Por Fernando Mires
La candidatura de Henri Falcón
no nació de la nada. Surgió como consecuencia de la decisión de la MUD de no
presentar candidatura presidencial después del fracaso del diálogo de Santo
Domingo. Decisión tomada como respuesta a la premeditada –repetimos:
premeditada– intransigencia de los dialogantes enviados por Maduro.
Después del fracaso del
diálogo fueron abiertas a la MUD dos opciones. La primera: la de “pelear
peleando”, es decir, la de levantar una candidatura que denunciara ante el
mundo la ausencia de condiciones electorales, desatando un masivo movimiento
político en contra del régimen. La segunda: la de seguir el juego del
oficialismo, cediendo el paso para que este venciera en las elecciones.
1.- El error más grande
de la historia de la MUD
La dictadura demostró tener un
conocimiento exacto de la MUD. Sabía que no tenía candidato y que –dadas las
rivalidades entre los partidos del G4– iba a ser difícil que lo tuviera, por lo
menos a corto plazo. Ese fue sin duda el primer error que llevaría a la MUD a
cometer el segundo, el más grande de su historia: no levantar candidatura
frente a un gobierno que había alcanzado sus puntos más bajos de aprobación. La
no-existencia de condiciones electorales mínimas, en lugar de convertirse en
una consigna de participación, se convertiría así en un llamado a la apatía, a
la resignación, a la nada. La única candidatura de la MUD es hoy la señora abstención
lo que para una asociación electoral –la MUD es eso– significa una (auto)
condena a muerte.
Para disimular su monumental
error, los dirigentes de la MUD adujeron que el llamado a la abstención seguía
la orientación de una supuesta Comunidad Internacional, vale decir, de un
conjunto de gobiernos dispares entre sí, cuya preocupación fundamental dista de
ser Venezuela, como demostró la Cumbre de Lima. Votar es legitimar a la
dictadura ante el mundo, fue la consigna central. Un absurdo: una dictadura no
puede ser legitimada con nada porque una dictadura es una dictadura. No
existen dictaduras legítimas. Pero aún suponiendo que esa, por la MUD
fetichizada “comunidad”, hubiera tenido el poder que le supuso la MUD (ni en la
OEA posee mayoría ejecutiva) ese poder habría sido inútil pues con la
abstención ya no tenía a qué ni a quién apoyar.
Sin elecciones la MUD es como
un sistema solar sin sol, un montón de meteoritos perdidos en la noche de la
anti-política. Ni siquiera la creación del Frente Amplio (la MUD más organizaciones
pro-MUD) que en condiciones electorales habría sido un poderoso instrumento de
lucha, pudo interceptar la crónica del fracaso anunciado. Fracaso, porque la
MUD al retirarse de las elecciones, se retiró de su ruta, rompió con su única
línea y no supo levantar otra.
¿Extraña que bajo esas
condiciones los abstencionistas de la primera hora –los anti– electoralistas
crónicos, los del “maduroveteya”, los de “en dictadura no se vota”, los del
“dimite-pues” – hubieran llenado el espacio vacío que dejó la MUD imponiendo
consignas que hoy repiten los neo-abstencionistas como si fueran de su autoría?
¿Extraña que abstencionistas y abstencioneros cierren filas para bloquear la
alternativa que hoy representa el candidato Henri Falcón? ¿Extraña al fin que la
candidatura de Falcón se convirtiera en el blanco de los más viles ataques,
injurias e infamias que es posible imaginar?
