Simón García 08 de octubre de 2017
@garciasim
Planes,
actos y discursos del poder buscan destruir la esperanza en el cambio. A la
descomunal campaña oficialista, no sólo en las redes, dirigida a desmoralizar a
opositores y disidentes, se une un grupúsculo de pensamiento extremista que
respira para destruir a la MUD,
A riesgo de rimbombancia, la elección de octubre es un evento que determinará si continuará el descenso del régimen hacia su final o si se le da oxígeno al deseo de perpetuación de la ilegalidad en el poder, como lo quieren imponer sus grupos asociados a la corrupción y a delitos internacionalmente perseguidos.
El gobierno busca sortear la presión internacional mostrando una situación de empate, tomando como sea el primer lugar en los Estados donde la ventaja del candidato de la Unidad sea menor a 10 puntos. En esa situación la diferencia puede estar en la indiferencia.
¿Entró el país en una crisis de esperanza o sólo es un momento de respuestas desesperadas y reclamos que no inutilizan la llama del rechazo al poder? Si se trata de lo primero es urgente desentrañar si la esperanza, como se dice de la desesperanza, puede aprenderse. Ortega y Gasset decía “un hombre desmoralizado es un hombre que no esta en posesión de si mismo” y un movimiento político minado por la desesperanza se condena a disolverse en un círculo de frustraciones y desmoralización.
En todo caso siempre es necesario sostener y nutrir la esperanza para impulsar y darle sentido a la lucha, para rodearla de entusiasmo y vigor. Esa reconstrucción social de la esperanza exige señalar objetivos claros y demostrar que se acumulan logros concretos, así sean parciales.
Los candidatos de la Unidad hacen un enorme esfuerzo para ayudar a que la rabia contra el gobierno se exprese en votos. Un objetivo que dificultan quienes aprovechan interesadamente el descontento contra la MUD para impedir que los votantes castiguen a la cúpula gubernamental que nos quita al país.
Para asegurar los mejores resultados electorales hay que volver a crear confianza en el seno de los opositores que crítican de buena fe a la MUD. Buena parte de ellos estuvieron en las calles y deben ahora ser oídos. Su participación decidida es fundamental para conquistar los cambios de fondo y las victorias electorales que sean necesarias para ayudar a hacerlos viables.
Hay que poner en evidencia la relación entre la solución de la crisis política y económica con la conquista de condiciones de vida que todos deberíamos disfrutar en correspondencia con las riquezas que puede producir el país. Venezuela no perderá el siglo XXI.
Hay motivos para tener esperanza en esta generación de líderes emergentes, obligada a defender la democracia y comprometida en desentrañar las claves para un cambio integral de gobierno, de gestión productiva y de garantías para ejercer los derechos en una sociedad con democracia y bienestar conducida por una nueva alianza entre trabajo, cultura y capital.
Entonces ganar no será un éxito transitorio, sino una victoria para pasar de la esperanza que espera a la esperanza que transforme el futuro.
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