The
Economist 02 de julio de 2017
Se
supone que las constituciones, como los diamantes, duran. Pero esa no es la
opinión de Nicolás Maduro, un ex conductor de autobús escogido por Chávez para
reemplazarlo como presidente en 2013. Ha ordenado una nueva asamblea
constituyente, que será elegida el 30 de julio. Todo este proceso es diferente
al de 1999. En violación a la constitución de Chávez, este llamado ha sido por
decreto presidencial y no por referéndum popular.
El Sr.
Maduro dice que su propósito es derrotar el “fascismo” de la oposición. Sin
embargo, será elegido bajo un sistema que pudo haber sido ideado por el propio
Mussolini. Cada uno de los 340 municipios elegirá a un miembro de la asamblea,
sin importar su tamaño (sólo las capitales de los estados obtendrán dos), lo
que significa que las ciudades que apoyan la oposición están
infrarrepresentadas. Otros 181 miembros serán elegidos entre los grupos
comunales y ocupacionales controlados por el régimen.
El Sr.
Maduro quiere controlar la asamblea porque ya no puede permanecer en el poder
democráticamente. Los bajos precios del petróleo y la mala administración han
cobrado un alto precio. Los alimentos y los medicamentos son escasos; las
enfermedades antes erradicadas, como la difteria y la malaria, están matando
una vez más. La oposición ganó una gran mayoría en una elección legislativa en
2015. Desde entonces, el señor Maduro ha gobernado por decreto y a través de su
títere corte suprema. En casi todas las protestas diarias de la oposición desde
abril, 75 personas han muerto, muchas de las cuales han sido abatidas por la
Guardia Nacional o por bandas armadas a favor del régimen.
El
rechazo de Maduro a la dictadura ha abierto brechas en su base política. Luisa
Ortega, fiscal general y chavista de larga data, se ha convertido en una
crítica abierta. La asamblea constituyente “completará el desmantelamiento
definitivo de la democracia”, dijo esta semana a un periódico peruano. Su
aparente propósito es convertir a Venezuela en una dictadura semejante a la
cubana. Ya Maduro ha instituido un sistema de racionamiento al estilo cubano
con paquetes de alimentos entregados por las fuerzas armadas. La asamblea,
dicen los funcionarios, asumirá el poder soberano -y sacará a la Sra. Ortega.
Una
reciente oportunidad para aplicar presión diplomática fracasó el mes pasado en
una reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos, celebrada
en Cancún. Los anfitriones mexicanos pensaron que tenían más de los 23 votos
necesarios (de 34) para condenar a Venezuela. Ellos obtuvieron sólo 20, cuando
los diplomáticos del Sr. Maduro se ganaron a los vacilantes mini-estados
caribeños con amenazas de cortar el suministro de petróleo barato. El
resultado, dijo un diplomático latinoamericano, dependía de la presión que
Estados Unidos estaría dispuesta a poner en el Caribe. Y no fue suficiente: Rex
Tillerson, el secretario de Estado, se mantuvo alejado ocupado con Qatar.
Aunque Venezuela está más aislada que nunca en su región, Maduro podría
reclamar una especie de victoria.
Incluso
si se hubiera aprobado la moción, podría haber cambiado poco. Los únicos
obstáculos potenciales a la jugada del señor Maduro están en su propio lado.
Muchos chavistas se oponen a la asamblea constituyente. “El chavismo
democrático es significativo en términos de sentimiento popular”, dice David
Smilde, un especialista de Venezuela en la Universidad de Tulane. Aunque ha
habido protestas intermitentes en las zonas chavistas de Caracas, por lo
general sobre la escasez de alimentos, la oposición no ha logrado vincularse
con los disidentes del régimen en un movimiento de protesta verdaderamente
nacional.
Las
fuerzas armadas, que sostienen al señor Maduro en el poder, han vacilado pero
no se han inclinado, al menos hasta ahora. Varios generales jubilados cercanos
a Chávez han criticado la idea de una nueva asamblea. Al menos 14 oficiales
subalternos han sido arrestados desde que comenzaron las protestas. El 20 de
junio, el presidente le quitó al ministro de Defensa, general Vladimiro
Padrino, el poderoso puesto de comandante operacional de las fuerzas armadas.
Para algunos analistas, esto pareciera una expresión de desconfianza.
La
tensión está aumentando. El 27 de junio, un oficial de policía en un
helicóptero sobrevoló la Corte Suprema y el Ministerio del Interior. Una
multitud progubernamental atacó al parlamento, y saqueos a gran escala
ocurrieron en Maracay, al oeste de Caracas.
El
señor Maduro y su círculo carecen del aura de heroísmo que originalmente
rodeaba a Fidel Castro. “Si la Venezuela chavista era una caricatura de la
revolución cubana, Maduro es una caricatura de la caricatura”, dijo un
diplomático latinoamericano. No hay revolución en Venezuela, sólo mal uso del
poder. Y Se puede derramar más sangre antes de que termine la tragedia.
Traducción
libre de la Patilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico