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viernes, 11 de mayo de 2018

La farsa comicial no importa. ¡El después sí!, por @jrvizca




Carlos Rubio V. 10 de mayo de 2018
@jrvizca

Anteriormente escribí un artículo en el cual hacía la alegoría de las elecciones presidenciales como un fruto prohibido.

En el mismo aduje que tales comicios eran una cicuta, una suerte de manzana envenenada, pues no hay nada más aplastante para la moral que ofrecer esperanzas para luego desvanecerlas. Ese ha sido y sigue siendo el juego del régimen instalado en nuestro país, ya que su naturaleza totalitaria y malevolente es más que manifiesta. Ahora bien, siempre habrá incautos que en su buena fe o, mejor dicho, su desesperación, estarán dispuestos a creer en lo que sea para ver a este infierno terminar. No los culpo. No los condeno. Pero estos tiempos no son para creer ciegamente sino para pensar con claridad.

En Venezuela sentíamos que el mundo se acababa con la primera "elección de Maduro" e, irremediablemente, con la instalación de la constituyente comunal y las simulaciones electorales; sin embargo aquí estamos, la vida continuó aunque el panorama tanto del país como del régimen ha sido de total deterioro desde entonces. En tal sentido, cabe preguntarse si la predecible coronación del tirano será nuevamente una causa de depresión colectiva. Leyendo los resultados optimistas de la Encuestadora Meganálisis, para el 21.4% de los electores será una frustración porque aún creen en la elección como un mecanismo para el cambio, pero para la gran mayoría, el 67.5% del universo de los electores, quienes se han dado cuenta que es una completa farsa, será una opción coherente ante la realidad nacional e internacional y optará por la abstención. ¿Qué significa esto? Que el pueblo ha tomado consciencia y está viendo al fraude venir, siendo esto un hito que comprueba la inteligencia y el sentido común del ciudadano promedio.

Por tal razón, el asunto va más allá del presunto cataclismo que supone la referida coronación del otrora ejecutivo nacional. Lo realmente importante está en los acontecimientos posteriores a ese suceso tan burlesco para la historia patria. Las señales a nivel internacional ya están dadas: el desconocimiento del proceso electoral espurio, la hoja de curso en torno a Venezuela planteada por el Vicepresidente americano Mike Pence en la OEA y, como por si fuese poco, la falta de voluntad del Presidente dominicano Danilo Medina de involucrarse en otro de esas negociaciones o transacciones que tanto le han servido a la tiranía. Al  respecto, puede aducirse sin temor a equivocarse que el mundo se les pondrá muy chiquito a los jerarcas de la “Revolución Bolivariana”. El desconocimiento de la elección implica necesariamente, la pérdida de la legitimidad de origen del que hoy se asume mandatario de la nación, cosa la cual, en conjunto con el descubrimiento de los nexos del régimen con el narcotráfico y terrorismo internacional, vuelve inevitable el aislamiento económico, legal y diplomático del mismo.

Solo contando con las perspectivas en lo internacional cabe que nos preguntemos, si lo que ocurrirá el 20 de mayo será una coronación o una ejecución, porque todas las acciones del propio Maduro en el poder nos llevarán evidentemente al suicidio financiero y, por ende, a la concreción definitiva del colapso sistémico que nos viene destruyendo. Por supuesto, las consecuencias de dicho desenlace acarrearán costos increíbles para el pueblo llano, pero ¿qué tanto puede sostenerse el aparato estatal ante la quiebra total y la privación de recursos? En este punto, los servicios públicos fundamentales (carreteras, agua, electricidad, gas, sistema financiero) están ya en el abismo o, a duras penas, pendiendo de un hilo. Siendo así la situación, debemos pensar que la estructura de la dictadura reflejará la misma decadencia e implosión internamente. Puesto de otra forma, podemos decir que el techo se nos está cayendo encima y eso incluye a los sátrapas del régimen.

Como se ha expuesto, en cuanto a lo externo estamos claros de lo que viene después del 20 de mayo, por lo que falta resolver la cuestión de lo que podría acontecer a lo interno. Lo primero es concientizar dos premisas: el camino electoral está cerrado y el colapso es una condición necesaria mas no suficiente para el cambio. Estando eso internalizado, podremos observar que los porcentajes de participación electoral, anteriormente citados, encierran la posibilidad del reinicio de la lucha ciudadana de carácter masivo. ¿Por qué? Por cuanto en ellos denotaremos que la mayoría del pueblo se ha desligado del electoralismo como la solución para nuestro conflicto, quedando solo la protesta como alternativa plausible. Esa resolución de las mayorías es una a la que las minorías (21.4%), ante el fraude evidente y la miseria inexorable, probablemente se plegará una vez aceptada la realidad a la mayoría del (65.7%) para sumar el 87%.

Nuestra lucha, posteriormente a la susodicha “coronación”, es de carácter existencial. Lo que es decir, nuestras vidas mismas, nuestra propia sobrevivencia, dependen de que el tan anhelado cambio político se dé. Venezuela es testigo diario de un promedio de cuarenta protestas populares. Las necesidades de nuestra gente se acrecientan a pasos agigantados. En poco tiempo no habrá subsidio, cheque o caja de comida que pueda cebar o sobornar. Todo lo que necesitamos hacia el futuro cercano es reaccionar, pero reaccionar como pueblo ciudadano, no como comunidad o parroquia. No podemos seguir aceptando pañitos tibios para los síntomas, sin tratar la enfermedad responsable de tanto pandemonio. Debemos exigir la cura y deberemos hacerlo pronto, hacerlo con fuerza, gallardía, fe y con la convicción que a través de la lucha ciudadana y la presión internacional, incluyendo su intervención directa al estado forajido, podremos salir de nuestras angustias y vicisitudes.


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