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domingo, 14 de enero de 2018

Los rostros del dolor vs la geopolítica del hambre: ¿Feliz año nuevo? Por @MHerreradeF


Por Marianella Herrera Cuenca


Desde pequeña, me angustiaba mucho ver niños pidiendo dinero en las calles de Caracas, sin sus madres. Me cuenta Gloria, mi mamá, que yo no podía dormir o tenía pesadillas, porque me preguntaba una y mil veces donde estaban las madres de esos niños que había visto en algún semáforo de Caracas, también me preguntaba: ¿comían esos niños? Ahora me pregunto: ¿dónde estarán hoy? Esos niños de los años 70, tienen posiblemente mi edad. Los 70 fueron años muy distintos a los que corren … 

Mis padres eran comunistas, unos muy especiales, ciertamente, honestos y trabajadores, creían en un “hombre nuevo” en una sociedad distinta, donde todos seríamos igualmente sanos, honestos, trabajadores, con igualdad de derechos y oportunidades.

La primera vez que interactué con una sociedad comunista, fue en el año 1976, cuando mi padre, Adolfo Herrera viajó por varios meses a China, en calidad de invitado especial por ser corresponsal de la agencia china de noticias Xinjua. Yo tenía 10 años, llegué a China, luego de un largo periplo desde Caracas, vía París, Karachi y finalmente Beijing. Al llegar fuimos alojados en un antiguo palacio destinado a los intelectuales, allí había puentecitos, pequeñas unidades de viviendas, tipo pagodas, y el comedor, común para todos los que allí estábamos que era inmenso. Servían banquetes desde el desayuno hasta la cena, imposible de comer todo aquello.

En esa visita, un día me escondí y le dije en secreto a mi mamá: esto no me gusta (ella, ya sabía que a mí no me gustaba el comunismo, ya habíamos pasado por eso,  y si les interesa lean: “De regreso de la revolución” @editorialgloria). Cuando salimos hacia las zonas rurales, y recuerdo especialmente la salida a Tachín, al norte de China, le expliqué a mi madre: la gente luce triste, las caras de la gente “no combinan” con lo que dicen. Esta fue la percepción de una niña de diez años en 1976. Más adelante me enteré, que el presidente Mao Zedong, había dictado “la línea” para los chinos de comer un tazón de arroz dos veces al día. Luego, y gracias a mis estudios como médico y como investigadora en el área de las enfermedades asociadas a la nutrición, entendí que Mao, al igual que muchos líderes que han hablado de nutrición, lo hacen desde un punto de vista de dista mucho de ser el de conseguir la adecuación nutricional de la población. Me tomó algo de tiempo y de estudios, darme cuenta que esas caras de tristeza, muy posiblemente eran rostros de quien tiene hambre, de quienes no comen completo, de quienes a pesar de ser pioneros en la ingesta de insectos para obtener proteínas, tenían una ingesta de nutrientes muy por debajo de sus necesidades. El presidente Mao, solo les ofreció lo que sería una “gran” ventaja, pero incompleta, llena de deficiencias, al final nadie cubre las verdaderas necesidades nutricionales con solo dos tazones de arroz al día.


Pocos entendieron la versión criolla de los dos tazones de arroz: cuando en el pasado se decía que los venezolanos estaban obesos, esa obesidad enmascaraba un proceso de hambre oculta. No basta “rellenar” el estómago para calmar el hambre, la ingesta de alimentos debe cubrir los requerimientos de todos los nutrientes.

Podemos comprender que básicamente, quien tiene hambre es potencialmente peligroso, pero también se hace vulnerable para someterse a quien le da de comer. Esto hace que los alimentos sean puntos estratégicos de control en los regímenes autoritarios y antidemocráticos, como fuente de manipulación y sometimiento.  Amartya Sen ha hablado suficientemente sobre la relación entre hambrunas y regímenes antidemocráticos, no lo digo yo, lo dice un premio nobel de economía. Pero el problema del acceso a los alimentos es tan importante, que aún en los sistemas políticos verdaderamente democráticos, se presenta la contradicción de establecer de qué manera se atiende a los hambrientos, sin vulnerar su dignidad, respetando la ética para satisfacer sus necesidades nutricionales. Como hacer ante los eventos de la naturaleza y como enfrentar la geografía de la alimentación. Sí, es todo un tema geopolítico.

Es difícil sistematizar el cómo ejerce  influencia la gran politización de las condiciones de vida: te doy una casa, te doy comida, te doy salud. Y a cambio de qué, ¿cómo se mide esa interacción? La politización de las condiciones de vida, discriminan a quien no está con la política de turno y que ejerce el control, y para el caso de la alimentación es la estrategia de la geopolítica del hambre: donde estas, que tienes, que podrías tener, y como se controlan los alimentos para perpetuarse en el poder. Para muestra un botón: las bolsas CLAP. Un sistema militarizado y corrupto de reparto de comida, sin ningún tipo de análisis de las necesidades individuales o familiares, no hay monitoreo ni evaluación del programa, no sabemos cuáles son los criterios de inclusión para ajuste de los requerimientos nutricionales, no hay seguimiento para determinar la evolución del programa, para saber lo que debe mejorarse o bien lo que ha sido exitoso si es que lo hubo en ese abismo negro que son los CLAP. Y para muestra de la violencia que genera un sistema de control como este, tuvimos lo ocurrido en diciembre con la controversial entrega de perniles y seguimos viendo la violencia generada al inicio del año 2018.

Los regímenes autoritarios, terminan en hambre, la Europa Nazi y la restricción de alimentos, el fin de la segunda guerra mundial y la hambruna holandesa, la Cuba del período especial y sus otros períodos, la China de Mao, la Venezuela de Pérez Jiménez (en ese período hubo un aumento de la desnutrición para quienes no lo sabían y solo ven la construcción de infraestructuras), las Repúblicas Africanas dictatoriales, y por supuesto la Venezuela actual por solo mencionar algunos casos. Entonces, ¿es el hambre un problema geopolítico? ¿es un problema humanitario? ¿es un problema económico? La respuesta es que es un problema complejo con muchas dimensiones ¿El hambre crea inestabilidad política? Si, ¿pero más bien será que la inestabilidad política, las instituciones débiles y el deseo de control llevan al hambre? La respuesta la tiene el pueblo venezolano, la tiene por la consciencia y el duro aprendizaje vivido. De los líderes que han expresado un “slogan” alimentario o nutricional en el pasado el único que al menos para mí tuvo sentido, fue Enrique IV de Francia (Enrique de Navarra) cuando dijo que para los trabajadores franceses de su reino: “Le dimanche un poulet dans le casoulet” Los domingos un pollo en el caldero, al menos Enrique IV pensó en términos realistas, y pensó en algo más que carbohidratos: pensó en las proteínas. No tengo duda que los súbditos de Enrique IV tendrían un rostro más feliz, que el de los chinos del año 76 y que el de los venezolanos del 2017.  Mi deseo para el nuevo año 2018: Que el deber ser regrese a Venezuela en el área de la alimentación y nutrición. Un hogar con un ingreso digno es un hogar que puede adquirir alimentos, un mercado abastecido es un mercado que ofrece libertad de elegir lo que vamos a comer adecuado a nuestro entorno cultural, a nuestro conocimiento nutricional, a nuestras tradiciones culinarias. ¡Que el 2018 traiga el regreso de los “tres golpes” a la mesa de los venezolanos! Ahí, comenzará un mejor y feliz año 2018.

12-01-18




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