La Patilla 01 de mayo de 2018
José
Antonio vivía hasta hace poco en una casa ubicada en algún pueblo de la Costa
Oriental del Lago, en el estado Zulia. Trabajó durante cuatro años en la
estatal petrolera Pdvsa en el área de transporte pero cuando el salario que
percibía no le alcanzó para cubrir las necesidades básicas de su familia colgó
las botas y partió a Santiago de Chile en búsqueda de mejores oportunidades.
Ese no
es su nombre real que decidimos cambiar para resguardar su integridad pero su
historia es totalmente cierta. “Yo creo que lo más difícil de emprender el
viaje es salir de la casa, no es fácil dejar la vida hecha”, dice el hombre
casado y con una niña.
Su
salario base de Bs. 421.980 más el beneficio de cestaticket de alimentación de
Bs. 800.000 (421 dólares en la tasa oficial) se diluía ante la hiperinflación
que enfrenta Venezuela. “Me pudo alcanzar los dos primeros años de trabajo,
luego tuve que comerciar para mantener mi hogar y poder afrontar la situación”.
Pero
la escasez y el alto costo de la vida no eran los únicos problemas, el “acoso
político” como él lo llama también estaba a la orden del día para los
trabajadores de la que un día fue una de las mejores industrias petroleras del
mundo.
En
cada elección eran presionados a participar en mítines, marchas y reuniones a
las que no asistió. “Mi contrato estaba vencido desde octubre del 2017, me vine
y no lo habían firmado, así que no tenía nada que perder”, explica.
Él
como tantos otros le dio su voto al gobierno chavista, según dice “por
agradecimiento” ya que esa fue la empresa donde tuvo la oportunidad de
trabajar, al no tener una carrera profesional. Sin embargo, destaca que fueron
los sindicatos petroleros quienes lo ayudaron durante su permanencia en la
estatal.
La salida
José
Antonio salió vía terrestre por Cúcuta. Ahorrar cada dólar era fundamental para
llegar a Santiago de Chile, donde le esperaban otros amigos.
Durante
10 días pasó los puntos fronterizos de Ecuador y Perú hasta llegar a la ciudad
que le abrió los brazos. Sus amigos lo recomendaron en una estación de servicio
en la que solo trabajan venezolanos.
Tiene
tres meses trabajando. Gana más del sueldo mínimo en Chile y le alcanza para
enviar a su familia en el Zulia. “Lo más duro es querer recibir ese calor de
pueblo (….) poder ir todas las tardes y visitar como de costumbre a mi mamá,
llegar a la hora del café”, comenta.
Como
muchos de sus compatriotas en el exterior espera volver pero no en la actual
situación. “Claro que sueño con volver pero no creo en políticos así que
tendría que haber un buen panorama para regresar definitivamente a vivir allá”,
finaliza.
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