Elizabeth Araujo 01 de marzo de 2018
@elizaraujo
Residenciado
desde hace varios años en Oldenburg, Alemania, en cuya universidad ejerce la
docencia y la investigación, Fernando Mires (Santiago de Chile, 1943) forma
parte del paisaje político venezolano, y no faltará quien lo haya imaginado bajando
todas las mañanas por la avenida Luis Roche, en Altamira, para ir al trabajo y
luego en las noches reunirse con los grupos opositores contra lo que sin tapujo
él denomina la dictadura de Nicolás Maduro. Esta cercanía afectiva e
intelectual con un país que aprecia y a veces le roba el sueño lo ha colocado
no pocas veces en el ojo del huracán de las confrontaciones por redes sociales.
Este diálogo, correspondido vía correo electrónico, intenta en cierto modo
explicar su posición actual acerca de ese puzzle con piezas extraviadas que
parece ser la oposición venezolana.
–Hace
días publicó un tuit en el que prometía no disertar más sobre el tema
venezolano, a disgusto de sus seguidores (@FernandoMiresOl) en Twitter –muchos
más de quienes le adversan– y que se han nutrido de sus reflexiones políticas y
filosóficas ¿Será que llegó Fernando Mires a la conclusión de que la crisis
venezolana no tiene arreglo?
–Creo
que en ese punto se produjo un malentendido. Yo escribí simplemente “Adiós
Venezuela”. Lo que quise dar a entender fue que Venezuela se encontraba frente
al abismo. Como usted bien sabe yo me pronuncié a favor de la participación en
las elecciones, no con el objetivo de ir a competir deportivamente, sino
mediante la inscripción de un candidato-líder que hiciera de portavoz frente a
los fraudes, que oficiara de nexo entre la presión internacional y la política
interior y que fuera apoyado por los principales líderes de la oposición. De
esta manera la oposición no renunciaría a la ruta electoral y a la vez podría
estar en condiciones de desatar un movimiento democrático. La MUD decidió, como
es sabido, no participar en aras de una “abstención activa”. En otras palabras:
la oposición venezolana fue llevada por Maduro, pero también por ella misma, a
una situación sin salida. Por eso escribí “Adiós Venezuela”. Pero mi interés
persiste. Entre otras cosas, por la enorme gravitación que tienen los sucesos
venezolanos sobre el resto del continente.
–¿Cuáles
son, a su juicio, los factores que obstaculizan una salida democrática en
Venezuela?
–Son
dos. El primero es el ejército, las FAN. Estamos frente a una dictadura militar
con fachada civil. Hay más militares ocupando puestos públicos que los que hubo
durante la dictadura del general Pinochet en Chile. Eso lleva a deducir que
toda alternativa democrática pasa por la división del ejército. Pero esa
alternativa no se va a dar nunca si el ejército no es políticamente presionado.
De ahí la importancia de no abandonar la lucha electoral aún a sabiendas de que
se va a la derrota. Hay derrotas que pueden ser transformadas en victorias. No
debemos olvidar que un gobierno que se impone mediante fraudes termina
deslegitimando a todo el aparato del Estado del cual el ejército es su eje
principal. Hoy, sin embargo, Maduro puede ganar elecciones sin necesidad de
cometer fraude. No hay motivos para suponer entonces que dentro del ejército se
producirán grandes grietas. Para que se produzcan es necesario que los
militares sean conscientes de que “así no podemos seguir”. Y hoy, como están
dadas las cosas, pueden seguir. La segunda razón tiene que ver con la formación
dentro de la oposición de un abstencionismo políticamente organizado, fracción
que privilegia el enfrentamiento callejero sin poseer, como se ha visto, ningún
poder convocador de masas. Pese a ser minoritaria, esa fracción cuenta con
recursos materiales y con importantes vinculaciones internacionales.
–¿Cómo
calificaría usted la situación actual de la oposición venezolana?
–Catastrófica.
Hasta hace poco la oposición estaba dividida en dos segmentos: los
abstencionistas y los electoralistas. Hoy hay tres segmentos: los
abstencionistas número uno, los abstencionistas número dos y los
electoralistas. La diferencia entre los dos abstencionismos es que los del
número uno son y serán siempre abstencionistas. Lo fueron incluso en las
elecciones del 6D. Los del abstencionismo número dos son abstencionistas
coyunturales. Se declaran partidarios de votar, pero no bajo las condiciones
fijadas por el régimen. El problema es que no parecen darse cuenta de que el
gobierno de Maduro es una dictadura y que, por lo mismo, siempre las
condiciones las fijará el régimen. Y de eso se trata precisamente cuando se
lucha contra una dictadura: la de actuar bajo condiciones que “dicta” un
régimen. No participar porque Maduro no va a cambiar las condiciones es como
decir, yo no participo porque la dictadura no es democrática. Un absurdo. El
tercer segmento, el electoral, fue mayoritario y hegemónico dentro de la
oposición. Hoy no es ni mayoritario ni hegemónico. Ha caído en las trampas de
Maduro y ha cedido a las presiones ejercidas por la llamada “oposición a la
oposición”.
–¿Coincide
usted con algunos opositores de que la MUD parece no contar con una estrategia
efectiva para consolidar su contacto con el venezolano de a pie?
