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viernes, 6 de octubre de 2017

15 -0 ¡A REAFIRMAR LA DESCENTRALIZACIÓN!, por @trinomarquezc



Trino Márquez  05 de octubre de 2017
@trinomarquezc

El chavismo-madurismo ha tenido que tragarse la descentralización, especialmente la elección directa de gobernadores y alcaldes, como si se tratase de aceite de ricino. Al caudillo no le quedó más remedio. Cuando asomó la posibilidad de volver al antiguo régimen en el cual el Presidente de la República designaba a dedo y removía a su antojo a los mandatarios regionales, hasta los dirigentes de su propio partido se sublevaron. Llegó a hablar de la “descentralización neoliberal”, para referirse al proceso iniciado cuando la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre) lideró un conjunto de reformas institucionales que permitieron la elección a través del voto universal, directo y secreto de los gobernantes de los estados y municipios.

Hugo Chávez contraatacó con la “nueva geometría del poder” y el Estado Comunal, adefesios que borraban de un plumazo las conquistas que los ciudadanos de la provincia habían alcanzado, ante  unas élites partidistas negadas a renunciar al privilegio de nombrar como mandatarios estatales a sus amigos, compadres y familiares. El referendo del 2 de diciembre de 2007 -cuando Chávez sometió a votación la reforma de la Constitución del  99- lo perdió, en gran medida, porque los gobernadores del Psuv se resistieron a realizar campaña para aprobar unos cambios que al final iban a decapitarlos.

 Actualmente, forzado por la circunstancias, Nicolás Maduro se vio obligado a convocar la cita electoral de octubre. Desde luego que no lo anima el deseo de fomentar la descentralización, ni realzar la autoridad de los gobernadores que serán electos dentro de pocos días. Maduro ha continuado la tradición autocrática iniciada por Chávez. Es más: la ha exacerbado. Ambos han sido los presidentes más centralistas que han gobernado la nación, desde Juan Vicente Gómez. En este plano, incluso, superan al Benemérito. Los presidentes de los estados de aquella época -así se les llamaba a los gobernadores, gozaban- de mayor autoridad y autonomía que los actuales mandatarios regionales.

 Lo que está en juego el 15 de octubre, por lo tanto, no es rescatar la descentralización. La vocación presidencialista y centralista del régimen forma parte de su esencia autoritaria y militarista.  No existe ningún modelo totalitario que promueva la autonomía funcional y política del Estado. Para relanzar la descentralización como proyecto orientado a profundizar la democracia y elevar la eficacia del sector público, aparece como condición sine qua non salir del madurismo, súmmum del populismo autoritario.

Entonces, ¿dónde se encuentran las bondades de acudir a las urnas electorales el 15 de octubre? La elección popular de los gobernadores y alcaldes, junto a la elección directa del Presidente de la República y el voto universal de las mujeres, fueron las reformas políticas más importantes del siglo XX. Cada una significó una victoria frente a las fuerzas retrógradas que se oponían a las trasformaciones que acompañaron la modernidad en Occidente. En el campo de los derechos civiles, constituyeron puntos de quiebre. Cambios históricos. Venezuela no debería retroceder a una época ya superada, como aspiran Maduro y su corte. Si por ellos fuese, la escogencia de los mandatarios regionales no pasaría de ser un ritual para complacer a la comunidad internacional y aplacar las presiones de los liderazgos regionales dentro del Psuv. 

Sin embargo, la gente de la provincia, cuando se organizó y luchó para conseguir elegir a sus propios gobernantes, no estaba pensando en ritualizar esa elección y convertir sus gobernantes en comparsas del Presidente de la República y de los mandamases del gobierno nacional, sino en figuras combativas que representaran las aspiraciones de la provincia ante el Estado central. Los abanderados del Psuv encarnan ls intereses de la burocracia indolente y cleptómana del alto gobierno. Balarán como mansas ovejas cuando les hable el pastor desde Miraflores.

Lo que aspiran los habitantes de los estados es que sus gobernantes sean capaces de denunciar los maltratos que padece la  provincia y demande que se satisfagan las necesidades de sus pobladores. No da lo mismo que, por ejemplo, en Miranda gane Carlos Ocariz a que triunfe Héctor Rodríguez. Este ha sido un dirigente oficialista que ha ganado sus galones apegado a la más estricta ortodoxia oficialista y a la obsecuencia que se les exige a los militantes ante las barbaridades cometidas por el régimen.

Miranda y todos los demás estados necesitan líderes regionales que asuman, en medio de las enormes dificultades actuales, la defensa de sus territorios y encarnen el viejo sueño de convertir el voto popular en instrumento para elegir líderes comprometidos con el elector local, no con la autocracia instalada en Miraflores.

Votar representa una manera de homenajear y reafirmar la descentralización.

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