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lunes, 2 de octubre de 2017

Era una temeridad por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


Harto difícil saber a qué atenerse frente a un gobernante que al tiempo que proclama como una de sus macromisiones existenciales salvar el planeta emprende un crimen ecológico de dimensiones universales, como el que representa la explotación del Arco Minero, y encima es capaz de detener a un periodista extranjero, Bram Ebus, holandés y especializado en investigación de temas socioambientales para más señas, por sólo intentar buscar información sobre el proyecto.

Maduro y su avorazada administración, que reniega de los dólares y jura que quiere rupias y otras monedas que aquí sólo poseen los numismáticos, de tanto en tanto refresca ese mandato expreso del Plan de la Patria ideado por aquel ilustre “sembrado” cuyas enseñanzas hace retoñar a cada instante en la pantalla del canal 8. Pero no hay duda que es exactamente en dólares que quiere transformar Maduro la larga lista de minerales exóticos que encierra Guayana.

Como la zorra de la fábula, después de saltar y saltar inútilmente por los dólares que le bloquean en otras latitudes Maduro dice que están verdes –¡pero si verdes es que son!– y asegura que en verdad a él lo que le gusta son los rublos, los yuanes y los yenes y hasta preferiría en vez del billete gringo las monedas comunales, como la lionza, el momoy o el cimarrón.

Hoy reniega, despotrica y escupe cada vez que pronuncian la palabra rentismo, como si la exacerbación al infinito de ese modelo no hubiera sido la quitaesencia, la condición sine qua non, la verdadera varita mágica con la que se financió toda el aquelarre populista y clientelar, el obsceno ventajismo electoral, la compra de socios en el extranjero y la galopante corrupción, entre otras minucias. Qué socialismo del siglo XXI ni qué niño sembrado: un diluvio de dólares, un trillón estiman algunos, que hubieran servido para transformar a Venezuela hasta en el nombre de la religión de Zoroastro, fueron esfumados hasta dejarnos en la inopia.


Sin embargo, se les oye justificar a pecho partido que fue a la inversión social a la que se dedicaron esos recursos. ¿Y no es social esencialmente el drama que vive el pueblo venezolano? La verborrea va por un lado y la realidad de los hechos por otra.

Con esa desfiguración constante de la palabra tiene que lidiar el país y especialmente la dirigencia opositora. Ya era toda una temeridad, una verdadera ruleta rusa mantener los escarceos exploratorios con miras a una posible reapertura de un proceso de diálogo con el régimen de Maduro. Se acabó, tampoco será en esta oportunidad, visto que el oficialismo no guarda el más mínimo respeto por sus interlocutores y ni siquiera por los representantes de los países que ellos mismo propusieron para el acompañamiento.

La unidad opositora adujo que el régimen no ha cumplido con la designación de uno de los países garantes del diálogo y, peor aún, el apéndice psuvista del CNE ni siquiera se digna cumplir con el cronograma electoral y respetar el lapso para la sustitución de candidatos.

Y es que desde la posición de minusvalía electoral en la que se encuentran, saben que no pueden jugar sino con naipes marcados, con cartas bajo la manga, incumpliendo cualquier norma que pueda garantizar la equidad para las partes.

Un mínimo de sensatez y de respeto por sí mismos impedía continuar en esos acercamientos mientras el gobierno no daba ninguna muestra de buena fe.

Para la próxima, que a esa mesa se siente Castro, el gran titiritero, que fue capaz de fungir de mediador en el proceso de paz colombiano, pero por ahora no parece dispuesto a darle la luz verde para el cambio a sus generosos muchachos de aquí.

01-10-17




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