Román Ibarra 10 de mayo de 2018
En
nuestro país ocurren las cosas más insólitas en el ámbito de la política, o en
la cotidianidad misma, y pareciera que nada nos afecta realmente. Es como si
viviéramos en otro planeta, como fantasmas insensibles e inservibles para la
resolución de nuestros propios conflictos.
Es
impresionante ver como el país se cae a pedazos en las manos de un gobierno
comunista, y militarista que, junto a su antecesor, tienen casi 20 años de
ejercicio ininterrumpido en el poder, sin haber resuelto ni uno solo de los
problemas que ciertamente heredaron, luego profundizaron y hasta crearon otros
nuevos que contribuyen a hacer de nuestras vidas, un hecho absolutamente
calamitoso.
Somos
el país de las contradicciones más profundas; nuestro gobierno se ufana de contar
con las más grandes reservas de hidrocarburos del mundo, pero no es capaz de
utilizar los recursos del petróleo para generar estabilidad económica,
inversión, empleo, seguridad, progreso y desarrollo. No son capaces de producir
gasolina, y hoy el país tiene que importarla.
Gracias
a la providencia, tenemos en Venezuela un sinfín de recursos materiales y
ambientales, que administrados por gente sabia, profesional, y proba,
permitirían su explotación racional y sustentable para el desarrollo presente,
y como garantía de futuro para las nuevas generaciones.
Cómo
es posible que un país que tiene casi un millón de Km2, buena parte de su
territorio de alta fertilidad, no puede autoabastecerse en los rubros
alimenticios más importantes para satisfacer la demanda interna?
Cómo
es que no disponemos de electricidad ni agua con fluidez, teniendo el país
inmensas fuentes hidroeléctricas?
Por
qué en vez de perseguir a la empresa privada, a los emprendedores, a las
universidades, a los trabajadores, a los estudiantes, no se nos convoca a todos como sociedad para coadyuvar en los
planes de desarrollo de la nación? Por qué el sectarismo y la exclusión?
Son
preguntas obvias, que lamentablemente no encuentran respuesta en quienes
conducen los destinos del país, y que –para mayor desgracia- se empeñaron en el
secuestro de todas las instituciones del Estado para procurarse la perpetuidad
en el poder, y con ella la impunidad en cuanto a la comisión de todos los
delitos y desafueros, habidos y por haber!
Esa
situación lamentable y destructiva de la vida de nuestra ciudadanía, se expresa
claramente en la percepción popular, la cual alcanza casi el 80% de repudio por
la acción del gobierno, y sin embargo, no hay una posibilidad cierta y tangible
poder para cambiar las cosas.
También
la oposición tiene una importante dosis de culpabilidad, en términos de su
incapacidad para concitar el acompañamiento de la sociedad en la construcción
de una plataforma ideológica y programática para combatir eficazmente los
designios del comunismo que hoy impera.
Luchas
intestinas; egos muy crecidos; insinceridad; megalomanías desbordadas, y falta
de sentido de la realidad, imposibilitan la implementación de un plan unitario
y consensuado para enfrentar y derrotar a un gobierno que por sus incapacidades
manifiestas para administrar, debería estar contra la pared, pidiendo a gritos
un relevo salvador.
Quienes
toman las decisiones políticas en la oposición están seriamente divididos y no
son capaces de ofrecer esperanza a un pueblo, otra vez proscrito, y estafado
con la propuesta cruel y criminal del socialismo del siglo XXI.
De
verdad a veces se pierde el ánimo, y hasta las ganas de luchar frente a tanta
descomposición en un escenario –presuntamente opositor, con potencialidad
ganadora- en el que la orden del día es la mutua destrucción.
Que
cada quien asuma la posición que mejor le resulte, siento que la brújula está
perdida. Apaga y vámonos!!
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