Por Gregorio Salazar
Harto difícil saber a qué
atenerse frente a un gobernante que al tiempo que proclama como una de sus
macromisiones existenciales salvar el planeta emprende un crimen ecológico de
dimensiones universales, como el que representa la explotación del Arco Minero,
y encima es capaz de detener a un periodista extranjero, Bram Ebus, holandés y
especializado en investigación de temas socioambientales para más señas, por
sólo intentar buscar información sobre el proyecto.
Maduro y su avorazada
administración, que reniega de los dólares y jura que quiere rupias y otras
monedas que aquí sólo poseen los numismáticos, de tanto en tanto refresca ese
mandato expreso del Plan de la Patria ideado por aquel ilustre “sembrado” cuyas
enseñanzas hace retoñar a cada instante en la pantalla del canal 8. Pero no hay
duda que es exactamente en dólares que quiere transformar Maduro la larga lista
de minerales exóticos que encierra Guayana.
Como la zorra de la fábula,
después de saltar y saltar inútilmente por los dólares que le bloquean en otras
latitudes Maduro dice que están verdes –¡pero si verdes es que son!– y asegura
que en verdad a él lo que le gusta son los rublos, los yuanes y los yenes y
hasta preferiría en vez del billete gringo las monedas comunales, como la
lionza, el momoy o el cimarrón.
Hoy reniega, despotrica y
escupe cada vez que pronuncian la palabra rentismo, como si la exacerbación al
infinito de ese modelo no hubiera sido la quitaesencia, la condición sine qua
non, la verdadera varita mágica con la que se financió toda el aquelarre
populista y clientelar, el obsceno ventajismo electoral, la compra de socios en
el extranjero y la galopante corrupción, entre otras minucias. Qué socialismo
del siglo XXI ni qué niño sembrado: un diluvio de dólares, un trillón estiman
algunos, que hubieran servido para transformar a Venezuela hasta en el nombre
de la religión de Zoroastro, fueron esfumados hasta dejarnos en la inopia.
Sin embargo, se les oye
justificar a pecho partido que fue a la inversión social a la que se dedicaron
esos recursos. ¿Y no es social esencialmente el drama que vive el pueblo
venezolano? La verborrea va por un lado y la realidad de los hechos por otra.
Con esa desfiguración
constante de la palabra tiene que lidiar el país y especialmente la dirigencia
opositora. Ya era toda una temeridad, una verdadera ruleta rusa mantener los
escarceos exploratorios con miras a una posible reapertura de un proceso de
diálogo con el régimen de Maduro. Se acabó, tampoco será en esta oportunidad,
visto que el oficialismo no guarda el más mínimo respeto por sus interlocutores
y ni siquiera por los representantes de los países que ellos mismo propusieron
para el acompañamiento.
La unidad opositora adujo
que el régimen no ha cumplido con la designación de uno de los países garantes
del diálogo y, peor aún, el apéndice psuvista del CNE ni siquiera se digna
cumplir con el cronograma electoral y respetar el lapso para la sustitución de
candidatos.
Y es que desde la posición
de minusvalía electoral en la que se encuentran, saben que no pueden jugar sino
con naipes marcados, con cartas bajo la manga, incumpliendo cualquier norma que
pueda garantizar la equidad para las partes.
Un mínimo de sensatez y de
respeto por sí mismos impedía continuar en esos acercamientos mientras el
gobierno no daba ninguna muestra de buena fe.
Para la próxima, que a esa
mesa se siente Castro, el gran titiritero, que fue capaz de fungir de mediador
en el proceso de paz colombiano, pero por ahora no parece dispuesto a darle la
luz verde para el cambio a sus generosos muchachos de aquí.
01-10-17
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