Por Carolina Gómez-Ávila
Durante la pausa navideña no
dejé de convivir con la miseria nacional y, en el silencio que escogí,
confronté cada novedad noticiosa con algunas preguntas que comparto con ustedes
por si fueran provechosas.
¿Las protestas por los
perniles navideños, eran realmente por hambre? ¿Cabe la posibilidad de que
hayan sido por la estafa de algunos reconocibles malandros que se los
revendieron por adelantado? ¿Quizás no era por haberlos pagado sino porque se
los prometieron gratis pero no les cumplieron? ¿Tal vez no eran protestas
“contra el Gobierno” sino “al Gobierno” para que cumpliera con su oferta
electorera? ¿Se movieron a protestar por hambre o más bien por calentera? ¿Y si
le protestaron al Gobierno por un pernil ofrecido, o por uno pagado a
revendedores, van a votar alguna vez en contra del tirano que les da “aunque
sea mocho”? ¿Se planteó alguna vez el caso de los perniles como un episodio de
violencia intrafamiliar en una familia disfuncional? ¿Recuerda que la
codependencia es una patología y que las agresiones suelen ser perdonadas?
¿El nostálgico del desembarco
de Normandía leyó alguna vez la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela? ¿Los profesores de Harvard están por encima de ella y pueden
desconocerla cuando les dé la gana? ¿Estarán enterados de que, en el mejor de
los casos, siempre se requiere el concurso de otros Poderes Públicos para que
haya un nuevo Gobierno constitucional? ¿Saben en cuáles manos está el resto de
los Poderes Públicos? ¿Habrán leído el artículo 132 del Código Penal en el que
se asegura que “cualquiera que, dentro o fuera del territorio nacional,
conspire para destruir la forma política republicana que se ha dado la nación
será castigado con presidio de ocho a dieciséis años” y que “en la misma pena
incurrirá el venezolano que solicitare la intervención extranjera en los
asuntos de la política interior de Venezuela, o pidiere su concurso para
trastornar la paz de la República”? ¿Se han planteado cómo reaccionarían
quienes custodian las armas de la nación? ¿Proponer saltarse el poder de facto
a la torera, es ignorancia o descaro?
En vista de que hay quienes
apoyan este delirio, ¿la política nacional se trata de quién es más atrevido y
sinvergüenza para desconocer la Carta Magna? ¿Acaso aquí todo el mundo se leyó
la Constitución de atrás para adelante y se quedó en el primer artículo que
encontró? ¿Es que alguien cree que la comunidad internacional aceptaría un Gobierno
“nombrado por la Asamblea Nacional” contraviniendo el ordenamiento legal
vigente? Más aún, ¿creen que los rusos, los chinos y los posibles
terroristas que pudieran estar llevándose el uranio y el coltán, se van a
quedar sentados a ver que unas fuerzas militares “intervienen” o más bien que
seremos un territorio que a ninguno de ellos duele, condición propicia para una
conflagración mundial? ¿Es un digno venezolano y quiere a su país y a su gente
quien es capaz de desearnos ese escenario? ¿Le importan para algo -a él y a los
otros que le acompañan en estas sugerencias- las vidas de los que estamos aquí?
¿Y los venezolanos que están en el exterior diciéndonos que lo que pasa es que
somos unos cobardes y nos da miedo la “única salida posible”, son valientes o
sólo lo dicen porque ya tienen sus asentaderas a buen resguardo?
¿Acaso hay alguien que pueda
determinar cuánto tiempo duraría la tal “intervención militar extranjera”? ¿Qué
hay de los costos para nosotros los habitantes, qué hay del futuro que estarían
empeñando en nuestro nombre? ¿Cuántos sobreviviríamos? ¿Quedaríamos más pobres
y miserables aún de lo que ya somos? ¿Seguro que no se puede estar peor? ¿En
Harvard aplauden estas locuras? ¿Hay venezolanos que al emigrar se van tan
resentidos y dolidos con el país, que quieren que explotemos o ardamos en el
fuego del infierno sólo porque no pudieron cumplir sus sueños aquí y tuvieron
que alejarse? ¿Y en favor de la autodeterminación de los pueblos, ya ninguno de
ellos aboga? ¿Enloquecen de dolor en la distancia y sólo elaboran propuestas
demenciales? ¿Se vuelven imbéciles al traspasar la frontera o sólo criminales?
Y ya que hablamos de eso, ¿los
líderes (que no los militantes) de los partidos políticos, optarán por postular
a uno de sus financistas más renombrados por aquello de que “si no es mía (la
candidatura presidencial, se entiende), que no sea de ninguno”? ¿Y este
pueblo-que-no-se-equivoca y llevó al poder a Chávez, origen único y nunca
suficientemente señalado de todas las desgracias que vivimos en la actualidad,
llevará a otro igual a él sólo porque le parece distinto?
¿Los partidos políticos podrán
entender que la formación de ciudadanos no les permitirá ejercer el populismo,
pero que sin ella el populista que mande será siempre el que ya tenga el poder?
¿Será posible que se comprenda que la democracia debe ser un instrumento para
garantizar la alternancia republicana y nunca un fin en sí mismo, para que
-entre muchas otras cosas- restituyamos los derechos fundamentales y las
mejoras que progresivamente se hubieran obtenido a lo largo de los años?
¿Le incomodan estas preguntas?
¿Le duele la llaga? A mí también. Para sanarla espero que el 2018 esté lleno de
respuestas.
06-01-18
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