–Nunca
la MUD va a tener una sola estrategia porque la MUD no es el PSUV. La MUD es
una mesa coordinadora de partidos políticos cuyas estrategias son diferentes
entre sí. Si alguna vez desarrolla una estrategia común, será como resultado de
largos acomodos internos. En cambio el PSUV sí puede desarrollar una estrategia
acorde con cada situación. Esa estrategia es hoy una sola: mantenerse en el
poder a cualquier precio, aunque sea asesinando. Pero si es difícil que la MUD
desarrolle una sola estrategia, sí puede mantener algo más eficaz que una
estrategia: una ruta sostenida y persistente. Esa ruta había sido definida por
sus llamados cuatro puntos cardinales: pacífica, constitucional, democrática y
electoral. Hoy, al no concurrir a las elecciones fraudulentas y así cuestionar
en la propia calle al régimen durante una intensa campaña electoral, la MUD ha
perdido la ruta. Ha abandonado la lucha electoral sin definir ninguna otra.
–A
veces da la impresión de que –puertas afuera– los temas de la migración masiva
y los cuestionamientos de mandatarios latinoamericanos y de la UE, no hacen
mella en Maduro ¿Será que en verdad no le afectan esos temas o trata de
disimular tal imagen exterior?
–A
Maduro le hacen tanta mella como al tirano Al Asad de Siria. La oposición
internacional a la tiranía de Al Asad es diez veces superior a la ejercida en
contra de Maduro. La migración siria es mucho mayor. Pero Al Asad está
dispuesto a incendiar toda Siria antes de ceder un milímetro de su poder.
Maduro y su grupo, también. El vil asesinato cometido a Oscar Pérez fue un
aviso. Yo creo que la posición de la llamada “comunidad internacional”, siendo
importante, ha sido magnificada por gran parte de la oposición venezolana. Pero
la “comunidad internacional” no puede hacer más que actuar de acuerdo a
principios universales. Y eso es mucho. Y se le agradece. Por lo demás es falso
que Maduro esté aislado del mundo. El pasado lunes 26 de febrero vimos en todos
los periódicos que el jefe fáctico del estado venezolano, el general Padrino
López, apareció en Rusia junto a Putin. Evidentemente, Padrino no fue a
veranear a Rusia.
–Ubicado
usted –hipotéticamente hablando– en el lado de quienes desaconsejan participar
en estas presidenciales ¿cuál sería el argumento con mayor fuerza para
convencer a los venezolanos de no participar?
–El
argumento más recurrente es que si se acude a las elecciones se legitima el
fraude y con ello a la dictadura. El problema es que nadie puede reclamar
fraude si no se acude y, por lo mismo, la dictadura, con la abstención, se
legitima más que antes. Eso es precisamente lo que quiere Maduro: ganar sin, o
con una muy débil oposición, y así no verse obligado a cometer fraude. La mesa
la tiene servida.
–Y si
esta disyuntiva lo sorprendiera a usted en la otra acera ¿cuáles son las
razones para participar a toda costa?
–Convertir
las elecciones, desde “dentro” de ellas, en un gran movimiento de protesta
pública nacional. Pero eso ya no se dio.
–¿Cómo
calificaría usted la gestión del expresidente español Rodríguez Zapatero como
interlocutor de una mesa de negociación que fracasó?
–Para
mí, dicho con toda sus letras -y pese al enorme respeto que me merece la
historia del PSOE- el expresidente de España, Rodríguez Zapatero, llegó a ser
–antes, durante, y después del diálogo– un funcionario al servicio de los
intereses de una de las más horribles dictaduras sudamericanas de los últimos
tiempos.
–¿Ha
habido momentos en que haya acariciado la posibilidad de una intervención
extranjera o de EEUU en Venezuela para salir de una vez de esta crisis, cada
vez más insostenible?
–Nunca.
Y por tres razones. La primera, porque la vida me enseñó a no confundir los
deseos con la realidad. La segunda, porque hasta ahora no hay un solo indicio.
La tercera, porque solo puede venir de los EE UU, nación que ya no está en
condiciones de abrir varios frentes a la vez. Con Kim Jong Un, con Putin, con
Asad y con la teocracia persa, tiene más que suficiente. Naturalmente, si
aparecen indicios, cambiará mi opinión. Pero ahora yo no puedo opinar sobre lo
inexistente.
–En
tanto que filósofo ¿cómo califica usted el comportamiento, no pocas veces de
enfrentamiento, entre actores de la oposición venezolana en mitad de esta
crisis?
–Lo de
filósofo es un elogio. Si lo soy es solo por vocación. Por profesión soy
historiador. Como filósofo debería analizar cada acontecimiento como un
fenómeno “en sí”. Como historiador, en cambio, debo inscribirlos en el marco de
un proceso. Y el proceso venezolano me muestra una suma de actos fallidos de
parte de la oposición. Desde la incapacidad por unir revocatorio con elecciones
regionales, siguiendo por la precaria conducción de las movilizaciones del 2017
(nacidas en defensa de la Constitución, de las elecciones y de la AN, y
terminadas en confrontaciones de muchachos con escudos de cartón en contra de
un ejército armado hasta los dientes), por las elecciones regionales a las que
acudió sin entusiasmo ni mística, por la capitulación electoral en las
municipales, hasta llegar a la “abstención activa” de las presidenciales sin
que nadie sepa todavía con qué se come eso. Después de tantos yerros, lo menos
que puede esperarse son enfrentamientos entre los actores de la oposición.
–¿En
verdad avizora esperanzas de que los venezolanos pondrán fin a la pesadilla
chavista, o viviremos eternamente en esta espiral de crisis, aún después de que
Maduro haya abandonado el poder?
–Siempre
lo he dicho, y ahora lo voy a decir como el filósofo que no soy: La historia no
transcurre de acuerdo a programas sino de acuerdo a incidencias y accidencias
imposibles de predecir. La de Maduro, como toda dictadura, representa la muerte
del alma ciudadana. Pero creo que al final la vida se impondrá sobre la muerte.
Si no creyera eso, jamás habría escrito una línea sobre Venezuela.
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