaban en vilo por las extremidades a otra colega,
reportera de una radioemisora colombiana, que pretendía ejercer su trabajo en
la sede del TSJ.
Lo sucedido durante la tarde
del martes en la AN abulta de manera escandalosa la singular hoja de
“servicios” de este oficial, cuyas ejecutorias probablemente lo catapultarán
próximamente a alguna de las máximas jefaturas de la GNB, como ya ocurrió con
el inefable coronel Benavides.
Nos tocó ver de cerca lo
acontecido en la AN, adonde habíamos asistido en ocasión de dedicarse una parte
de la sesión al Día del Periodista. Tocaba en turno la intervención del orador
invitado, profesor Marcelino Bisbal, cuando de improviso el hemiciclo se vació.
Afuera se había presentado un reclamo porque efectivos de la GNB introdujeron
en la sede del Poder Legislativo cajas con el distintivo del CNE con contenido
desconocido y sin la debida autorización de la directiva del parlamento.
El reclamo a los uniformados
fue respondido con insultos y fuertes agresiones físicas a dos diputadas y de
paso a una periodista. Cuando el presidente de la AN, Julio Borges, encara al
coronel Lugo para pedirle explicación de lo ocurrido, éste lo irrespeta de
palabra, vocifera que si Borges es el presidente de la Asamblea él lo es de la
unidad militar. Total, Lugo no aprecia ninguna diferencia en cuanto a
representatividad institucional se diga. Finalmente, cuando el presidente de la
AN se retira, Lugo lo empuja con violencia por la espalda. Inaudito.
Inconcebible. Indignante. Una afrenta sin medida en cualquier sociedad
democrática. Menos, al parecer, en Venezuela.
Evidencia clara que desde
adentro de la AN quienes deben protegerla se coordinan con quienes la acechan
fue la inmediata aparición de los infames colectivos paramilitares del régimen.
Lo que siguió para más de un centenar de personas que nos encontrábamos allí
entre diputados, periodistas y empleados de la asamblea fue un secuestro de
cinco horas, bajo el asedio de una horda que salvajemente también arremetió
contra vehículos de algunos reporteros que cubren la AN: los vidrios partidos y
los cauchos cosidos a cuchilladas, como descargando una furia criminal que no
podían dirigir contra sus propietarios.
Mientras tanto, la GNB colocó
piquetes en los portones del patio de la AN, pero el grueso de ellos se
mantenía en la escalinata que conducen al Salón Elíptico, conversando ajenos a
lo que ocurría en la calle. Sólo faltaban los sándwiches, golosinas y bebidas
para que aquello fuera un grato picnic.
Después de casi cinco horas,
cuando el castigo les pareció suficiente, fuimos sacados a las 10 p.m. hacia la
esquina de Pajaritos, medianamente protegidos por una barrera de uniformados,
mientras el grupo de delincuentes pagados por el gobierno nos gritaban
imprecaciones y lanzaban varillas de metal, botellas, morteros y cohetones que
impactaron a varias personas y que quemaron su ropa. ¿Hasta cuándo?
02-07-17
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