En Venezuela no existe un
falconismo, como sí hubo un chavismo, un madurismo y de algún modo, un
caprilismo. Pero sí existe una ideología anti-Falcón cuyas connotaciones son
brutales tanto en las redes como en la prensa. La ideología anti-Falcón ha
llegado a ser la de la impotencia política, la de los que ven en Falcón lo que
ellos no supieron (y tal vez quisieron) hacer, la alternativa que los denuncia
y acusa, el hecho objetivo que no les permitirá posar como víctimas inocentes
y, por eso, el chivo expiatorio de tantas frustraciones. De lo que no se han
dado cuenta es que, mientras más atacan al candidato, más significado adquiere
la candidatura. En el hecho -aunque Falcón no se lo hubiera propuesto- lo
han convertido en el representante de una doble protesta. En contra de la
dictadura y en contra de una oposición donde abnegados y respetables políticos
conviven con burócratas sin ideas, con tácticos sin estrategia, con aventureros
de ocasión. Ha llegado quizás la hora de desmontar la ideología anti-Falcón.
2.- Seis afirmaciones
falsas en contra de Falcón
No valdrá la pena detenerse en
las difamaciones que acompañan a la ideología anti-Falcón. Afirmar por ejemplo
que Falcón es el candidato de Maduro sin presentar la menor prueba, es una
frase que solo delata la miseria mental de quienes la emiten. Sin embargo, si
subimos un poco el nivel discutitivo podemos encontrar algunas afirmaciones que
a primera vista podrían poseer cierta verosimilitud.
La primera se refiere a la
supuesta traición de Falcón al no acatar la decisión de la MUD. De más está
decir que el concepto de traición pertenece a los estamentos militares, a las
mafias, a las cofradías conjuradas, pero no a la vida política. Falcón, en el
peor de los casos, desobedeció a una directiva. Pero la política no está basada
en relaciones de obediencia. Nadie puede estar sometido a una dirección que ha
tomado el camino errado. Más aún, Falcón – es importante subrayarlo – ni
siquiera rompió con la línea política de la MUD. La MUD en cambio sí rompió con
su línea política al asumir la alternativa abstencionista bajo el pretexto de
obligar al gobierno ( y ¿con qué?) a crear las condiciones electorales
óptimas. Falcón representa -si así se puede decir- la ortodoxia de la MUD.
Las declaraciones programáticas de Falcón no se diferencian un solo centímetro
de las que fueron de la MUD.
La segunda afirmación, una
variante de la primera, señala que Falcón dividió a la MUD. Cualquiera que la
escucha podría imaginar que la MUD había sido siempre monolítica. Pero no es un
misterio para nadie que la historia de la MUD es la historia de sus divisiones.
La MUD solo ha marchado (relativamente) unida en períodos electorales. Por eso,
al abandonar la ruta electoral, la MUD se separó de sí misma. Por lo demás, la
unidad por la unidad solo existe en las relaciones amorosas. La unidad
política, en cambio, solo se puede dar en torno a objetivos concretos. Si estos
objetivos no aparecen, o si han sido borrados del mapa, la unidad no se
justifica.
La tercera afirmación apunta
al hecho real de que Falcón perdió su gobernación en Lara. Cierto, Falcón
perdió como muchos perdieron en unas elecciones en las cuales después del
aplastamiento militar de las protestas del 2017, la MUD acudió desmembrada, sin
entusiasmo, resignada. Lo que no se puede obviar es que la carrera de todos los
políticos está marcada por victorias y derrotas. El político siempre ganador no
ha nacido todavía. Más aún: la carrera política de Falcón, a diferencia de
otros políticos, está signada por muchas victorias y una sola derrota. Cabe
añadir que ninguna elección es igual a otra. Hasta un Abraham Lincoln perdió en
dos elecciones antes de vencer en las presidenciales.
La cuarta afirmación, quizás
la más recurrente, es la de los que acusan a Falcón de haber sido chavista.
Dicha afirmación parte de la premisa de que los candidatos deben dar pruebas de
virginidad política antes de postularse. Olvidan que la dimensión de la
política es el “ahora y aquí” y no el pasado, sobre todo si ya es lejano, como
el de Falcón. Olvidan, además, lo que fue el chavismo antes de que degenerara
en madurismo: Uno de los más multitudinarios y poderosos movimientos sociales
de la historia latinoamericana cuyo influjo traspasó las fronteras venezolanas.
El mismo Luis Almagro fue un furibundo chavista, aún durante Maduro, tres años
después de la ruptura de Falcón con Chávez. Es posible entonces comprender las
razones por las cuales tantas personas -entre ellas destacados académicos
venezolanos- se dejaron atraer por el embrujo del chavismo. Después de todo, el
mismo Falcón lo dijo: “Si dejé de ser chavista en los momentos de gloria del
chavismo, no lo voy a ser ahora, en el momento de su declive”. Lo que Falcón,
ni como chavista ni como no-chavista ha sido, en cambio, es un político
extremista. Y eso no lo perdonan los extremistas de lado y lado. Falcón
como Capriles es un político de centro. Hay, quiérase o no, una línea de continuidad
entre la candidatura de Capriles y la de Falcón. Y Capriles lo sabe.
La quinta afirmación nos dice
que Falcón fue militar, alcanzando el grado de sargento y por ello vinculado al
ejército. Algo difícil de entender. Falcón abandonó las filas militares hace ya
mucho tiempo con el título de “maestro técnico de tercera”. Lo que callan sus
enemigos es que la posterior formación profesional de Falcón (es abogado)
supera lejos a la media de los políticos venezolanos, incluyendo a
ex-candidatos presidenciales. Después de haber obtenido su título realizó
post-grados en Ciencias Políticas y Derecho Laboral. Innegable por lo tanto es
que Falcón ha sido un hombre de esfuerzo y trabajo. Sin embargo, la chusma
tuitera lo sigue llamando “el sargento”. Lo que no puede ocultar con esa
denominación es el intento por discriminar socialmente a Falcón. El candidato,
efectivamente, no pertenece a los altos círculos de la post-oligarquía
capitalina, blanca y adinerada. No se educó en colegios exquisitos, no asistió
a fiestas de gala, ni pertenece a la cultura del jet-set. Detrás de la
denominación de “el sargento” se esconde el clasismo de un sector social con
ínfulas aristocráticas, secundado por arribistas de medio pelo a quienes Falcón
les parece un candidato sin “glamour”. Pero quizás por eso mismo Falcón tiene
“llegada” en sectores donde los políticos de la (supuesta) “clase alta” nunca
podrán aparecer.
La sexta afirmación se refiere
al hecho de que Falcón no congrega multitudes. También es cierto. Como ya
se dijo, el falconismo no existe. Lo que existe es una candidatura política de
un candidato sin poses mesiánicas. Algo tal vez raro en Venezuela. No así en la
mayoría de los países latinoamericanos. Ni Piñera, ni Macri, ni Kuczinski-
Pizarro, ni Temer, ni Moreno, ni tantos más, son líderes de multitudes
orgásmicas. El tiempo de las grandes muchedumbres va quedando atrás. En
Europa ya no hay líderes de masas. En América Latina los hay cada vez menos.
Falcón no es una excepción. Más bien parece confirmar una regla
3.- 20-M
Las elecciones del 20-M serán
decisivas. Derrotar a los dos principales aliados de Maduro: el abstencionismo
y el fraude, es el gran desafío de los electores venezolanos. Si el
abstencionismo logra imponerse, vencerá el fraude. Quizás por primera vez
en su historia los opositores venezolanos serán llamados a votar no con el
corazón sino con la mente. Pues la alternativa Falcón no representa un futuro
luminoso, no porta consigo la promesa de una nueva sociedad y mucho menos la de
un mundo feliz. Por el contrario, el propio Falcón ha ofrecido su candidatura
para presidir una futura transición la que, como toda transición, deberá ser
pactada. Lo único claro es que si Falcón es derrotado, la dictadura logrará
mantenerse por mucho tiempo más. Y eso no lo merece el pueblo
venezolano. La candidatura de Falcón es la única posibilidad que tiene ese
pueblo para comenzar a salir, al fin, de la larga noche dictatorial
30-04-18
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