Por Antonio Pérez Esclarín
El presidente insiste en su
llamado al diálogo, pero no muestra el menor indicio de voluntad de rectificar
o de cumplir alguno de los acuerdos establecidos en las mesas de diálogo con la
oposición hace ya unos meses. Más bien, sigue empeñado en imponer por la
fuerza, contra el clamor de la inmensa mayoría, una constituyente
inconveniente, fraudulenta y anticonstitucional. Repite que la constituyente es
el camino a la paz, pero es un camino que sólo está trayendo rabia, impotencia,
dolor y muerte. ¿Qué legitimidad y garantías de éxito puede tener una
constitución que surgiría, si se lograra imponer, de la violación
de la actual?
Mientras tanto, pasan los
días, se multiplican las marchas y plantones, y el país sigue rodando al
abismo. Aumenta la escasez, la inseguridad, la inflación, la falta de medicinas
y el hambre. Si Venezuela era un país que recibía oleadas de extranjeros que
venían en busca de una mejor vida, hoy millones de venezolanos han salido
del país o quieren hacerlo por no ver aquí futuro para ellos o para sus hijos.
¿Acaso no le duele al gobierno esta sangría de talentos, esta
descapitalización del recurso humano?
No entiendo la ceguera y
terquedad de los que nos gobiernan que siguen empeñados en mantener o
profundizar unas políticas económicas y sociales que han destruido al país y
han hecho el antimilagro de convertirlo en el más miserable de América cuando
era el más próspero. Si Einstein decía que no hay prueba de mayor
estupidez que esperar resultados distintos haciendo lo mismo, ¿por qué no
se quitan los lentes de una ideología fracasada que les impide ver
la terrible realidad que nos toca vivir a las mayorías, especialmente a
los más vulnerables y pobres? ¿Sin duda, porque a ellos no les falta la
comida ni las medicinas, y tienen acceso a dólares baratos con los que pueden
vivir y darse lujos de verdaderos oligarcas? ¿Cómo es posible que sigan negados
a permitir un corredor humanitario que evitaría las muertes de
venezolanos por hambre, desesperación o falta de medicinas?
Cualquier gobierno
medianamente democrático habría renunciado o llamado a elecciones
generales ante escándalos con los de los narcosobrinos, las marchas
multitudinarias que demuestran que las mayorías les han retirado el apoyo, la
muerte de marchistas desarmados, los escándalos de corrupción, o el
fracaso de las políticas económicas y sociales, que han destruido el aparato
productivo y llevado a niveles intolerables la inflación y la inseguridad.
¿Para qué se aferran al poder si han perdido toda legitimidad, son
incapaces de gobernar y no sólo no han resuelto ninguno de los problemas
esenciales, sino que los han agudizado todos?
A finales de la década
del 60, el filósofo marxista francés Roger Garaudy, al palpar los abusos del
régimen soviético que estaba aplastando por la fuerza las ansias de libertad de
pueblos enteros, escribió el libro “Ya no es posible callar”, que le
valió la expulsión del partido comunista francés. Me imagino que algo semejante
le habrá sucedido a la fiscal Luisa Ortega Díaz al comprender que no podía
avalar con su silencio tantas atrocidades. Lo que no entiendo es cómo
todavía personas pensantes, honestas y con compromiso social,
siguen callados sin levantar sus voces contra este desastre.
30-06-17
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